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Nicolás Maduro y Henrique Capriles | Foto: EFE

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Por resultado electoral, Venezuela en el limbo

Las declaraciones de Maduro y Capriles auguran una nueva crisis política.

Catalina Lobo-Guerrero, corresponsal de SEMANA en Caracas
15 de abril de 2013

Venezuela amanece partida en dos. Aunque la presidenta del Concejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, anunció a media noche que el candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, había sacado la mayoría de votos, el margen de menos del 2 % por el que ganó sólo fue reconocido por quienes votaron por él. La otra mitad del país, que le dio su voto al candidato de la oposición, Henrique Capriles, quien exigió reconteo total, no lo avala como presidente legítimo de la Nación.  

Los sueños de muchos venezolanos dependían del resultado electoral. Sus planes quedaron congelados hasta que se resuelva el limbo político en el que culminó este proceso, corto e intenso, que marcaría el inicio de la era posChávez, después de que el fallecido presidente gobernó por 14 años. Pero ese arranque “formal” de una nueva etapa política está en veremos hasta cuando se resuelvan las dudas que hay sobre los resultados en las urnas, que ponen en tela de juicio la democracia venezolana, a sus líderes políticos, a las instituciones del país y a los ciudadanos. Porque el veredicto de anoche, en vez de ponerle fin a una contienda, fue el comienzo de una nueva crisis política de gran magnitud.

Si bien a lo largo de toda la campaña hubo rumores de que alguno de los dos bandos no reconocería el triunfo del otro, sólo cuando se empezó a conocer extraoficialmente que el margen era tan estrecho, la idea dejó de ser mera especulación. Como antecedente, sin embargo, la oposición estuvo todo el día denunciando presuntas irregularidades y delitos electorales. Videos de voto asistido, intimidación y amenazas a votantes, permanencia de puestos de votación abiertos más tarde de la hora permitida, entre otros, se sumaron a la ya larga lista de denuncias de “ventajismo” electoral y el abuso de recursos utilizados por el partido del Gobierno que habían señalado a lo largo de la campaña.

Además, en varias ocasiones Capriles dijo que durante la contienda pasada del 7 de octubre, en la que se enfrentó a Chávez, él había callado y tolerado muchos abusos, pero que esta vez no lo haría. Por eso no sorprendió cuando anunció al país que no reconocía los resultados. Explicó que su comando registraba resultados distintos a los que había anunciado el CNE, pedía el recuento del total de votos y denunciaba ante el mundo que tenía un listado de 3.200 incidencias contra el voto libre. “Exijo respeto al pueblo que votó por nosotros”, dijo.

Maduro, quien habló antes desde el balcón de Miraflores y calificó su triunfo como “justo, legal  y constitucional", dijo que Capriles lo había llamado por teléfono, antes de conocerse los resultados oficiales, para hacer un pacto y esperar los resultados de las auditorías antes de declarar al ganador. Dijo que él se negó a cualquier acuerdo porque tenían diferencias fundamentales y porque al país no se le podía someter a tanta inestabilidad. Pero luego añadió que si querían reconteo, como ya lo había propuesto el único rector de la oposición ante el CNE, Vicente Díaz, él lo aceptaba. "A lo mejor ganamos por más votos con esas auditorías", dijo.

Capriles acusó a Maduro de querer tergiversar ante el país lo que hablaron. “Yo no hago pactos ni con la mentira ni con la corrupción. Mi pacto es con Dios y con los venezolanos”, y añadió que este triunfo de Maduro era un “mientras tanto”. La frase hizo recordar al fallecido comandante Chávez, quien tras su intento de golpe fracasado contra Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992, dijo ante las cámaras de televisión del país que los objetivos no se habían logrado “por ahora”.

¿Liderazgos legítimos o ilegítimos?

A pesar de que cantaron triunfo, los chavistas tienen más motivos para preocuparse que para celebrar. Nicolás Maduro sacó el 50,66 por ciento de los votos. Si algo necesitaba para consolidarse ante el país como un líder legítimo para gobernar, era una victoria contundente, pero eso no sucedió.

Hace apenas unas semanas, Maduro aparecía en las encuestas con un favoritismo que pronosticaba su triunfo por mínimo 10 puntos porcentuales por encima de Capriles. El resultado confirma una tendencia que se empezó a ver en los últimos días, y es que Maduro como candidato ahuyentaba más votos de los que conquistaba y que el fervor hacia Chávez estaba disminuyendo, lo que podía afectar el voto solidario. Gran parte de los votos que logró Maduro fueron por Chávez y su legado, mas no por él como un líder independiente y convincente. Esto le traerá problemas de autoridad y gobernabilidad dentro del oficialismo, donde hay divisiones y pujas de poder esperando que él falle como gobernante.  

Los resultados también son una alerta para el chavismo de que la mitad del país no comparte su visión sobre hacia dónde se debe encaminar Venezuela y no estaría dispuesta a seguir calándose tan mansamente la profundización de la revolución socialista del siglo XXI. El chavismo saca pecho de los logros de esa patria independiente, socialista y bolivariana, pero los votos demuestran que hay mucha insatisfacción con la gestión de 14 años que está en uno de sus momentos críticos, por la alta inseguridad, la crisis económica, entre otros problemas que enfrenta el país.

Para la oposición esta es una derrota más, pero también es una victoria política, sobre todo para Henrique Capriles. El candidato demostró anoche que ante los retos y las dificultades, en vez de achicopalarse, se crece. Si antes había vacilación sobre sus aspiraciones políticas, más allá de esta candidatura coyuntural, el caudal de votos que recibió le da un capital propio que lo consolida y catapulta como el líder absoluto de la oposición venezolana. El reto está en que la Mesa de Unidad que, al menos en apariencia, se mostró unida en estas elecciones, no afloje y apoye sin titubeos a Capriles como comandante de la disputa que se viene y en la que tendrá todo en contra.  
 
Árbitro cuestionado


La zozobra que quedó anoche luego de las declaraciones de ambos candidatos le resta credibilidad a un proceso electoral que supuestamente debería ser libre y democrático, pero que ha sido cuestionado desde cuando empezó la campaña. El CNE no ha admitido críticas ni cuestionamientos a su gestión ni al sistema electoral, que puede que técnicamente sea exitoso, pero que estaría dispuesto para beneficiar a uno de los bandos.

Así lo ha señalado el Centro Carter, uno de los últimos organismos internacionales a los que se les permitió tener una misión internacional de observación electoral en Venezuela hace dos años. Estas elecciones, al igual que las del pasado 7 de octubre, no contaron con misiones de observación internacional, sino con una figura distinta, la de “acompañamiento”, por parte de la Unasur, que no “vulnera la soberanía”, según el CNE. Dentro de los acompañantes que participaron esta vez en la misión estaba la exsenadora colombiana Piedad Córdoba, cuya posición política y cercanía personal al chavismo es abiertamente reconocida en todo el mundo.  

La función del CNE no sólo es organizar las elecciones, sino también ser árbitro de las diferencias e inconvenientes que puedan surgir. En las próximas horas y días los ojos del mundo estarán observando la imparcialidad de una entidad cuyos principales miembros, además están ad portas de salir del cargo a finales del mes porque ya se cumple su período. Valga recordar que de los cinco rectores que integran el CNE, sólo uno, Vicente Díaz, es opositor. El resto es de tendencia chavista, incluida su presidenta, Tibisay Lucena.
 
La alineación militar  

La otra institución que está en la mira es la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Venezuela ha sido un país donde históricamente los golpes de Estado de los militares, incluido el mismo Chávez, han marcado el principio y el fin de ciclos políticos. Este domingo, en reiterados momentos hubo mensajes de ambas campañas hacia los militares, diciendo que confiaban en ellos, en su apego a la institucionalidad y el respeto a la voluntad popular. La incertidumbre frente a cuál sería la reacción de los uniformados ante un triunfo oficial de uno u otro candidato era latente. Recientemente, en paradas y en actos militares se les ha escuchado la consigna: “¡Listos y entrenados para defender la Revolución Bolivariana y Socialista!”.

Los militares son hoy el verdadero poder en Venezuela. El 25 % de los ministerios del Gobierno y el 52 % de las Gobernaciones (excepto una todas oficialistas) están en manos de sus miembros, activos o retirados. La actual cúpula militar también es de tendencia chavista, sin embargo, al menos hasta el día de ayer, el general Barrientos, responsable del Plan República, que coordina todo el operativo de seguridad en elecciones, dio un mensaje de tranquilidad a lo largo de la jornada, y aunque sí se presentaron algunos incidentes de violencia, por fortuna no pasaron a mayores. El Plan República sigue vigente hasta las 6 de la tarde de este lunes, pero como los ánimos están exacerbados y hay tanta polarización, podrían extenderlo.

El general Barrientos anunció anoche que habían capturado 43 personas y que las denuncias habían sido remitidas a la Fiscalía General. La Fiscalía, como los demás organismos de control, está en cabeza de chavistas y durante años han demostrado una parcialidad política que ha venido minando la confianza de los venezolanos en ellas como órganos garantes que buscan hacerle contrapeso al poder. A pesar de eso, la oposición dijo que iba a utilizar todos los instrumentos dentro de la ley y la Constitución para que se conozca la verdad.

La democracia venezolana depende ahora, más que nunca, de sus instituciones. Del Consejo Nacional Electoral, para que se logre hacer el reconteo de los votos y que se confirme o no el resultado inicial. De los organismos de control y la justicia, para que las denuncias no queden impunes y los culpables de cometer esos delitos sean juzgados. De las Fuerzas Militares, para que garanticen la seguridad de los ciudadanos de un país que ha quedado políticamente fracturado. De ellas, y del liderazgo que demuestren Nicolás Maduro y Henrique Capriles en los próximos días, depende que la reconciliación nacional no sea la primera promesa incumplida de campaña.