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Pesadilla sin fin

El ex presidente Bill Clinton, uno de los más populares de la historia, todavía podría ser encarcelado por cuenta del caso Lewinsky.

19 de febrero de 2001

Pocos presidentes de Estados Unidos se pueden congratular tanto con su gestión como Bill Clinton. La semana pasada los medios de comunicación revelaron una encuesta Gallup según la cual los norteamericanos aprobaban su gestión en un 66 por ciento. Un nivel de aceptación impresionante que supera los registrados por todos los presidentes estadounidenses desde que se empezó a medir la opinión hace más de 50 años. Sin embargo parece que las preocupaciones legales para el ex presidente aún no han terminado y hay quienes dicen que apenas empiezan.

La razón es que Robert Ray, el investigador independiente que reemplazó a Kenneth Starr hace 15 meses, anunció que poco tiempo después de la posesión de George W. Bush se pronunciará sobre el caso Lewinsky. Los cargos por los que se inculparía a Clinton serían perjurio y obstrucción de la justicia, relacionados con su testimonio juramentado ante un gran jurado, cuando negó su relación con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky.

Las leyes norteamericanas permiten que una vez un presidente deje su cargo pueda ser procesado por delitos cometidos durante su mandato. Por lo tanto Clinton podría enfrentar un proceso penal federal y terminar en la cárcel. Pero también la Constitución le da al presidente la facultad ilimitada de perdonar a personas que estén siendo procesadas o puedan serlo por cualquier crimen. Eso ocurrió en 1974 cuando Gerald Ford perdonó a Richard Nixon por su participación en el caso Watergate.

Según las encuestas, un 66 por ciento de los norteamericanos piensa que Ray debería cerrar definitivamente el caso. Pero el pugilato entre Clinton y los republicanos no permite hacer predicciones. El hoy ex presidente se pasó la penúltima semana en el gobierno diciendo que el verdadero ganador de las elecciones fue Al Gore, sugiriendo que Bush triunfó sólo por la suspensión del conteo de votos en Florida.

Los comentarios de Clinton han enrarecido el ambiente. De ahí que varios líderes republicanos estén enfurecidos con el presidente y dispuestos a todo para hacerle daño.

Sin embargo el debate republicano se cifra en qué le dolería más a Clinton. Si un eventual indictment y un juicio penal o el perdón presidencial. No es casual que el propio ex presidente haya dicho en varias ocasiones que no buscará el perdón de Bush y que si es procesado enfrentará el juicio como lo ha hecho en el pasado.

Bush, inteligentemente, contestó que no se puede perdonar a quien no esté siendo procesado por un crimen. Pero el tema no es tan fácil como parece. Michael Bailey, profesor de política de la Universidad de Georgetown, explicó a SEMANA que “debido al precario apoyo con que Bush inicia su mandato, si el nuevo presidente se ve obligado a tomar una decisión hará lo posible por no contrariar el ala derecha del partido republicano y un eventual perdón a Clinton no sería bien recibido por republicanos como Tom Daley y Jesse Helms, sobre todo después de las declaraciones del presidente saliente cuando dijo que si los republicanos no hubieran parado el recuento de votos el nuevo presidente sería Al Gore”.

Pero si se cumplen los indicios de que Ray no estaría dispuesto a dejar que Clinton “se salga con la suya” y el cerco penal se cierra sobre Clinton, Bush estaría tentado a otorgar el perdón porque esa figura siempre entraña un reconocimiento de culpabilidad de parte del beneficiado. Sería la gran venganza republicana porque la figura de Clinton quedaría marcada para siempre en los libros de historia, al lado de personajes como Richard Nixon.