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PRIMER ROUND

No por buenos, sino por malos, Bush y Dukakis quedan en tablas en el primer debate de T.V.

31 de octubre de 1988

"Al menos en todo esto hay una buena noticia: el próximo debate no puede ser peor que el pasado". Ese ácido comentario, pronunciado la semana por un periodista en los Estados Unidos, refleja muy seguramente la esperanza de los millones de votantes norteamericanos, que el pasado 25 de septiembre soportaron durante hora y media a los dos candidatos a la presidencia del país. En su primer frente a frente, tanto George Bush como Michael Dukakis dejaron en claro que su carrera política no la han construido gracias a sus dotes como oradores.

Y así fue. El primer round, escenificado en la Universidad de Wake Forest en el Estado de Carolina del Norte, no salió nada bien. Ninguno de los aspirantes a la Casa Blanca pudo convencer sobre sus capacidades para liderar a la nación mas poderosa de la Tierra. A lo largo de continuos monólogos, tanto el frío gobernador como el torpe vicepresidente repitieron frases ensayadas una y mil veces.

La cosa estuvo tan grave que los votantes encuestados tuvieron problemas para escoger un ganador. Aunque en un comienzo hubo un viento favorable soplando del lado del Duke, con el correr de la semana el veredicto se fijó en un simple empate. Por ahora, las posiciones en la carrera presidencial siguen siendo las mismas de antes.

Esa conclusión le cae como anillo al dedo a George Bush, quien continúa de primero en las encuestas. A escaso un mes de los comicios del 8 de noviembre, el vicepresidente ha mantenido la ventaja sobre su rival. La semana pasada un sondeo de la firma Gallup, hecho después del debate encontró que un 47% de los entrevistados se inclinó por el vicepresidente, contra un 42% en favor del gobernador.

El sorteo de ese primer obstáculo mejora sustancialmente las posibilidades de triunfo de Bush. En un comienzo los asesores del candidato republicano temieron que éste "metiera las patas" y quedara expuesto de nuevo como el "pelele" que sus enemigos dicen que es. Afortunadamente para Bush, nada de eso sucedió.
Aparte de unos cuantos errores menores (como hablar del gobernador Noriega de Panamá), el vicepresidente consiguió salir con la frente en alto. Como el mismo anotara poco después, "hemos cambiado el factor preocupación por el factor tranquilidad".

Además, sus asesores quedaron contentos porque Bush insistió repetidamente en que su oponente es un liberal. Ese adjetivo, que normalmente no debia ser más que una nota de pie de página, es casi que el equivalente de tener SIDA, en términos politicos.
Para el norteamericano promedio, un presidente liberal significa dos cosas que en los Estados Unidos no son buenas: más impuestos y mayor intervención del Estado en la vida de los ciudadanos.

Como consecuencia, Dukakis se pasó la semana anterior explicando sus puntos oscuros. En particular, el gobernador intentó llamar la atención de la clase media, con propuestas que tienen la intención de demostrar que él no es el ogro que dicen los republicanos .

Tal estrategia empezo a darle por fin algo más de altura al debate. Aunque la discusión está todavia lejos de lo que debería ser, los esfuerzos del Duke han traido consigo propuestas más concretas sobre lo que el haria, si llega a ser elegido presidente.

El problema para Dukakis sigue siendo, sin embargo, el de cambiar eso que los especialistas conocen bajo el nombre de percepciones. Ese objetivo no es fácil para el gobernador.
En primer lugar, su figura no es nada adecuada cuando sale en televisión pues aparte de no tener hombros, es casi treinta centimetros más bajo que su rival. Como si fuera poco, su tono de voz es excesivamente frio lo cual --según sus criticos--demuestra que le falta "pasión". Cuando en el debate uno de los periodistas tocó el tema, la respuesta de Dukakis fue desconsoladora.

Por el momento ambos hombres deben comenzar a abandonar los clichés usados al comienzo de la campaña. Bush por ejemplo ha dejado de mencionar el tema del juramento a la bandera, que en un principio le sirvió para acusar a su rival de una eventual falta de patriotismo. A su vez, el Duke está repitiendo cada vez menos la "cantaleta" respecto a sus padres inmigrantes, que llegaron de Grecia en busca del sueño americano.

Esas variaciones no han impedido, claro está, que las puyas se sigan produciendo de lado y lado. Al frente de la categoria el ganador indiscutido es Bush, quien se ha especializado en minimizar los logros de Dukakis como gobernador de Massachusetts.
Los ataques han sido a veces tan bajos que incluso los criticos locales del Duke sostienen que el vicepresidente está yendo demasiado lejos. "Me enoja verlo decir cosas que simplemente son falsas sobre el Estado", afirmó Richard Manley, presidente de una organización que ataca frecuentemente al mandatario local.

La ofensiva en ese frente se ha complementado con otras más. La se mana pasada Bush volvió a insistir en que Dukakis es "blando" a la hora de tratar con el crimen organizado. Hablando en un pequeño pueblo de Nueva Jersey, el aspirante republicano sostuvo que el criminal que mate a un policia debería "pagar con su vida", en contraste con su rival quien se opone a la pena de muerte.

Todos esos ataques mantienen todavia a Dukakis relegado a la ofensiva. A pesar de que los más sazonados observadores dicen que el candidato demócrata ha sido quien más sustancia ha tenido en sus discursos, eso no ha sido suficiente para ganarle el favor de los votantes.

No obstante, para el Duke la carrera no se ha perdido. Aún quedan 30 días antes de las elecciones y lo más probable es que Bush pase uno que otro susto en ese periodo. Por ahora, el objetivo numero uno es de nuevo el debate. Después del enfrentamiento del fin de semana entre Quayle y Bentsen, los aspirantes a vicepresidente, Dukakis debe intentarlo de nuevo a mediados del mes, cuando se volverá a encontrar con el aspirante republicano.

Es en esa ocasión que se va a jugar el "todo o nada". Si Bush obtiene de nuevo un empate, ya el resto del camino va a ser más tranquilo. Al fin y al cabo, el vicepresidente cuenta a su favor con la buena situación económica, a la que se le suma el patriotismo que han dejado los éxitos recientes en los Juegos Olimpicos y en el lanzamiento del Discovery.

A su vez, Dukakis tiene que demostrar que no es el frio gobernador que casi todos ven. Aunque no hay nada que pueda hacer con su falta de hombros y su baja estatura, todavía puede ensayar un golpe nuevo para ver si se puede llevar el combate, ahora que el último asalto está comenzando. --