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Por unos votos

Cuando todos hablaban de fraude las presiones internacionales y las manifestaciones de protesta forzaron la segunda vuelta en el Perú.

15 de mayo de 2000

Desde el mediodía la gente se fue reuniendo poco a poco a celebrar y antes de que nadie se diera cuenta los grupos frente al Hotel Sheraton se convirtieron en una gigantesca manifestación. Esa tarde de domingo electoral las tres encuestas a boca de urna indicaban que el candidato Alejandro Toledo superaba al presidente Alberto Fujimori por entre 2 y 6 por ciento de los votos y se confirmaba la necesidad de una segunda vuelta. Para los partidarios de Toledo esa era la antesala del triunfo.

Pero a las ocho de la noche todo cambió. Los llamados conteos rápidos de la autoridad electoral, el Inpe, empezaron a mostrar que la campaña reeleccionista se imponía con un porcentaje de entre el 47,7 y el 48,7 de los votos contra un 41 ó 42 por ciento a favor de Toledo. La monstruosa fiesta de celebración se convirtió en protesta. “El Chino al Japón, Toledo al sillón”, “Chino terrorista, chino delincuente, Toledo presidente”, vociferaba la gente Y el Cholo Toledo, acompañado por los candidatos restantes de la oposición, convocaba a una marcha pacífica a la casa de gobierno. Al llegar al sitio el candidato, en hombros como para la puerta grande, presenció la lluvia de gases lacrimógenos que disolvió rápidamente la manifestación.

Pero eso no amilanó a miles de peruanos, que regresaron muy temprano en la mañana para no irse en los tres días que duró la indefinición. En ese lapso, bajo fuerte presión de Estados Unidos y la Comunidad Europea, Fujimori negaba las irregularidades a tiempo que el diario El Comercio informaba, con gráficas y pruebas documentales, la dimensión del fraude electoral. En ese intervalo los peruanos, que no dejaron de manifestarse al menos en 10 ciudades, esperaron que Fujimori completara el 0,75 por ciento que le faltaba para ganar en primera vuelta. Pero, casi milagrosamente, esa minúscula cifra nunca llegó. El miércoles las tensiones bajaron definitivamente cuando el Inpe, la autoridad electoral, aceptó que habría una segunda vuelta. Por lo que piensa la mayoría en Lima, Fujimori puso el freno al proceso y aceptó la imposibilidad política de un triunfo tan cuestionado.

La pregunta es qué movió al gobierno a frenar a pocos metros del abismo. Para el analista Fernando Tuesta, quien ha escrito varios libros sobre procesos electorales, fue una combinación de factores. “Sin duda, dijo a SEMANA, la presión de Estados Unidos y la Unión Europea, que tenían certeza del fraude y amenazaron a Fujimori si no había segunda vuelta, funcionó. Pero para ello fue fundamental la movilización popular, que fue enorme, espontánea y continua durante esos días”.

Al cierre de esta edición, cuando la fecha de la vuelta definitiva no se había anunciado aún, se barajaban las posibilidades de ambos candidatos. “A Fujimori le va a costar mucho trabajo conseguir aliados, porque su desprestigio no es poco. Y Toledo no sólo es el candidato con tendencia al crecimiento, sino que después de su actitud firme podría ganar puntos adicionales a la sumatoria de los candidatos de oposición”. En todo caso los analistas consideran que este ha sido un momento negro para la democracia peruana. “Lo único que demuestra este proceso, concluyó Tuesta, es que la reelección es la fuente de los mayores males en la democracia de América Latina”.