RACISMO

“El choque de las civilizaciones es una ficción”

El reconocido analista Moustafa Bayoumi habló con Semana.com sobre el ascenso de la islamofobia en Occidente.

2 de enero de 2015
Una de las manifestaciones del movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. En el recuadro, el profesor Moustafa Bayoumi. | Foto: Cortesía / AP

Moustafa Bayoumi, autor del libro “How Does It Feel To Be A Problem?” sobre la inmigración musulmana a Occidente, habló con Semana.com sobre la ola de rechazo sufrida por los inmigrantes de Oriente Medio en Alemania y otros países, así como sobre la manera de afrontar ese problema.

Semana.com: En el mes de diciembre se dispararon las acciones contra los musulmanes en todo el mundo. El movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA, por sus siglas en alemán) reunió a casi 20.000 manifestantes en las calles de Dresde, en Suecia desconocidos incendiaron dos mezquitas, en Australia, Holanda y Reino Unido los movimientos xenófobos se fortalecen... ¿Hacia dónde está evolucionando la discriminación antiislámica en esos países?

Moustafa Bayoumi:
La discriminación antimusulmana es un problema creciente, que nuestros políticos en Occidente entienden mal y al cual no le prestan la suficiente atención. Los musulmanes de Occidente, en particular en Europa, suelen ser vulnerables debido a su estatus de inmigrantes y a su situación social. Como con frecuencia son políticamente débiles o marginales, es incluso más importante que los políticos tomen su vocería para preservar sus derechos humanos. De otro modo, seguirán siendo un objetivo fácil para el odio y para los oportunistas políticos.

Semana.com: Los terroristas de Isis han dicho que quieren extender su influencia por varios países, y han amenazado a los ciudadanos de Europa y Estados Unidos. ¿Cómo distinguir los razonables temores que esas amenazas suscitan, del odio étnico y racial que también anida en las sociedades occidentales?


M. B.: Si cada europeo o estadounidense del común asume que todos los musulmanes son miembros de Isis o extremistas en potencia, entonces todo está perdido. El punto de partida debe ser el contrario, y ese es un principio que se le debe aplicar a todo el mundo. Nunca deberíamos asumir que la gente es culpable sin haber previamente comprobado que no es inocente. Hacer lo contrario es filosóficamente reprochable y le hace el juego a grupos como Isis, que se aprovechan de la alienación de algunos musulmanes de Occidente.

Semana.com: Los extremistas –pero también muchas personas de pensamiento liberal– consideran que ‘el islam no es compatible con la democracia’. ¿Qué piensa de esa afirmación?

M. B.: Que no es cierta. Esos argumentos sobre el islam y la democracia son simplistas, tanto respecto al islam como respecto a la democracia. Por un lado, los mayores países musulmanes –como Indonesia, Turquía, Malaysia e India– cuentan con democracias operativas. Por el otro, varias de las mayores democracias del mundo no son todo lo democráticas que pretenden ser. Estados Unidos, por ejemplo, presenta grandes niveles de nepotismo y corrupción (que por lo general se maquilla como lobby).

Semana.com: La militancia yihadista suele evolucionara hacia lo peor... ¿Podrían las marchas y los ataques antimusulmanes desencadenar una respuesta contra Occidente?

M. B.: Estoy convencido de que el choque de las civilizaciones es una ficción. Las personas, las culturas, las naciones y las sociedades son demasiado complicadas como para meterlas en un enfrentamiento de ‘todo o nada’ contra una supuesta oposición. Sin embargo, algunas personas –tanto en Occidente como en Oriente– creen con tanta fuerza y tan erradamente en un choque de civilizaciones, que pueden terminar haciendo que la profecía se autocumpla. Nuestro deber moral es prevenir que algo así suceda.

Semana.com: ¿Cuál cree usted que debe ser el punto de partida de una organización, ONG, país o programa internacional que quiera intervenir con éxito en este campo?

M. B.: La estrategias para combatir el odio y la intolerancia no pueden ser programas dictados desde arriba. Lo que tienen que cambiar son las actitudes y la mejor manera de lograr ese objetivo es interviniendo a escala local. Si la gente se siente obligada a adoptar una posición porque así se lo dicen el gobierno federal estadounidense o la Unión Europea, es previsible que se resista. Hay que comenzar desde la cultura popular. Necesitamos una representación más compleja (ojo: compleja, no positiva) de todo lo que implica la vida de un inmigrante en Europa.