Home

Mundo

Artículo

A sangre fría

Adquiere piso la tesis de que Hess no se suicidó, sino que fue estrangulado.

3 de abril de 1989

La teoría de que Rudolf Hess, segundo de Adolfo Hitler durante el régimen nazi, murió ahorcado por sus propias manos, está perdiendo validez día tras día.
Sin ir muy lejos, las circunstancias que rodearon la muerte de Hess en la prisión berlinesa de Spandau, en agosto de 1987, nunca fueron evidentemente claras.
La versión principal, ofrecida por las autoridades británicas, bajo cuya custodia estaba la famosa prisión en el sector oeste de Berlín, dice que Hess, preso allí hacia 40 años, se quitó la vida colgándose de un marco de ventana con un cable eléctrico. La prensa occidental, sin embargo, manifestó entonces dudas sobre la veracidad de esta información debido, principalmente, a la inexplicable demora del gobierno británico en anunciar oficialmente la causa de la muerte del prisionero más custodiado del mundo. Hess, de acuerdo con el pacto de los países victoriosos en la Segunda Guerra, estaba a cargo de las fuerzas británicas, norteamericanas y soviéticas.
Las inquietudes sobre el deceso del alemán fueron claramente expuestas en un libro -primer escrito sobre el tema- del doctor Hugh Thomas, un cirujano inglés establecido en Alemania desde 1970. En su detallada compilación de documentos, versiones de testigos y sus experiencias propias como médico cercano al célebre recluso el doctor Thomas insiste en que Hess no se suicidó sino que fue asesinado y como si fuera poco, el galeno asegura que debido a la ausencia de huellas -él tuvo oportunidad de ver el cadáver- el cuerpo presentado ante sí, no era el de Rudolf Hess.
Sin embargo, el tema había reposado en el limbo, al menos para los ojos de los lectores de la prensa hasta el pasado miércoles 1° de marzo en la noche, cuando en medio de la trasmisión del noticiero de la BBC, un conocido reportero lanzó una especie de "bomba" hasta entonces inédita: una entrevista con el que fuera enfermero de Hess durante los cinco últimos años de su vida, Abdallah Melauhi de origen turco, como la mayoría de los emigrantes residenciados en Alemania, llegó a la prisión como lo hizo todos los días durante cinco años, 40 minutos después de la muerte de Hess o por lo menos de la hora en que dijeron que había muerto. En la entrevista, hecha en su casa en Alemania, Melahui explica con muchos detalles, la situación en que estaba el cadáver de su ex paciente, cuando por fin le dejaron verlo; asegura que Hess sufría de artritis aguda, y que tenía particularmente afectadas las manos, razón por la que era imposible que él mismo se hubiese podido atar con el cable a la ventana. Agrega el enfermero que, conociendo tanto a su único paciente, le quedaba casi imposible aceptar que éste se quitara la vida, justo hacia el final de sus días. "Hess, afirmó Melahui, no se podía atar sus zapatos. Mucho menos hacer un nudo con un cable eléctrico y levantarlo hasta la altura en que está el marco de la ventana. Todos esto ha sido una gran mentira".
Las autoridades británicas han manejado el asunto con mucha cautela y con carácter confidencial. El médico forense que practicó la autopsia de Hess, asegura por su parte, que las marcas encontradas en su cuello, eran del tipo que producen unas manos y no las de alguien que se cuelga con una cuerda. Además insiste también en que, dado el estado casi parapléjico del único prisionero de Spandau debido a su artritis, las versiones de su muerte por suicidio parecían "ridículas". Sin embargo, los documentos concernientes a la muerte del alemán que aterrizara en Escocia al comienzo de la Segunda Guerra, en 1941, junto con todo lo relacionado a su captura y detención por más de 40 años, han sido estrictamente custodiados por el Foreign Office inglés, lo que da pie a infinidad de especulaciones sobre las verdaderas circunstancias de su muerte, y sobre su vinculación con el Duque de Windsor, en un episodio histórico plagado de misterio.
La prisión de Spandau, construída para 1.200 reclusos pero que en los últimos 40 años albergó sólo a uno, fue destruida y en su lugar se construyó un bloque de viviendas con jardines que le dan colorido. Los residentes de la nueva edificación duermen sobre los cimientos de una vieja construcción que desapareció junto con las pruebas que rodean el misterio de la vida y muerte del segundo hombre más importante de Alemania en aquella época, que viajó a Inglaterra con el ánimo de cambiar el curso de la guerra y por ende, de la historia.