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John F. Kerry salió enaltecido de la convención demócrata y listo para convencer a los electores indecisos de su capacidad como administrador y como comandante en jefe.

1 de agosto de 2004

Por primera vez desde que empezó la campaña electoral estadounidense el candidato demócrata John F. Kerry entusiasmó al público. Kerry nunca había sido propiamente cálido y antes de su discurso en la convención demócrata era simplemente el candidato diferente de George W. Bush. Esto era suficiente para estar a la par en las encuestas de un presidente desprestigiado por la guerra en Irak y el bajo rendimiento de la economía. Pero Kerry era muy poco conocido. Según la encuesta de CNN y CBS hecha antes de la convención, sólo el 29 por ciento tenía opinión favorable de Kerry y el 35 por ciento dijo que no pensaba mucho en él. Para completar, los analistas coincidían en que no era carismático, por no decir que era aburrido.

La convención demócrata, que con los años se ha convertido en un acto protocolario que no sorprende era, no obstante, vital para cambiar esto. El partido sabía que para asegurar la victoria con un país tan polarizado no basta con tener un candidato elegible por descarte, y la reunión de Boston tenía que revelar al electorado la personalidad y la plataforma de Kerry. Los primeros días sirvieron para aclimatar esa meta. El discurso de Bill Clinton, el ex presidente más popular de Estados Unidos, puso al auditorio a vibrar. El mensaje más importante fue que la economía estaba mucho mejor en manos de los demócratas. Mientras que durante el gobierno de Clinton todos los índices de crecimiento eran altísimos, Bush no ha cumplido con ninguna de las metas previstas, en especial en cuanto a la creación de empleos. Clinton fue muy duro al criticar el recorte de impuestos a los más ricos, y con sarcasmo se quejó de que mientras a él -que es muy rico- le estaba yendo bien en la administración Bush, la clase media y los más pobres estaban olvidados.

Pero sin duda, el clímax fue el discurso de aceptación de Kerry el 29 de julio. Según dijo a SEMANA Dennis Johnson, decano asociado de administración política de la Universidad George Washington, Kerry hizo un excelente trabajo. "Fue duro, fuerte y claro. Excedió las expectativas y les dio a todos los delegados un sólido impulso". Al llegar al podio hizo un saludo militar: "Soy John Kerry y me reporto para el servicio". Los veteranos de Vietnam y los oradores que le antecedieron ya habían preparado el terreno para hacer de la experiencia de Kerry en esta guerra una de sus principales cartas de batalla. Bush se salvó de ir a la guerra por las palancas de su padre y desertó del servicio por varios días en los que se dice que andaba bebiendo. Kerry se ofreció como voluntario para ir a Vietnam, obtuvo tres medallas Corazón Púrpura por heridas en combate y dos condecoraciones por heroísmo en el campo de batalla. Salvó a toda una tripulación de la lancha que comandaba de una emboscada y cuando volvió convencido del abandono en que el gobierno tenía a los soldados y la inmoralidad de esa guerra se convirtió en un activista por la paz. Kerry y sus aliados hicieron ese énfasis para robarle a Bush su caballito de batalla, la imagen de comandante en jefe.

Así, el mensaje de Kerry en relación con la guerra contra el terrorismo fue sencillo. Sería un comandante en jefe fuerte pero no irresponsable ni arrogante, y recuperaría el apoyo internacional que Bush había mandado al traste. "Defendí a este país de muchacho y lo defenderé como presidente", dijo en medio de las ovaciones de los asistentes. Según el analista Johnson, curiosamente muchas de las críticas a la guerra de Bush parecían más propias de la derecha que de la izquierda, como la acusación de que no había mandado suficientes tropas ni les había dado el entrenamiento apropiado. En general, el tono de Kerry fue apasionado, claro y lleno de llamados a la unidad y al optimismo, pero al mismo tiempo demoledor contra la política económica y el manejo de la guerra de Bush. Se puede decir que los demócratas lograron su objetivo de dar a conocer a un Kerry con méritos propios para la Presidencia.

¿Qué sigue?

Tras la convención John Kerry y su candidato a la vicepresidencia John Edwards salieron a una campaña de varias semanas por 21 de los llamados swing States, que son aquellos donde no hay una clara mayoría y donde los votantes aún indecisos decidirán quién se queda con los votos electorales. En estos estados tienen que convencer a los indecisos y asegurarse de que los demócratas que no acostumbran votar todas las veces se inscriban en esta oportunidad. Según el experto en comunicaciones Graig Smith, en adelante los demócratas van a tratar de atraer pequeños grupos de votantes indecisos con un discurso muy centrista. Se concentrarán en estados donde la votación sería reñida como Ohio, Missouri, Pennsylvania, Florida, Iowa, Oregon y Washington. Como quedó demostrado en Florida en las elecciones de 2000, el sistema indirecto de votación puede hacer que los comicios nacionales dependan del resultado de una pequeña comunidad de unos pocos votos.

Los primeros tres estados que visitarán, Pennsylvania, West Virginia y Ohio, han visto una pérdida de empleos en el sector manufacturero, y el tema económico será decisivo allí. Por lo tanto es de esperar que continúen criticando la política de recuperación de empleos de Bush. Sin embargo, en estos estados los discursos demasiado agresivos contra el contrincante pueden ser nefastos. Según dijo a SEMANA Jasmine Farrier, profesora de ciencia política en la Universidad de Louisville, los demócratas intentarán hacer un discurso anti-Bush pero sin mencionar su nombre. Pensando en esos electores de centro, es de esperar que Kerry continúe siendo bastante vago en lo relativo a su posición frente a la guerra en Irak.

En todo caso, la convención demócrata demostró que Kerry tiene todos los ingredientes para conseguir los votos que le hacen falta. La combinación ganadora es su énfasis en la economía, en una política exterior diferente a la de Bush, y su perfil de comandante en jefe que le dará seguridad al país. Ahora hace falta que logre transmitir ese mensaje casi de puerta en puerta. Kerry salió fortalecido de Boston, pero le falta transmitir ese nuevo entusiasmo a los votantes indecisos, que generalmente no ven por televisión la convención demócrata.