Socialista desde 1953, Antoine Blanca, es miembro del comité directivo del partido de Mitterrand. En noviembre pasado fue nombrado embajador itinerante --o como dicen en Colombia, volante-- para América Latina.
Licenciado en español y portugués, el nuevo embajador es considerado entre los dirigentes del Partido Socialista Francés como el mejor especialista sobre nuestro continente.
Hablando para el corresponsal de SEMANA en Europa, José Hernández, Blanca explica las motivaciones de su nombramiento, los ejes y perspectivas de la actual política francesa para América Latina, que según dicho diplomático busca corresponder al grado de interés que los pueblos latinoamericanos han manifestado siempre por Francia.
A mediados de enero, Antoine Blanca visitará nuestro país.
SEMANA: ¿Cómo debe ser interpretado su nombramiento como embajador itinerante?
ANTOINE BLANCA: Fui nombrado con el fin de flexibilizar las relaciones entre Francia y los países de América Central, del Sur y del Caribe. Esto, naturalmente, en total complementaridad con nuestros embajadores residentes. Por otra parte las idas y vueltas me permitirán llevar al ministro de Relaciones Exteriores y, naturalmente, al presidente de la República una fotografía política, social y económica de esos países. No sólo de lo que ocurre a nivel gubernamental sino también de las demás realidades del país tales como la actitud de las organizaciones, tanto en los países de democracia representantiva como en los que todavía no gozan de ese derecho, que algunos consideran como un verdadero privilegio.
S.: ¿Cómo caracteriza usted los ejes principales de la diplomacia francesa en América Latina?
A.B.: Francia mantiene relaciones especialmente privilegiadas con los países que mantienen una vía constitucional, celebran elecciones y acuerdan total libertad de expresión política y cultural. Esta es, creo, la base fundamental de nuestra política iberoamericana.
En segundo lugar, nosotros tomamos nota de los países en los que no sólo se impide a los pueblos expresarse por vías democráticas sino que, además, se los mantiene en una situación de feroz injusticia social. Esas situaciones peculiares nos llevan a reconocer representatividad, si no diplómatica, por lo menos política y social a organizaciones que han sido obligadas a escoger otros medios de lucha.
S.: ¿Qué cambios considera usted que se han efectuado desde la elección de Francois Mitterrand ?
A.B.: Francia manifiesta, desde el 10 de mayo de 1981, un interés particular por América Latina. Este cambio parece corresponder mucho más a la corriente de simpatía que ha existido entre nuestros pueblos y que, en repetidas ocasiones ha funcionado en sentido único. Los franceses no hemos correspondido siempre al grado de interés que nos han manifestado las naciones y los pueblos latinoamericanos. Esto, paulatinamente, debe ser rectificado.
S.: En ese marco, ¿cómo explica usted la decisión de establecer una visa para los latinoamericanos?
A.B.: El problema respecto a las visas está en vía de ser solucionado totalmente. Ya se tomó una decisión referente a los ciudadanos de nacionalidad latinoamericana residentes en Francia. Para ellos, no hay necesidad de visas. Para los demás, se está estudiando la posibilidad de suprimir el principio mismo de las visas. Pero esto exige estudios y reuniones previas interministeriales que se están celebrando actualmente.
S.: ¿Se trata de la anulación de la "visa de salida" o la supresión total del decreto sobre las visas?
A.B.: Se trata de las visas de salida, sin prejuicio de que se suprima totalmente. Pero, por ahora, no lo puedo afirmar.
S.: ¿Propondrá usted mejorar el comercio entre Francia y los países latinoamericanos?
A.B.: A nivel económico, Francia debe ser situada en el seno de la Comunidad Económica Europea que, como usted sabe, ha sido seriamente golpeada por la crisis económica mundial. Esto ha provocado algunas reacciones proteccionistas. Sin embargo, la preocupación de salvaguardar nuestras economías debe ser, para un gobierno como el francés, lo más compatible posible con los intercambios con los países del mundo en desarrollo.
Nosotros tenemos en cuenta, pues, el problema de las transferencias de tecnología, trataremos de favorecer el desarrollo de sus industrias, y de su agricultura. En particular, con los países con los que Francia tiene relaciones privilegiadas de amistad.
S.: ¿ Cómo ve usted el Pacto Andino y qué posibilidades existen para extender las relaciones entre éste y la Comunidad Económica Europea?
A.B.: El Pacto Andino ha atravesado una grave crisis provocada por la situación precaria que conocieron algunos de sus componentes. Hoy se puede profetizar que las mayores dificultades políticas de los países del Pacto de Cartagena se estabilizarán. Pienso, en particular, en Bolivia, cuyo proceso democrático debe fortalecer el Pacto.
Por otra parte, ya hablé en Lima con el señor coordinador general del Pacto Andino y a mi regreso con el ministro francés delegado para los asuntos europeos, señor Chardenagor, sobre las relaciones entre esos países y la CEE. Nosotros tenemos en cuenta que el establecimiento de contratos con la Junta del Pacto, garantiza que los repartos se efectúen de manera eficaz y en un espíritu de mayor justicia.
S.: ¿Cómo concibe usted las relaciones con los países del sur: Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay?.
A.B.: Como ya le precisé, Francia quiere tener relaciones privilegiadas con los países que practican la democracia representativa. Pero nosotros pensamos mantener relaciones estrechas con todos los países de la región. Francia tiene buenas relaciones diplomáticas con los países que usted enunció. Nosotros observamos también con mucho interés el proceso de democratización que se ha iniciado en esos países. En Argentina hay grandes esperanzas de que se efectúen avances a corto plazo hacia la instalación de un gobierno civil en octubre o noviembre de este año. Eso es muy esperanzador.
Ahora bien, si se consolida la democracia en Bolivia --como nosotros lo esperamos y haremos todo lo posible para ello- se consolidarán los procesos democráticos en los otros países del sur.
S.: ¿En qué estado se encuentran actualmente las relaciones con Nicaragua?
A.B.: Cuando se habla de Nicaragua se levantan toda una serie de problemas y objeciones. Nos dicen: Nicaragua no tiene un régimen democrático, representativo, con partidos políticos y elecciones libres; tampoco hay libertad de prensa o no funciona en las mejores condiciones. Nosotros preferimos "no poner la carreta delante del caballo".
Los que se lamentan hipócritamente de la ausencia de democracia representativa hoy en Nicaragua son los mismos que olvidaron decir una sola palabra para denunciar la horrible tiranía de la familia Somoza. Lo que nosotros sabemos, es que las fuerzas sandinistas, con sus insuficiencias, sus contradicciones y los errores que han podido cometer, representan las aspiraciones de un pueblo cuyo sufrimiento es bien conocido.
La mejor manera de manifestar nuestra solidaridad y ayudar a ese pueblo a organizar un sistema democrático, original y pluralista, es evitando colaborar con los que le hacen una guerra real y sanguinaria y no atentando diariamente contra su economía.
Por eso Francia ha escogido --a pesar de todas las dificultades-- manifestar concretamente una solidaridad activa, aunque siempre crítica, al gobierno nicaraguense.
S.: Se tiene la impresión de que, a pesar de sus tomas de posición y del acuerdo franco-mexicano, Francia no logra influir sobre la política de los Estados Unidos en América Central. ¿Es también esa su opinión?
A.B.: El que no hayamos tenido mucho éxito no implica que debamos abandonar nuestros compromisos. Decimos a los Estados Unidos, nuestros aliados: es necesario tener en cuenta que países como El Salvador han estado en manos de una oligarquía feroz que ha atentado permanentemente contra los más humildes. No les han dejado expresarse democráticamente, no han dejado actuar a los partidos, han asesinado sus líderes, a los demócratas, a los sacerdotes que querían expresar una voz de justicia. En una palabra: han desesperado a sus pueblos.
Cuando los jóvenes, la gente humilde y los intelectuales se juegan la vida pidiendo más justicia social, no es porque hayan recibido instrucciones de países extranjeros. Todo ello obedece a una situación de profunda injusticia social. Por eso nosotros decimos a los Estados Unidos: las democracias occidentales tienen que ser consecuentes consigo mismas. Si nosotros queremos traducir un modelo y compartirlo con otros pueblos, hay que entender que, además de democracia, existe un profundo anhelo de justicia.
Eso explica la posición francesa en El Salvador en favor de una solución negociada que tenga en cuenta los intereses de todos los elementos en presencia. Francia cree que, entre estos, deben figurar los representantes de los que tuvieron que tomar las armas porque no se les dejaba vivir en paz.
S.: ¿Se puede pensar que Francia podría incrementar su colaboración con España de cara a América Latina?
A. B.: La misma pregunta podría ser formulada al gobierno español. Creo que España --dirigida por los socialistas-- es un país con quien tendremos que tener conversaciones y, si es posible, llegar a acciones comunes y solidarias en dirección de América Latina. Pero, claro está, España tiene su propia política hacia Latinoamérica.
S.: ¿Cuál es su diagnóstico sobre las relaciones franco-colombianas?
A. B.: Quiero enfatizar que nosotros tenemos especial interés y consideramos como una prioridad tener buenas relaciones con Colombia, especialmente dado el hecho de que las tomas de posición del presidente Belisario Betancur han impresionado en Europa y, en especial, al Presidente Francois Mitterrand. Nosotros estudiaremos, pues, con particular interés, de qué modo se pueden solucionar los problemas o malentendidos entre nuestros dos países. Y, desde luego, por parte de Francia habrá una total buena voluntad para llevar a cabo ese objetivo. Nosotros esperamos que ese interés sea mutuo.