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Tres sospechosos aparecen en Milán.

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Regreso al pasado

Las Brigadas Rojas retoman las banderas del terrorismo ultraizquierdista de los 70. Lo más sorprendente es que hay miembros de menos de 30 años.

17 de febrero de 2007

En Italia ronda de nuevo el espectro de los 'años de plomo', y no es retórica. Con el arresto en una semana de 19 personas pertenecientes a las nuevas Brigadas Rojas, el país descubre alarmado que expresiones como insurrección armada, dictadura del proletariado y proceso revolucionario, no hacen parte de un mundo ido en los años 70 y 80. Están vigentes y, lo que es peor, alimentan el vocabulario de jóvenes izquierdistas.

La desarticulación de la red es el resultado de un trabajo de más de dos años, de la Digos, la Policía política. La operación se hizo en las ciudades de Milán, Padua, Turín y Trieste. Los primeros 15 arrestados, se consideran en guerra con el Estado, y varios de ellos se declararon prisioneros políticos. Estos neorrevolucionarios del Primer Mundo tenían el objetivo de crear el Partido Comunista político-militar.

Lo que más sorprende es que entre los miembros de la organización no hay sólo miembros de la vieja guardia, que en los 70 y 80 estaba en primera línea en la lucha guerrillera -como la definían sus autores-. También está una nueva generación hija de Internet, que estaba, literalmente, en pañales cuando cayó el bloque comunista.

De acuerdo con los investigadores, las nuevas Brigadas Rojas pretendían atentar contra varios objetivos: la redacción del diario conservador Libero, una villa en Milán de Silvio Berlusconi, la sede del Ente Nacional de Hidrocarburos y un edificio de la televisión Sky. Entre las personas que estarían en la mira figuran un experto en derecho laboral, el presidente de la Feria de Milán y un dirigente industrial.

El sueño de las autoridades italianas, que creían que las Brigadas estaban desmanteladas, terminó en 1999, cuando un comando armado mató a Massimo D'Antona, economista y asesor gubernamental. En 2001, se produjo el asesinato de otro economista, Marco Biagi, consultor del gobierno, encargado de estudiar las reformas para 'modernizar' el régimen laboral.

Los observadores más optimistas aseguran que los nuevos brigadistas, con su lenguaje revolucionario refrito, no tienen la capacidad de incendiar y ensangrentar el panorama político italiano, como hicieron sus antecesores. La razón principal, subrayan, es que la clase obrera italiana ya no existe.

Para los analistas desencantados como Giorgio Bocca, escritor y periodista, este nuevo terrorismo es peligroso porque "repite la necesidad patológica, existencial que dio origen al terrorismo de los 70". En los años que pasó recogiendo información y entrevistando terroristas, dijo Bocca a SEMANA, encontró que el común denominador era que la lucha armada y el terrorismo no nacían de la ideología o de la utopía sino de las obsesiones personales de los terroristas.

Los 'años de plomo', protagonizados por la extrema derecha y la extrema izquierda, dejaron en el campo centenares de muertos, miles de heridos y casi 13.000 atentados. Fue un proceso que llegó a su clímax con la 'ejecución' del presidente del partido Democracia Cristiana, Aldo Moro, en 1978. El crimen dejó una profunda cicatriz en la sociedad italiana, tuvo gran eco en el mundo y le costó a la organización el apoyo popular con el que contaba. Fue el inicio de su declive.

Ahora, sea como fuere, las Brigadas Rojas están de regreso. El ministro del Interior, Giuliano Amato, en su reporte al Parlamento, resaltó que la nueva organización no ha superado el aislamiento, pero advierte que "es mejor no ignorar su existencia". El telón, por ahora, no cae: las sombras del pasado parecen reencarnar.