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Los decomisos de drogas se han vuelto pan de cada día en el país austral. En la foto, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el entonces ministro de Justicia y Seguridad. Ricardo Casal, inspeccionan un alijo encontrado en Ingeniero Budge. | Foto: A.F.P.

ARGENTINA

La maldición de la droga llega a Argentina

Como una enfermedad infecciosa, el narcotráfico amenaza apoderarse del país gaucho. La sociedad se siente desprotegida y el Estado no parece reaccionar a la altura del problema.

30 de noviembre de 2013

Y de pronto, Argentina despertó a la realidad: la droga se coló por las fronteras porosas y abandonadas, llegó en vuelos clandestinos no detectados por falta de radares, avanzó por rutas sin gendarmes, corrompió el tejido policial, se empezó a procesar en ‘cocinas’ en los suburbios de las grandes ciudades, se instaló en las villas miseria, se vende en las esquinas de los colegios de clase media, mientras que narcos colombianos viven con opulencia en los barrios cerrados del norte de Buenos Aires y son asesinados en pleno centro porteño.

En las últimas semanas las alarmas crecieron: la Corte Suprema y la cúpula de la Iglesia emitieron duros documentos alertando sobre el flagelo, al tiempo que las noticias daban cuenta de cada vez más hechos vinculados al narcotráfico: en Flores, no lejos del barrio donde nació el papa Francisco, balearon a cinco personas; en José León Suarez, en el norte del conurbano bonaerense, un niño de 13 años fue acribillado a tiros en un enfrentamiento entre dos bandas de vendedores, tras de lo cual los familiares asaltaron la comisaría. Y el gobernador de la provincia de Chubut ordenó a todos sus funcionarios hacerse una rinoscopia.

“Según las Naciones Unidas, somos el primer consumidor de América Latina, el 2,6 por ciento de la población, cuando el promedio en la región es el 1 por ciento; somos el tercer exportador mundial y en los últimos años nos convertimos en un país de consumo y de procesamiento”, dijo a SEMANA el diputado Gustavo Vera, director de la cooperativa La Alameda, que se dedica a la lucha contra la trata de personas y la esclavitud laboral.

Las bandas aprovechan las fronteras, en particular con Bolivia, por donde miles de personas cruzan extensiones que nadie controla, vadeando ríos sin agude a y cargando enormes bultos, que se recogen del otro lado y se transportan en caravanas que se dirigen hacia el centro del país por carreteras como la 34, a la que han apodado la ruta de la cocaína, desde Salta hasta Santa Fe.

Pero, como dicen, esa es la menudencia, porque “lo grande viene por el cielo”. Se calculan más de mil pistas clandestinas. Según un informe de la Auditoría General, el 30 por ciento del Sistema Nacional de Aeropuertos no tiene presencia de la Policía de Seguridad Aeroportuaria y en el norte solo operan tres radares. La ausencia del Estado es palpable y desde el 19 de marzo la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) se encuentra acéfala.

Los jueces de las provincias del norte, Tucumán, Salta y Jujuy, señalaron que las causas penales por droga aumentaron en un 85 por ciento en siete años. “Las cárceles federales colapsaron y por ese motivo muchos presos son liberados o trasladados a comisarías, por eso piden la construcción de cárceles, la designación de jueces y personal”, escribe el editorialista del periódico El Tribuno de Salta.

La dispersión de las 24 policías provinciales y cuatro federales impide articular políticas nacionales. A esto se agrega la corrupción: en el último año, las cúpulas de las policías de las provincias de Santa Fe y Córdoba fueron descabezadas por connivencia con el narcotráfico. SEMANA habló con el fiscal Enrique Senestrari, de Córdoba, quien lideró las pesquisas. “En cuanto a la infiltración, en Córdoba ha sido muy grave. Hemos tenido durante tres años una relación promiscua de policías con personas involucradas en delitos e investigaciones muy irregulares”, dijo.

El descubrimiento de laboratorios que pueden producir hasta 700 kilos de cocaína por mes crece aceleradamente. Según Daniel Gallo, periodista especializado en el tema, “empezaron a surgir con fuerza en los últimos cuatro años. Dos de esos centros de producción descubiertos en los últimos 16 meses ingresaban en el mercado más cocaína que las 5,6 toneladas decomisadas este año”.


Hace diez años, la Sedronar señalaba la desarticulación de diez laboratorios artesanales que procesaban mínimas cantidades, pero este año ya han descubierto 20 cocinas solo en Buenos Aires, y el año pasado fueron 21.

Rosario, un pujante centro cultural, agrícola y ganadero, se ha convertido en la narcocapital. Para Rafael Bielsa, exsecretario de lucha contra el narcotráfico, “en lo que va del año hubo en Rosario 214 homicidios. Esto da una tasa de 21 homicidios cada 100.000 habitantes, una cifra parecida a la de Ciudad Juárez”, sostuvo. Los niños, o soldaditos, son usados como vigilantes o vendedores, con un celular y una pistola, y son los primeros en morir en los enfrentamientos. Este año, 60 niños murieron en circunstancias violentas en las barriadas de esa ciudad.

En la Capital Federal, en la villa 1.11.14 de Flores, los vendedores de droga se encuentran “sentados en cajones de manzanas, en sillas en medio de los pasillos, con riñoneras cruzadas al pecho, siendo celosamente custodiados por satélites y personas armadas que controlan que la actividad se desarrolle sin mayores inconvenientes”, según un informe policial que relata cómo las fuerzas de seguridad deben abrirse paso entre barricadas. No serán las favelas de Río de Janeiro ni los barrios de Medellín, pero poco a poco empiezan a parecerse.

Los colombianos

Desde hace varios años, la presencia de colombianos vinculados con el narcotráfico es cada vez mayor, aprovechando la posibilidad de lavar dinero en un país donde solo ha habido dos condenados por este delito. El presidente de la Cámara Federal de Salta, Jorge Luis Villada, denunció que en los últimos tres años se instalaron unos 8.000 colombianos en esa región, aunque el embajador colombiano Carlos Rodado Noriega la consideró una cifra exagerada. Senestrari contó a SEMANA que en junio fue desarticulada una banda de colombianos que tenía una red de trabajo clandestino en la cual fueron rescatados 209 connacionales en situación de trabajo esclavo.

A fines de octubre, siete colombianos que vivían en Nordelta fueron detenidos con más de 100 kilos de cocaína. Hace un año, había sido apresado el líder del cartel los Urabeños, Henry de Jesús López Londoño, alias Mi Sangre, pero el jueves se suspendió el juicio para su extradición. En 2011 fue detenido Ignacio Álvarez Meyendorff que vivía desde 2005 en Puerto Madero y fue extraditado a Estados Unidos así como Luis Caicedo Velandia, alias Don Lucho.

Los homicidios se han hecho frecuentes: en agosto a un colombiano lo asesinaron unos sicarios en un bar de la calle Rivadavia, en junio otro fue encontrado muerto en su hostal, en abril, el cadáver de uno más fue encontrado en una bolsa de basura en el barrio de Colegiales, en 2012, fue asesinado Jairo ‘Mojarro’ Saldarriaga en plena avenida Santa Fe del centro porteño y en 2008 mataron en el centro comercial Unicenter a Héctor Edilson Duque Ceballos, alias Monoteto –el hombre de confianza de Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, el jefe máximo del cartel de droga La Cordillera– y a su acompañante. 

La situación es crítica, pero aún no se ven medidas de fondo y la gente mira con preocupación que su país se adentre por los dolorosos caminos que ya recorrieron México y Colombia.