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MISION IMPOSIBLE

Invertir en los antiguos países comunistas es <BR>una aventura que muchos han pagado caro.

14 de enero de 1991

Bruno Galiotto es un italiano de 45 años que esta a punto de perder lo que ha construido en una vida de trabajo. La razón: haber creído en la apertura económica que se anunció, con bombos y platillos, en los países de Europa oriental.

Hace seis meses hizo maletas, encargó a sus familiares de su fabrica en Italia y se lanzó a la conquista del mercado del Este. Atraído por la idea de encontrar mano de obra barata, combinada con la fiebre consumista que se adivinaba como reemplazo del aburrimiento comunista, montó la sucursal de "Jugo Walk", su fábrica, en Belgrado y comenzó a sonar cómo multiplicaría el millón y medio de dólares que habla invertido.

Hoy se encuentra en el casino del Hotel Intercontinental tratando inútilmente de que la suerte le sonría en el juego del black jack, mientras abriga la remota esperanza de que las autoridades yugoslavas hagan algo para que pueda recuperar siquiera sus máquinas. Afirma que los 330 obreros que había contratado decidieron tomarse la fábrica y que desde hace más de un mes no puede entrar en sus instalaciones.

La situación del industrial italiano no es un caso aislado. Según una fuente de la oficina agregada comercial de la embajada de Italia en Belgrado, existen por lo menos siete casos de empresarios del calzado de ese país que se encuentran en condiciones similares o peores. Aunque prefieren no hacer demasiado escándalo para evitar mayores dolores de cabeza, se calculan varias decenas de empresarios que sufren actualmente en ese país las consecuencias de haber sido los adelantados del Este.

El caso de Yugoslavia es apenas la muestra de un botón. La mayoría de empresarios europeos que soñaban con El Dorado en los países del exbloque socialista, se hallan preocupados. Eduardo Liria Fernández, un inversionista español del área alimentaria, considera que el gran problema es la falta de tradición empresarial que existe en el este. "Tuvimos una reunión con nuestros socios soviéticos para hablar de la estrategia que debe seguirse. Pedí un listado de clientes y me respondieron que nunca lo habían hecho. Ese día entendí que teníamos que empezar a enseñarles a hacer empresa".

Los inversionistas europeos que contaban entre sus planes con dificultades como la casi nula convertibilidad de la moneda de los países del Europa oriental, o la inestabilidad política, o inclusive la archiconocida burocracia, parecen haber olvidado un asunto capital: la supervivencia de la cultura comunista. Casi medio siglo de historia, en donde los postulados de "explotación del hombre por el hombre", "propiedad colectiva de los medios de producción" y "economía planificada", guiaban el pensamiento anticapitalista, han hecho mella en el comportamiento.

Y no sólo en los trabajadores. Los funcionarios yugoslavos y los directores de medios de comunicación a donde se fue a quejar Bruno Galiotto, subrayaban con asombro la intención manifiesta del industrial italiano era ganar dinero. "No les parecía honrado que yo hubiera ido a montar una fábrica en Yugoslavia con fines lucrativos", dice

La mano de obra barata, que ha llegado a calcularse hasta en 40 dólares mensuales, también parece haber resultado un espejismo. El hecho de que los trabajadores de los países comunistas se hubieran acostumbrado a ganar su salario trabajaran o no trabajaran, no es precisamente la mejor costumbre ni el mejor antecedente para construir un "modo de producción capitalista". En Moscú por ejemplo, según cuenta un constructor español, si se quiere hacer un edificio, puede llegar a tardarse hasta siete años. Y si usted quiere terminarlo en un tiempo prudencial tiene que ir a contratar mano de obra filipina.

Las interpretaciones sobre lo que está sucediendo con las empresas europeas en los países del Este son bien variadas. Un funcionario de la embajada colombiana en Yugoslavia afirma: "lo que pasa es que mientras no se haya definido el concepto de la propiedad es imposible pensar en invertir". Otros consideran que lo que ha ocurrido es que los trabajadores ven ahora mucho más fácil la posibilidad de organizarse y luchar por sus reivindicaciones que bajo las dictaduras comunistas.

El ministro de Asuntos Exteriores del "gobierno en la sombra" italiano, el comunista Giorgio Napolitano afirma que el problema en estas nuevas democracias consiste en que "las políticas neoliberales pueden producir tal grado de tensiones y confusiones que darán lugar a fenómenos de ingobernabilidad a todo nivel"

El hecho es que la preocupación en Europa ha llegado al punto de que algunos medios de comunicación se han dado a la tarea de recomendar prudencia a los ejecutivos inexpertos que viajan al Este con la cartera llena de proyectos. Completas cartillas como la publicada hace unos meses por el Financial Times, sugieren cosas tan elementales como llevar fotos para renovar los documentos y cuidarse de los taxistas.

Probablemente los únicos que han asumido una postura un poco aterrizada son los capitalistas financieros quienes desde hace varios meses advirtiera que "el paso de una economía planificada a una de mercado en Europa de este no podrá hacerse sin dolor", como afirmó Michael Camdessus, director del FMI. Pero lo que nadie imaginaba es que al lado del dolor de los ciudadanos de esa Europa, también iba a sentirse de los inversionistas occidentales.