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'Ceci' hizo empatía con los periodistas de la Oficina de Prensa del Alto Comisionado de Paz | Foto: Semana.com

CRÓNICA

Murió la ‘Niña Ceci’, la consentida del proceso de paz en La Habana

Una perrita callejera se ganó el cariño de los negociadores del gobierno, las FARC y los periodistas que asisten a diario al Palacio de las Convenciones.

Jairo Tarazona, especial para Semana.com
20 de febrero de 2016

Todos los días, Ceci se apostaba en la entrada del pasillo donde hacen su ingreso las delegaciones encabezadas por Humberto De la Calle e Iván Márquez, en la parte baja del Palacio de Convenciones, en el mismo lugar en el cual los voceros de la guerrilla montan el atril para echar su discurso diario.

Sólo ella lograba colarse hasta el sitio y era la única que sin autorización, veía en primera fila el desfile de guerrilleros, funcionarios, camarógrafos y periodistas, y escuchaba en primer plano lo que allí se decía en público y en privado , no faltó incluso, quien la calificara de espía.

Y no era que a Ceci le interesara saber los pormenores de las negociaciones de paz, o conocer a los protagonistas de este hecho histórico. Hizo empatía con los periodistas de la Oficina de Prensa del Alto Comisionado de Paz, quienes en una noche lluviosa le dieron un bocado que calmó su hambre y la consintieron con palabras que muy pocas veces oía en las calles habaneras donde transcurrió su vida.

El camarógrafo Leonardo Vargas, recordó que junto con sus compañeros del equipo de prensa del Gobierno, llegaron al hotel después de comer, “la vi de lejos, en la entrada, los celadores no la dejaban acercar, me dio mucha tristeza porque era un animalito que estaba muy mal, flaco, decaído”.

Agregó que “siempre traemos enlatados de Colombia, le llevé unas salchichas, pero la perrita no se acercaba, tenía mucho miedo de los humanos, mi primera reacción fue buscar un punto medio entre ella y yo, y dejarle la comida para que empezara a acercarse a nosotros”.

Marcela Durán, gerente de Comunicaciones del Comisionado de Paz, contó que la bautizaron como Ceci, porque la encontraron a la salida del restaurante La Cecilia, uno de los más conocidos de la capital cubana, en el exclusivo sector de Playa, Miramar.

“Ella era una perrita temerosa, maltratada, que tenía mucha hambre, caminó con nosotros hasta la oficina en el Hotel Palco y así comenzamos a tener ese vínculo de afecto que se fue construyendo con el tiempo, porque era difícil tener contacto físico con ella”, destacó.

Al día siguiente Ceci regresó al hotel a buscar a sus protectores y ahí empezó un vínculo indisoluble, hasta el punto que no faltaba a la cita diaria. “Eso fue muy chévere, un día íbamos en un carro, logra identificarnos y salió a correr, persiguiéndonos, nos dimos cuenta que había empezado a encariñarse con nosotros y nosotros con ella”, comentó Leonardo.

La tercera vez que la perrita los sorprendió, fue cuando la encontraron muy temprano, esperándolos en la pasarela por donde ingresan los negociadores. “No sabemos cómo llegó, fue una sorpresa verla junto a nosotros, desde entonces nos acompañaba todos los días en los últimos meses”, agregó Leonardo.

 Camila Cienfuegos, una de las delegadas de la guerrilla de las FARC, señaló que Ceci, entre bambalinas, logró ganarse un espacio en el proceso de paz. “Era muy popular entre nosotros, todos las queríamos, era la mascota tanto del equipo negociador de las FARC, como del Gobierno, de los periodistas, de hombres y mujeres que hacemos parte del cubrimiento, Cecilia era un espectador más”.

La periodista Jenny Carolina González, del equipo de comunicaciones del Gobierno, acotó que fue tanto el apego, que la mascota siempre los esperaba en los alrededores del hotel, “cuando salíamos a trabajar e incluso cuando nos regresamos a Colombia. Nos cuentan que cuando nos íbamos de Cuba en los recesos de las negociaciones, ella merodeaba todos los días el lugar, nuestro temor era que cuando regresáramos ya no estuviera.”

La fidelidad de Ceci es comparada con la de Hachiko, un perro de raza Akita, que esperó varios años a su dueño Hidesaburo Ueno, en la estación de trenes de Shibuya. El profesor Hidesaburo murió en 1935, tras sufrir una hemorragia cerebral cuando dictaba una de sus clases de ingeniería agrónoma de la Universidad de Tokio.

El perro, pese a la muerte de su cuidador, nunca se movió del lugar durante 9 años y siempre estuvo atento de su regreso, a la hora que él llegaba del trabajo. El can murió de una infección, aguardando a su amo.

Cuando la delegación colombiana regresaba a Bogotá, Ceci era recomendada a los botones del Hotel Palco para que la cuidaran, e incluso hablaron con la administración para que no la ahuyentaran de los alrededores. No faltaron los huéspedes que indagaron por la presencia del animal, a quienes los empleados explicaban que se llamaba ‘la colombiana´ y pertenecía a un grupo de colombianos que se alojaba en ese lugar.

La mascota motivó varias discusiones sobre su futuro, unos proponían llevarla a una guardería en La Habana, otros conseguir una familia que la cuidara, incluso se planteó la posibilidad de llevarla a Colombia, pero algunos decían que no había que sacarla de su entorno.

“Ella vivía en la calle y esa era su ley, pensamos traerla a Colombia, pero nos daba temor que tuviera consecuencias en su salud por la sedación porque ya era una adulta de 7 años y tenía que viajar tres horas en avión”, acotó Marcela Durán.

Diego Bonilla, periodista de La FM, colaboró con dinero para llevar el animal al veterinario a esterilizarlo y revisarle la pata izquierda de la cual cojeaba; con el camarógrafo Norbey Hernández buscaron en La Habana un collar pero fue imposible encontrar uno.

“La solución fue un cable del micrófono, aprovechamos que estaba acostada y procedimos a amarrarle la cabeza y meterla a un camioneta, eso fue un escándalo, chillaba, la gente del segundo piso del Palacio de las Convenciones salió y nos gritaba que la dejáramos tranquila. Fue tanta la bulla, que hasta algunos negociadores de las FARC se asomaron “, relató.

En los exámenes, el veterinario descubrió que la perrita estaba embarazada, la esterilizó y la dejó en recuperación unos días. “Era un viernes, el veterinario llamó para avisar que se había escapado, pero horas después llegó al hotel del Palacio de las Convenciones y eso nos alegró a todos”, añade con una sonrisa Bonilla.

El pasado 17 de enero cuando estaban en la casa del embajador de Colombia en Cuba , Gustavo Bell Lemus, Leonardo Vargas, el camarógrafo del comisionado de paz, recibió una llamada de uno de sus compañeros con la triste noticia: en la avenida frente al hotel Palco, yacía el cuerpo de un animal parecido a Cecilia.

“Me dijeron que la había cogido un carro, de inmediato fui a verificar la información y era ella, tristemente. Al final de cuentas fue bueno que hubiéramos estado ahí porque le dimos un entierro digno al animalito que hubiera podido terminado en cualquier lado, tirada y desechada como si no hubiera representado nada, porque ella representó una parte importante, una alegría durante todo este tiempo que estuvimos en la Habana”, contó.

Leonardo, junto con Rudy, un cubano que los ayuda en la oficina, retiraron la mascota de la mitad de la calle, la empacaron en una bolsa y la enterraron en un campo abierto en inmediaciones del sector del Laguito, cerca al Palacio de las Convenciones. “El hizo un ritual como de santería, con unas monedas en honor al dios de la muerte, fue una vaina muy bonita, muy simbólica”, contó con resignación el camarógrafo.

La muerte de Cecilia conmovió a todos los que la conocían y disfrutaban de su alegría y nobleza. “El doctor Humberto De la Calle, que le llevaba galletas, las sacaba del bolsillo y se las daba, estaba muy acongojado cuando se enteró, porque ella era un paraíso de afecto. Para nosotros hay una especie de luto. No quiero exagerar, pero los que saben que significa una mascota entienden eso, hay mucho dolor, desconcierto. Es muy duro estar sin Ceci en La Habana”, recalcó Marcela Durán.

Para la delegada de las FARC Camila Cienfuegos, la muerte del animal dejó un gran vacío, “Ceci siempre llegaba antes que nosotros a las puertas de ingreso al salón de negociaciones, es una perdida sensible, era la mascota del proceso, no alcanzó a ver una eventual firma del acuerdo de paz”.