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OTRA VEZ CHAVEZ

Mientras la política de Moscú se convulsionala revolución islámica alcanza a una nueva región del <BR>sur de la Federación.

20 de septiembre de 1999

Una nueva guerra sacude al Cáucaso, cadena montañosa que separa dos continentes pero
que concentra los conflictos que hacen temblar a Europa y al Asia. El islamismo, ese temido fenómeno de
las ultimas décadas, gana cada vez más fuerza entre los habitantes de esta frontera natural. Esta vez el 'punto
caliente' es Daguestán, 'el país de las montañas', la más multiétnica, la más violenta y una de las más pobres
repúblicas de la Federación Rusa. Desde la semana pasada las fuerzas rusas se esfuerzan en aniquilar,
mediante bombardeos y ataques de artillería, la incursión desde la vecina república de Chechenia de un
ejercito islámico de más de 1.500 combatientes al mando del comandante Jattab y del legendario Shamil
Basaev, uno de los líderes chechenos que combatió contra Rusia en la guerra que sacudió al país entre 1995
y 1997. Los 'mujaidines' de Basaev recuerdan la pesadilla de Afganistán (1979-1989), primera derrota del
Ejército Rojo en su historia, y la catástrofe de Chechenia, en la que el ejército ruso fue derrotado en una
guerra que costó 60.000 muertos. La operación 'Imán Gamsat- bek' de Basaev y de Jattab puede ser el
inicio de una nueva guerra,. La pobreza y el IslamDaguestán tiene dos millones de habitantes, 80 por ciento de
los cuales no tiene empleo pues la mayoría de las fábricas están cerradas. El 90 por ciento del presupuesto
viene de Moscú y de poco le vale compartir la costa del mar Caspio, cuyas ricas reservas petroleras han
puesto a la región en la mira de las grandes compañías multinacionales.Con su población dividida en más de
30 nacionalidades, Daguestán es una fuente de conflictos étnicos. Sin embargo esta proliferación de etnias
le resta la unidad y la contundencia de la vecina Chechenia. Todo intento de secesión de Rusia llevaría no
solo a un conflicto con Moscú sino tal vez a una guerra civil que amenazaría la integridad del país. Los
acontecimientos empezaron a desarrollarse el año pasado cuando varios pueblos del sur de la
República, favorables a la secta wahabita, variante islámica mayoritaria en Arabia Saudita, declaró su
independencia, expulsó a los políticos e impuso la ley islámica. Si bien la mayoría de la población no apoya
a los islamistas, "la combinación de intelectuales radicales y de una masa de jóvenes pobres y descontentos
crea una situación social explosiva", dijo a SEMANA Alexander Iskandarian, del Centro de Estudios
Caucásicos en Moscú. Se dice que la intervención chechena pretende impedir la construcción del
oleoducto Baku-Sups, que conduciría el petróleo del mar Caspio desviando la ruta para no atravesar
Chechenia, como sucede con el actual. Rusia aspira doblegar a la república, quitándole todo instrumento
de presión o de chantaje económico. Se pueden desviar de Chechenia pero no pueden evitar a los
chechenos, contestan estos, que además de impedir la construcción del nuevo oleoducto estarían interesados
en conseguir una salida al Caspio, para así establecer un contacto directo con otras naciones islámicas. El
factor chechenoLo grave de la cosa es que la columna de 1.500 chechenos fuertemente armados que cruzó la
frontera para apoyar a sus hermanos siembra la amenaza de una nueva guerra que abarque toda la
región.La intervención chechena es muy importante, no sólo por razones económicas sino políticas. "Basaev
es el Che Guevara checheno, revolucionario que no se detiene en las estrechas fronteras de su país. Hoy es
el líder del grupo político más agresivo e influyente que propone la fundación de una gran Ichqueria, un Estado
islámico, que vaya del mar Negro al mar Caspio", dijo a SEMANA el analista Emil Pain, del Centro de
Investigaciones Etnológicas y Regionales de Moscú. Los especialistas rusos en la región estiman poco
probable el éxito de Basaev y sus mujaidines. "Es un movimiento que parece muy circunscrito y teleguiado
desde Chechenia, que no tiene base suficiente en Daguestán para desarrollarse", escribe el diario
Sivodnia. "A diferencia de Chechenia, el Islam no une a la población de la república, puesto que el
conflicto entre wahabitas y tradicionalistas los divide", escribe Nezavisimaya Gazeta. Sin embargo, el
hecho de que los acontecimientos se produzcan en una de las regiones más pobres de Rusia, donde los
secuestros, el robo de ganado, el crimen y la mafia son pan de cada día, como en Colombia, la hacen terreno
propicio para la rebelión. Por ello, según Pain, "la variante más probable es la gradual erosión del poder
estatal y el alejamiento de Daguestán de Rusia". O lo que es lo mismo, un nuevo paso en la islamización y la
separación del sur de la Federación Rusa. n"Puede repetirse Afganistán"Farid Azadullin, vicepresidente de la
Dirección Espiritual de los Musulmanes de la Rusia Europea, dio a SEMANA sus impresiones sobre el
conflicto en Daguestán.Semana: ¿Cómo evalúa usted los sucesos de Daguestán?Farid Azadullin: El
derramamiento de sangre es la manifestación de la crisis. Todos los países que atravesaron la época
postotalitaria viven un proceso doloroso.Semana: ¿A quiénes afecta más?F.A.: Esto afecta las regiones más
pobres del país, como Daguestán, donde el desempleo es muy alto debido al cierre de la mayoría de fuentes
de trabajo, y a la práctica paralización de la economía. Semana: ¿Como cree el desenlace?F.A.: Puede
repetirse Afganistán. Allí la guerra empezó muy fácil , pero duró 10 años, y todavía sufrimos sus
consecuencias. La situación en la frontera entre Daguestán y Chechenia puede desarrollarse así. Sin
embargo los musulmanes de Rusia estamos contra el extremismo. La mayoría de nuestros creyentes
son cumplidores de la ley, que no necesitan ese tipo de convulsiones civiles.Guerra y eleccionesEl
presidente Boris Yeltsin no podía dejar pasar el verano sin provocar un nuevo sobresalto. Moscú está vacía,
sus habitantes han cambiado la corbata porel azadón y no volverán hasta septiembre, cuando terminen de
recoger en sus minúsculas 'dachas' la papa que los alimentará todo el invierno. Por quinta vez en menos de
un año Yeltsin destituyó al primer ministro Serguei Stepashin y nombró a Vladimir Putin, jefe de la ex KGB.
Recluido en las afueras, apabullado por el 90 por ciento de impopularidad, preocupado por una sucesión que
garantice a su familia un buen pasar en la vejez, el avejentado líder coronó a Putin, además, como sucesor
presidencial, esperando que la suerte lo lleve al Kremlin en 2000.En los últimos meses los medios
informaron sobre los planes del Kremlin de utilizar el Cáucaso para aplazar las elecciones. Si bien esta
versión perdió piso, al convocar Yeltsin las elecciones parlamentarias para el 19 de diciembre, como está
planeado, se cree que los hechos del Cáucaso vienen a favor de Putin.Putin, el hombre de la KGB, continúa la
serie de miembros de los servicios de seguridad que, como Stepashin, ex ministro del Interior, o como
Primakov, antiguo espía en el Medio Oriente, ocupan el primer cargo en el gobierno. La diferencia está en que
cada vez los nuevos premieres son más desconocidos para el público. "Tal personaje puede asustar, pero no
encantar", comenta la revista Itogui. Pero Yeltsin quiere garantizar la lealtad canina de su sucesor para evitar
odiosas investigaciones sobre las cuentas de su familia, sobre sus propiedades en el exterior.La prueba de
Daguestán está ahí, para que Putin demuestre su poderío, barriendo de escena al temible Shamil, cuyo nombre
recuerda al héroe que condujo la guerra contra la Rusia de los zares el siglo pasado. Su primera medida fue
elevar a 1.000 dólares el sueldo mensual de los soldados rusos, quienes combaten a regañadientes, por
segunda vez en la década, en esta intrincada región.