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MUERTE EN EL AIRE

El atentado contra el avión de Air India parece ser obra de los sikhs.

29 de julio de 1985

La catástrofe del avión de Air India que se estrelló en el mar a pocos kilómetros de las costas de Irlanda está a punto de ingresar en la galería de los misterios más sangrientos de la navegación aérea. Con 329 personas a bordo, 77 de las cuales eran niños, el doloroso hecho no encontraba solución una semana después de ocurrido. Sólo conjeturas había para absolver el por qué y el cómo.
La nave, un Boeing 747, considerado por los expertos como el tipo de avión más seguro del mundo, había salido de Montreal y se aprestaba a aterrizar en Londres, escala obvia en su viaje hasta Nueva Delhi y Bombay. La mayoría de sus pasajeros era de origen hindú, e incluía a muchos que tenían la nacionalidad canadiense, país este último donde se halla radicada una importante colonia india (200 mil personas) dentro de la cual coexiste un importante sector sikh, nacionalidad que lucha por su independencia del gobierno central de Nueva Delhi.
A sólo media hora del aeropuerto londinense de Heathrow, cuando iniciaba la maniobra de descenso para sobrevolar Irlanda,el Jumbo desapareció del control aéreo. "Como la caída de una piedra o como si una comunicación telefónica hubiera sido cortada". Horas después, cientos de cadáveres eran recogidos en el Atlántico, bajo la lluvia y en medio de olas de cuatro metros. Ni un S.O.S Mayday había alcanzado a lanzar el piloto, el veterano comandante H.S. Narendra, de 57 años de edad.
¿Qué causó la tragedia? Las conjeturas, que son muchas, en últimas tienden a confirmar la tesis de un atentado terrorista perpetrado por militantes sikhs para "castigar" al gobierno del primer ministro Rajiv Gandhi. Extremistas de esa nacionalidad fueron los autores del atentado que costó la vida de Indira Gandhi el año pasado, en represalia por haber manejado con mano de hierro las demostraciones separatistas sikhs en el Punjab.
Tal tesis se vio reforzada cuando un supuesto vocero de la Federación de Estudiantes Sikhs, que es una agrupación radical que poco tiene que ver con la prudente actividad que su nombre indica, se atribuyó el atentado. La misteriosa voz manifestó que hablaba en nombre del "Décimo Regimiento Sikh" nombre extraño que ni los expertos en el movimiento separatista desentrañaron pero que aparecía en la llamada como el "brazo armado" de la FES. Por otra parte, el mismo domingo del accidente fueron hechas llamadas telefónicas a medios de prensa norteamericanos y canadienses para también reivindicar el atentado a nombre de un tal "ejército de liberación de Cachemira".
Aunque horas después los voceros reales de la Federación de Estudiantes Sikhs rechazaron tener alguna responsabilidad en la explosión del Boeing, la hipótesis señalada prevalecía hasta el punto de que el Ministro canadiense de asuntos exteriores empleó por primera vez en ese asunto la denominación de "acto terrorista", aunque concedió para los sikhs "el beneficio de la duda" ante la imposibilidad de señalar oficialmente a ninguna organización como responsable, hasta el momento.
Por otra parte, el estallido de otra poderosa bomba en el departamento de equipajes del aeropuerto de Narita, cerca de Tokio, catapultó el temor de que manos criminales estuvieran envueltas en los dos hechos. Al menos la policía japonesa emprendió sus investigaciones siguiendo "una pista sikh" ya que el avión que llevó a Narita la maleta que explotó había partido de Vancouver, Canadá.
¿Una red terrorista plantó las bombas en los dos aviones con la esperanza de que ambos estallaran cuando volaran sobre la India? Esa parece ser la deducción de la policía canadiense, que estima que dos sospechosos sikhs pudieron ser los autores del doble crimen.
Lal Singh es el nombre de uno de ellos. Se dice que él compró un pasaje para el vuelo Vancouver Tokio Delhi pero no subió a bordo a pesar de que sí entregó su equipaje. Otro nombre, Ammand Singh, era afanosamente buscado bajo el cargo de ser, como el anterior, un terrorista involucrado en un complot para asesinar al Primer Ministro hindú durante su reciente visita a Estados Unidos. Ammand Singh habría recibido entrenamiento en noviembre pasado en explosivos en un campo de mercenarios en Estados Unidos, según el diario Globe and Mail de Toronto. El diario afirma que los dos individuos fueron reconocidos por el director del campo, un ex combatiente en Vietnam.
El gobierno hindú, consciente de que una acusación suya contra los extremistas sikhs podría desencadenar nuevos linchamientos masivos de miembros de esa nacionalidad, aparentemente ha decidido ser prudente hasta que la investigación ordenada por el primer ministro arroje resultados concretos.