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OJO CON EL OSO

Los bombardeos a los serbio-bosnios obligan a Yeltsin a ponerse del lado de los serbios, lo cual es una amenaza para la paz de Europa.

9 de octubre de 1995

EN EL COMPLEJO AJEDREZ que es la guerra civil de la antigua Yugoslavia, donde ni siquiera el tablero es en blanco y negro, es muy difícil determinar cuál va a ser la siguiente jugada del adversario nominal de turno. La semana anterior, cuando se iniciaron los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte -Otan- contra los serbio-bosnios, las motivacioses de la operación parecían tan claras como el agua.
Al fin y al cabo el ataque de artillería de los serbio-bosnios contra un mercado de Sarajevo, en el que murieron 37 personas, era la gota que llenaba un vaso ya a medio colmar con muchas otras atrocidades y como las limpiezas étnicas, los éxodos forzados, los campos de concentración y las violaciones masivas de mujeres, todos crímenes atribuidos a los serbios de Bosnia.
Con ello en mente, los estrategas de Washington, París y Londres, principales defensores de la retaliación armada, lanzaron a sus aviones contra los serbios para obligarlos a retirar su artillería de una zona de exclusión de 20 kilómetros alrededor de Sarajevo. Todos ellos sabían, sin embargo, que la apuesta era alta, porque de no lograrse prontamente el objetivo, esa estrategia podría convertirse en un disparo por la culata.
Y al cierre de esta edición ese parecía ser el derrotero de los acontecimientos en ese teatro impredecible. El general serbio-bosnio Ratko Mladic, luego de simular que cumplía las exigencias de la Otan, resolvió trasladar sus piezas de artillería a zonas densamente pobladas, lo que se convirtió en un factor limitante para el éxito de la operación aérea, por las posibilidades de causar una tragedia de proporciones aún mayorres de la que la Otan quería castigar. Los serbio-bosnios argumentaron algo que parecería muy lógico desde su punto de vista: Si retiramos nuestras armas, quedaremos a merced de nuestros enemigos los bosnios musulmanes.
Pero más grave aún, el anuncio del jueves de que los ataques se reanudarían logró poner contra la pared al presidente ruso Boris Yeltsin, quien para apaciguar a los miembros más radicales de la 'duma' (parlamento), tuvo que colocar a su país del lado de sus aliados tradicionales, los serbios.
Lo cierto es que, como dicen los analistas, los aviones traspasaron la 'línea Mogadiscio', una expresión en boga acuñada el año pasado en Somalia para significar que los mediadores se han inclinado a defender a una sola de las partes en conflicto. Yeltsin dedicó buena parte de su rueda de prensa del viernes a fustigar a la Otan. Dijo que aunque Rusia firmó con esa organización una 'Asociación para la Paz', ese esfuerzo se podría ir a tierra si continuaban los bombardeos, y que la ayuda humanitaria a los serbios, que anunció, podría convertirse en apoyo militar. Para culminar, Yeltsin aprovecho para atacar los planes de la Otan de acoger a los países de la antigua órbita comunista con unas palabras que sonaron apocalípticas: "La decisión de bombardear a los serbios es la primera señal de lo que ocurriría cuando la Otan llegue a las fronteras de la Federación Rusa. Las llamas de la guerra podrían estallar por toda Europa".