PAROXISMO RACIAL EN COLOMBO
¿Qué fuerzas se mueven tras los violentos choques entre tamiles y cingaleses, que ya han dejado más de 200 muertos?
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A pesar de la censura impuesta por el gobierno, los testimonios provenientes de Sri Lanka, ex Ceylan, muestran que los ataques de la comunidad cingalesa contra la minoría tamil, son los más graves registrados desde la independencia de ese país, en 1948. Diferentes fuentes anuncian, en efecto, que entre 200 y mil son los muertos y 50.000 ahora son refugiados. Los incidentes se iniciaron el 25 de julio, después del entierro de 13 militares cingaleses asesinados, dos días antes, por la organización tamil "El Tigre" en represalia -dijeron esos guerrilleros- por la violación de cuatro mujeres tamiles por parte de policías cingaleses. La persecución de tamiles alcanzó su paroxismo en Colombo, la capital, en donde 52 de entre ellos fueron asesinados en la cárcel, por prisioneros cingaleses sin que, al parecer, los responsables de la prisión hayan intentado evitarlo. En las calles decenas de personas fueron quemadas vivas, mientras casas, almacenes y fábricas tamiles eran sistemáticamente saqueadas y destruidas. El 25 de julio, escribió el corresponsal del "Guardián" inglés, "Colombo daba la impresión de una ciudad bombardeada". Las mismas escenas se vivieron -se reconoció oficialmente- en otras ciudades como Kandy y Trincomali. El carácter sistemático de esas persecuciones prueba, según el gobierno, la existencia de un complot destinado a derribarlo, urdido por los tamiles extremistas, la oposición de Sri Lanka y algunos países extranjeros. ¿Cuáles? El periódico "Sun", próximo del régimen, respondió a esa pregunta al pedir el cierre de las embajadas de los "países de la cortina de hierro", Rusia y Alemania del Este, en particular. Los análisis hechos por los corresponsales occidentales desde Colombo no encajan, sin embargo, con la tesis oficial. Algunas actividades de las autoridades suscitan ciertos interrogantes: ¿Por qué, conociendo la tensión tradicional entre las dos comunidades, las autoridades permitieron exponer los cadáveres de los 13 militares asesinados por una organización extremista tamil? ¿Por qué no fueron trasladados los prisioneros tamiles de la cárcel Nelikade después de la primera matanza (35 víctimas), ni se incrementaron las medidas de seguridad, lo que facilitó, 3 días después, la segunda operación que causó otros 17 muertos? ¿Por qué, en fin, algunos grupos de militares -así lo revelan varios testimonios de turistas- asistieron imperturbables a las escenas de violencia contra los tamiles? Algunos observadores emiten en Europa una explicación: la fracción dura del partido UNP (Unión Nacional), actualmente en el poder, habría por lo menos utilizado, si no propiciado, las persecuciones de los tamiles con el fin de interrumpir la tímida apertura que el actual presidente, Junius Jaywardene, había empezado hacia esa comunidad y comprometer las perspectivas de la oposición, que había obtenido 47% de votos en las últimas elecciones presidenciales. Las medidas represivas anunciadas por el gobierno y que debian ser presentadas al parlamento afectan, en todo caso, al conjunto de la oposición, en particular a los principales partidos marxistas declarados fuera de la ley y cuyos más importantes dirigentes fueron detenidos. El gobierno decidió, por otro ladó, cerrar la imprenta que fabrica el periódico del "Partido de la Libertad", al que pertenece la antigua primera ministra, Sirimavo Bandaranaike, de tendencia moderada, así como la prohibición de todas las organizaciones tamiles. Una ley debería permitir la expulsión del parlamento de todos los partidos que militen en favor de la independencia o de la autonomía del país tamil (norte de Sri Lanka) y la pérdida de los derechos civiles, o el impelemento de ejercer su profesión, para todos aquellos que permanezcan en esos partidos, arsenal jurídico que, unido a los 200 tamiles muertos, auguran sombrías perspectivas para el futuro de Sri Lanka.