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El presidente en funciones del gobierno español, Pedro Sánchez, apabullado por la derrota en el Congreso español. Foto: AP | Foto: AP

España

Pedro Sánchez volvió a fracasar: el Congreso no aprobó su investidura

Al igual que en 2016, este año el líder socialista no concretó el apoyo de su aliado natural, Unidas Podemos. Después de la apabullante derrota de 155 votos en contra y 124 a favor, Sánchez tendrá otra oportunidad en Septiembre.

25 de julio de 2019

Los votantes progresistas en España no lo pueden creer. Después de haberse movilizado como hace tanto tiempo no se veía en unas elecciones generales en España el 28 de abril, después de haber votado estratégicamente para que el Partido Socialista (PSOE) sacara amplias mayorías en muchas regiones del país, después de haberle creído a los líderes de izquierda que era el momento de unirse para detener a la extrema derecha, después de todo eso parece increíble que Pedro Sánchez, líder del PSOE, no lograra llegar a un acuerdo con Pablo Iglesias, cabeza de Unidas Podemos (UP)

Desde el 28 de abril, los dos políticos comenzaron a negociar una posible coalición de gobierno, pero lo hicieron con distancia, sin nunca sentarse en la mesa a discutir seriamente cuáles eran las líneas rojas de cada bando. Esperaron a que quedara una semana antes del debate de investidura para que se sentaran y pusieran las cartas sobre la mesa. Al final, el tiempo y sus propios egos les jugaron una mala pasada: dos partidos que se alinean a la izquierda del espectro político y que deberían ser aliados naturales, terminaron rompiendo las negociaciones y dejaron a los votantes sorprendidos y decepcionados

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La estocada final ocurrió el jueves, cuando en el último día del debate de investidura Iglesias anunció que se abstendría de votar a favor de Sánchez. El resultado: la derecha y la extrema derecha consiguieron 155 votos en contra de Sánchez, frente a los 124 de los socialistas (apenas obtuvieron 3 votos más al de los 121 escaños de sus diputados). 

La historia de Sánchez se repitió. Ya había perdido el apoyo de Unidas Podemos en 2016, cuando al no conseguir sus votos perdió la investidura y España tuvo que volver a vivir otras elecciones generales. 

¿Por qué Sánchez perdió la votación? 

Pablo Iglesias puede ser testarudo, terco y repetitivo, pero definitivamente es un político claro en sus intenciones. Desde el 28 de abril, el líder de Unidas Podemos lo dijo de la manera más clara posible: la única forma de que Sánchez contara con los 41 escaños de su partido era si formaban un gobierno de coalición, en el que miembros de Podemos participaran activamente en carteras de gobierno. 

Sánchez puso las condiciones: primero dijo que Iglesias no podía estar en el gobierno. Aunque el líder de UP protestó y acusó a Sánchez de "vetarlo", terminó cediendo en ese punto. Luego, Podemos pidió una vicepresidencia con enfoque social, que fuera capaz de moldear e intervenir en ciertas políticas sociales, pero Sánchez se rehusó y dejó la vicepresidencia en un limbo programático. Finalmente, UP pidió los ministerios de Trabajo, Ciencia y Sanidad, pero Sánchez, inflexible, se negó y asimismo se echó la soga al cuello. 

En el Congreso de los Diputados Sánchez dijo que si "Iglesias me obliga a escoger entre la Presidencia de España y mis convicciones, escojo mis convicciones". Lo que algunos podrían calificar de coherencia, para otros es mera terquedad. Sánchez ha negociado como si el 28 de abril hubiera ganado con mayorías absolutas, cuando a todas luces no es así. UP ha cedido gran parte del terreno y se ha mantenido en un argumento numérico que para muchos observadores es válido: si sacaron el 14 por ciento de la votación general (más de tres millones de personas), Sánchez debería tener eso en cuenta al momento de pedirle su apoyo. 

Sánchez tiene otra oportunidad en septiembre. La izquierda española puede aprovechar estos dos meses para llegar a un punto medio o para perder la oportunidad más propicia en estos 40 años de democracia para que se dé el primer gobierno progresista después de la Segunda República. 

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De lo contrario, tendrían que llamar a nuevas elecciones en noviembre y arriesgarse a que la derecha, mucho más unida que la izquierda, les arrebate el puesto en Moncloa. Así, se cumpliría el dramático vaticinio que pronunció Iglesias en pleno debate el pasado martes: o llegan a un acuerdo, o "usted (Sánchez) nunca será presidente de España".