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¡Que viva Europa!

En su primer viaje de su segundo mandato, Bush limará asperezas con sus aliados del Viejo Mundo.

20 de febrero de 2005

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, está dispuesto a mostrar su mejor sonrisa. El lunes comienza una gira que le llevará a la 'Vieja Europa', la que se ganó ese remoquete por no haberlo apoyado en su decisión unilateral de atacar a Irak en 2003. Pero esta vez no habrá referencias poco amables. Bush tiene claro que en su gira la seducción estará al orden del día.

Desde que comenzó el segundo mandato, el flamante Presidente ha hecho saber que su intención es hacer las paces con sus aliados tradicionales del otro lado del Atlántico. La gira lo llevará el lunes a comer con el presidente francés Jacques Chirac, el martes a pasar el día en Bruselas con los dignatarios de la Unión Europea y la Otan, y el miércoles a visitar en Maguncia al canciller alemán Helmut Schröeder.

Como es usual, los movimientos ecologistas y de antiglobalización se manifestarán en las calles ante la relativa indiferencia de los grandes medios internacionales. Pero a nivel oficial el ambiente será de amabilidad y armonía. La secretaria de Estado Condoleezza Rice se encargó de preparar el terreno en su visita de la semana pasada. Allí la nueva responsable de las relaciones exteriores de Washington habló de que la Unión Europea y Estados Unidos, que comparten tantos valores, aprovechen la oportunidad histórica de aliarse en pos de la libertad; no mencionó los temas difíciles y hasta habló a favor de una Europa fuerte y unida. La visita de Rice se vio recompensada por sus anfitriones: Francia y Alemania acordaron desempeñar un papel más constructivo en Irak, que mientras la Otan participará en el entrenamiento de las fuerzas del gobierno de Bagdad, cruciales para permitir la salida de las tropas norteamericanas de ese país.

La nueva actitud del gobierno Bush ante Europa puede ser el reconocimiento de que, tras años de tratar de influir por separado en la política externa de los países del Viejo Continente, la Unión Europea es el marco en el que se toman las decisiones de ésta. Y que ese continente, en un mundo marcado por temas como el activismo islámico, el desafío norcoreano y la amenaza china, debe ser un aliado natural.

La pregunta es si la gira será un acto social o una ocasión para revisar el fondo de las diferencias entre Estados Unidos y los países europeos más importantes. Los acuerdos puntuales no ocultan que Bush no favorece las instancias multilaterales mientras Europa privilegia estas instituciones como el espacio de diálogo y concertación.

Y en los temas concretos, las diferencias intercontinentales son variadas y profundas. El tema de Irak sigue siendo fuente de desacuerdos. La Otan, que para Estados Unidos es el tratado clave en la seguridad mutua, está bajo ataque de quienes, como Schröeder, sostienen que la defensa europea debe ser más independiente de Washington. Estados Unidos se rehúsa a participar en la aproximación diplomática que prefieren los europeos en el tema del programa nuclear iraní y no deja de lanzar amenazas veladas contra los ayatolas. Bush se niega a que Estados Unidos, principal contaminador del planeta, participe en el protocolo de Kyoto, mientras que en Europa se celebra su entrada en vigor. Estados Unidos rechaza la existencia misma de la Corte Penal Internacional, una joya del multilateralismo europeo. Esa diferencia tiene aplicación inmediata en la tragedia de Darfur, en Sudán. Los europeos quieren referir los crímenes cometidos allí a la CPI, mientras que Washington no quiere que este tribunal entre en acción por primera vez. Y Europa está lista para levantar el embargo de venta de armas a China impuesto desde la masacre de Tiananmen en 1989. Una decisión que pone los pelos de punta al gobierno estadounidense.

Por eso muchos analistas coinciden en que la primera gira europea de Bush en su segundo mandato podría ser otra vez más de lo mismo. En los salones, los abrazos y las declaraciones; en las calles, las protestas y los moretones de siempre, y en el trasfondo, una nueva jugada en un ajedrez conocido.