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¿Milagro?

La increíble aceptación por parte de Ariel Sharon de un plan que propone la creación de un Estado Palestino no llevará automáticamente a la paz.

1 de junio de 2003

Fue una declaracion sin precedentes. "Puede no gustarles la palabra pero lo que está ocurriendo es una ocupación. Retener a 3,5 millones de palestinos es malo para Israel y para los palestinos". Lo impresionante es que las palabras no provenían de algún miembro de Hamas sino del primer ministro israelí, Ariel Sharon. Sharon, el mayor halcón del nacionalista partido Likud, defensor a ultranza de la política de asentamientos judíos y demoliciones de moradas en zonas disputadas, habló de "ocupación". Su intervención tenía por objeto explicar otro hecho aún más increíble: su aceptación de la 'hoja de ruta' para la paz. Se trata de un documento elaborado por Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea que sienta las bases de la paz entre israelíes y palestinos y cuya última fase consiste nada menos que en la creación de un Estado Palestino para 2005. Nunca, ni en el acuerdo de Oslo, para el que gobernantes mucho más moderados habían trabajado tanto, se había podido concretar un paso tan significativo.

Como preámbulo, esta semana se reunirán el nuevo primer ministro palestino, Mahmoud Abbas, Sharon y el presidente estadounidense George W. Bush. Este, el mayor promotor del plan, parecería dar un viraje en su política guerrerista en el Oriente Medio. La influencia de su aliado, el primer ministro británico Tony Blair podría tener mucho que ver. Según dijo Bush recientemente, pensaba involucrarse tanto como Blair en el proceso de paz de Irlanda del Norte. Cuando lo instó a que lo siguiera en su guerra contra Irak le prometió hacer lo posible por solucionar la cuestión palestina. Y en parte Blair aceptó a cambio de que Bush promoviera la paz en Israel. En esa línea, la explicación del viraje sería precisamente el ejemplo de Irlanda del Norte, donde Blair ha adelantado una política de aproximación y confianza.

Pero para muchos la aceptación inicial de la hoja de ruta no es garantía de que al fin llegue la paz a la región. Para empezar, en Israel el margen de aprobación del proyecto fue bastante estrecho: apenas 12 votos a favor, siete en contra y cuatro abstenciones. Además el gobierno de Sharon hizo 14 reservas al documento, que sólo fue aceptado cuando Washington prometió que atendería cada una de ellas. Entre estas reservas Sharon pidió que los refugiados palestinos de la guerra árabe-israelí de 1948 renuncien a su deseo de retornar. Pero según dijo a SEMANA Catherine Cook, del Middle East Research and Information Project, "el derecho al retorno de los refugiados está consignado en el derecho internacional y dado que el refugio es una parte central de la experiencia palestina de los últimos 55 años, es imposible que los palestinos renuncien a él". En la misma línea, Mahmoud Abbas declaró a un periódico local que Israel debía olvidarse de sus precondiciones para poder dar curso al plan.

Las reservas hacen dudar de las posibilidades de la hoja de ruta y la sinceridad de Sharon. Según Cook, el premier aceptó por la presión de Washington, pero al ponerle condiciones anuló una buena parte del mismo. Por otro lado, no es fácil que los palestinos cumplan su parte. Así, la primera fase demanda que controlen efectivamente a los terroristas islámicos pero la autoridad del primer ministro es muy reducida. No es claro que tenga poder sobre terroristas, menos aún cuando Yasser Arafat está siendo marginado de todo el proceso. Dado que las fases son consecutivas lo más probable es que el plan se frene.

Por último, el impulso para la paz puede pasar para Bush. Ahora es un buen momento para congraciarse con los árabes e iniciar una campaña diplomática que tenga en cuenta las demandas palestinas: acaba de terminar la guerra en Irak y hay un resurgimiento del terrorismo islámico y del resentimiento árabe para con Estados Unidos. No obstante pronto serán las elecciones presidenciales y quizá Bush prefiera retirar la presión sobre Israel para no molestar al considerable electorado judío de su país.