REPELIENDO LA AGRESION
Mientras arrecian los actos terroristas contra el gobierno de Khomeini, éste lograra triunfos contra la invasión iraquí.
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Las tropas del Imán Khomeini han lanzado una nueva ofensiva en territorio iraquí. La operación, bautizada esta vez "Moslen Abn Aquil", nombre de un pariente del profeta Mahoma, se inició el tres de octubre y se lleva a cabo sobre tres zonas fronterizas: cerca de la ciudad de Mandali a 110 kilómetros al noreste de Bagdad, en los alrededores de la ciudad de Badra, a 130 kilómetros de la capital iraquí, y en la región de Mehran, ochenta kilómetros más al sur.
Estos ataques contrastan con la inexistencia de actividades militares en la región de Basora, al sur del país, teatro de la ofensiva "Ramadán", que se inició el 13 de julio, y en donde, según las autoridades de Irak, Irán había concentrado seis divisiones. ¿Cambio de táctica por parte de los dirigentes islámicos o preludio de una guerra generalizada a lo largo de la frontera? Como quiera que sea, esta es la primera vez que las tropas del Imán operan en el norte, a unos 100 kilómetros de Bagdad, en un sector poco afectado por la guerra desde el repliegue de las tropas del presidente iraquí Saddam Hussein, en junio pasado.
A sus hermanos árabes, les pidió romper las relaciones diplomáticas con Irán, aumentar su ayuda financiera y poner en ejecución el pacto de "defensa mutua" suscrito en la reciente conferencia árabe de Fez (Marruecos).
Las respuestas de los países árabes han sido discretas, como de costumbre. Kuwait hizo un llamamiento, no oficial, en favor del "respeto de los compromisos de Fez". Arabia Saudita, afectada por los disturbios provocados por peregrinos iraníes en La Meca, se limitó a pedir a los "dos países hermanos" poner fin a esa "tragedia" y a instaurar un "diálogo contructivo y objetivo conforme al interés supremo islámico" para evitar la "intervención de fuerzas extranjeras". Sudán, en cambio, anunció el envío de soldados a Irak para combatir a Irán mientras que el rey Hussein de Jordania, invitaba, desde Bagdad, a sus compatriotas a ir a luchar al lado de las tropas del Saddam Hussein.
¿QUE QUIEREN LAS AUTORIDADES DE TEHERAN?
Oficialmente, Irán no reivindica ninguna parte del territorio iraquí. Los mismos dirigentes islámicos, después de haber afirmado su voluntad de terminar con el régimen del "Tercer Demonio" (Jimmy Carter y el Sha eran los otros dos) habían dado a entender, durante la segunda etapa, de la ofensiva "Ramadán", que la retirada del presidente iraquí no constituía una condición sine qua non para entablar negociaciones. Posición razonable si se tiene en cuenta que la comunidad árabe había afirmado su decisión de oponerse a cualquier desestabilización del régimen iraquí.
La expulsión de las tropas iraquíes en el sur, durante la ofensiva "Semana Santa" en mayo, habían permitido suponer, por otra parte, que la principal causa del conflicto había desaparecido. La reivindicación de Irán en favor de una indemnización por "perjuicios de guerra" no cifrada en un comienzo, había encontrado un eco favorable en Kuwait, Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos, países que habían propuesto la suma de 25.000 millones de dólares si las autoridades islámicas ponían fin a la guerra.
Contrariamente a lo esperado, Irán pidió la creación de una comisión encargada de determinar las responsabilidades del conflicto, reclamó 150 millones de dólares por "perjuicios de guerra" y exigió el retorno a Irak de los 100 mil chiítas expulsados durante el conflicto, comunidad que, según el presidente Saddam Hussein, representa un verdadero "caballo de Troya khomeinista en su país".
La voluntad de continuar la guerra es, según los observadores, poco explicable pues el régimen islámico de Teherán debe hacer frente a las tropas kurdas dirigidas por Abbel Rahman Ghassemlu, a las guerrillas urbanas y a los grupos pagados por los antiguos jefes tribales o feudales localizados, principalmente, en la región de Sistán Balutchistán. Acostumbrados, aparentemente, a esta situación de guerra interna y externa, que ha agotado las reservas financieras del Irán haciéndolo depender de las exportaciones de petróleo, los dirigentes iraníes multiplican la represion materna sin preocuparse de sus repercusiones. La ejecución pública del jefe de la comunidad Gachghai, el 2 de octubre, dirigente ampliamente conocido en las provincias de Fars, por sus actividades contra el régimen del Sha, ha sido interpretada como una verdadera provocación y podría suscitar un nuevo frente guerrillero.
EL TORRORISMO RAMPANTE
Los métodos empleados por la oposición para defenderse de la represión del gobierno de Khomeini consisten en ejecuciones selectivas de hombres del aparato islámico, actividades puramente terroristas que justifican, según las autoridades de Teherán, el empleo del método de los fusilamientos de los oponentes. Pero otra serie de explosiones, como la que destruyó la oficina del primer ministro en agosto de 1981, no ha sido atribuida a ningún grupo, aunque sí fue saludada por los Mujadeyines. Por esta razón las acciones de estos últimos han sido masivamente repudiadas por las masas iraníes quienes ven la campaña de ellos como "parte de los esfuerzos de los imperialistas" por derrocar al gobierno. Massoud Rajavi, líder de los Mujadeyines ha atacado lo que él llama "la reaccionaria política de Khomeini de exportar la revolución", mientras que su aliado Bani Sadr ha declarado que lucha en favor de que Irán "se vuelva hacia occidente para solucionar sus problemas económicos". Por esas posturas y sus métodos terroristas el régimen de Khomeini los ve como "parte de la contrarrevolución imperialista".
En este marco se inscribe el atentado del 1o. de octubre, cerca de la Central de Comunicaciones de Teherán, que destruyó un edificio de cinco pisos, tres buses y varios automóviles particulares causando 60 muertos y 700 heridos. El gobierno islámico acusó a los "hipócritas" ( Estados Unidos y sus aliados) de ser los autores de ese acto terrorista. Días antes, el 15 de septiembre el exministro de Relaciones Exteriores, Sadeh Ghotbzadeh, detenido en abril bajo la acusación de organizar un complot para asesinar a Khomeini, cargo que al parecer él mismo admitió, había sido ejecutado. El Ayatollah Chariat Madari también fue acusado de haber participado en el complot de Ghotbzadeh junto con otros 70 oficiales del ejército iraní.
Para el gobierno norteamericano los éxitos de Khomeini en la guerra con Irak son una amenaza "contra toda el área del Golfo Pérsico". Igual posición han asumido los gobiernos de Alemania Occidental e Inglaterra, lo que permite pensar que los aliados de Occidente en la región, como Egipto, Arabia Saudita y Jordania, no tardarán en reforzar financiera y militarmente las acciones militares de Saddam Hussein contra Irán.