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SALVESE QUIEN PUEDA

La guerra civil de Yugoslavia sobrepasá ya la zona de no retorno, ante el fracaso de la mediación europea.

21 de octubre de 1991

DESDE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL NO se presentaba en Europa un conflicto de las dimensiones del que desangra desde hace meses a Yugoslavia. Aunque los organismos oficiales aún no hablan de una guerra en toda la extensión de la palabra, lo cierto es que el conflicto ya adquirió todas las características de una conflagración abierta. Los bombardeos indiscriminados sobre Zagreb, la capital de la república separatista de Croacia, lo confirma.

No es para menos. Zagreb ha vivido en los últimos días experiencias que no se presentaban en Europa en la segunda mitad del siglo. El miércoles pasado, sólo horas después de firmado el cuarto cese al fuego, la oscuridad de la noche, incrementada por el apagón forzado de la energía eléctrica, era interrumpida violentamente por los fogonazos del bombardeo de aviones de la Fuerza Aérea Yugoslava, mientras baterías de artillería, situadas en las goteras de la ciudad, distribuían su carga de muerte con cañonazos que retumbaban en forma dramática. La población esperaba, con el corazón en la mano, escondida en refugios antiaéreos. En la parte oriental de la ciudad, un gigantesco fuego, atribuido a una fábrica de pinturas, iluminaba el cielo con formas fantasmagóricas.

Los hechos de la semana anterior demostraron que lo que tiene lugar en Yugoslavia no es un problema policivo planteado entre una región separatista y un centro que quiere evitar la centrifugación del país. Lo que sucede en Yugoslavia es una guerra de conquista, al estilo de las que se creían superadas en Europa. La superioridad militar de la República de Serbia, que tiene el respaldo del ejército