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El martes, el presidente Hugo Chávez hizo el saque inicial de la Copa América acompañado por Diego Armando Maradona y su homólogo boliviano, Evo Morales.Al día siguiente, cuando se cumplía un mes del cierre de Rctv, las marchas de protesta se multiplicaron

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Política y deporte

En la Copa América se esperan más intentos por utilizarla tanto por el gobierno como por la oposición.

30 de junio de 2007

La polarización tiene tan agobiados a los venezolanos, que hasta la Copa América se ha visto teñida por las pugnas entre chavistas y opositores. Después de una millonaria campaña promocional financiada por el gobierno, después las expectativas, la fiebre del fútbol no logró penetrar en la mayoría de los hogares en su primera semana.

La inauguración fue reveladora: los 40.000 asistentes no se parecían a los habituales del estadio de San Cristóbal. No se hicieron sentir los hinchas del Deportivo Táchira, que suelen motivar a su equipo con vehemencia. Tampoco se sintió la emoción que retumbó en ese estadio en el amistoso de la 'vinotinto' ante el País Vasco seis días antes.

En su lugar, en las tribunas parecía estar sentados unos fanáticos pasivos, a los que les faltó la usual conexión con el equipo y que en lugar de cánticos de fútbol coreaban la tradicional ¡Uh, Ah, Chávez no se va! Hasta Diego Maradona, mientras daba el puntapié inicial, alentaba a gritar esta consigna chavista, para luego disfrutar del partido Venezuela-Bolivia junto al presidente Hugo Chávez y su colega Evo Morales.

Otras situaciones también han empañado el evento que ha costado 1.500 millones de dólares: denuncias como que el gobierno compró la mayoría de las entradas, que una mafia las controla porque quienes las adquirieron vía Internet se quedaron sin entrar, los retrasos en las obras, la excesiva propaganda del "gobierno bolivariano de Venezuela" y la consigna oficial: "la Copa ahora es de todos".

Para el asistente del coordinador de comunicaciones de la Copa América, Salvador Almea, el que ya se hayan agotado las 660.000 entradas es producto de la demanda. "La venta ha sido transparente", subrayó a SEMANA. "La Copa se apoderó del país, y el eslogan se pensó como una motivación para integrar a todos los venezolanos. La campaña comunicacional no tiene un tinte político". El que ahora Venezuela cuente con nueve estadios modernos, afirma Almea, es resultado del "esfuerzo titánico" de los sectores público y privado. "Este es un país libre y la gente puede corear lo que quiera durante un partido. Se aceptan consignas de cualquier bando".

La Copa coincidió con un momento sensible. El 27 de junio, la mañana siguiente de la inauguración, se cumplió un mes del cierre de Rctv y se conmemoró el Día del periodista. La fecha no pudo ser más oportuna para que a los periodistas se les unieran miles de estudiantes, obreros, gremios de médicos, abogados y maestros, para protestar por la libertad de expresión. Y los partidos opositores aprovecharon para manifestar un descontento en el que han perdido su liderazgo.

Pero a los ojos de Chávez y de muchos en el gobierno, los movimientos están siendo manipulados con intenciones golpistas. Quizá cueste creer que son manifestaciones espontáneas. Quizá sea difícil entender que son escasos los no-chavistas que todavía confían en unos partidos que han cometido tantos errores desde el golpe de abril 2002.

Sin embargo, Chávez insiste -y lo dijo antes de partir a Rusia- en que "un plan del imperio estadounidense y la extrema derecha" intenta sabotear la Copa América. Reiteró que algunos dirigentes estudiantiles "de manera desesperada" junto a unos periodistas están tratando de torpedear el evento influidos por "la mano del imperio".

Y aunque persistan del lado chavista descalificaciones ante todo tipo de cuestionamientos, la reunión del fútbol será sin duda una vitrina para que la ciudadanía siga exponiendo sus demandas ante los medios internacionales. Ni los políticos, ni los estudiantes, ni los periodistas, dejarán de aprovechar esta ocasión de oro para llevarse su propia copa. Unos alzarán sus pancartas por la libertad, y otros, contra la amenaza golpista del imperio. Y quién lo impedirá, si la Copa es de todos.