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SEÑAL DE ALARMA

Los éxitos de Mitterrand en su lucha contra la inflación no han impedido que aumente el número de descontentos con su gestión.

1 de noviembre de 1982

"¿Quién ha dicho que en un mes en un año se reconstruiría una economía en caída libre desde hace diez años?" declaró Francois Mitterrand recientemente durante una gira por el sur del país, en donde invitó a los franceses a "reunirse en torno a opciones fundamentales para la comunidad nacional", y aceptar "el rigor del esfuerzo" la justicia en el reparto de ese esfuerzo" para convertir a Francia "en una de las naciones más fuertes del mundo".
El "carácter nacional" que el presidente ha dado a sus últimas intervenciones, ha servido para que una parte de la prensa lo compare en ese sentido con el general De Gaulle. Tales intenciones responderían a tres prioridades: tranquilizar a la opinión pública, entre la cual el índice de satisfechos es, por primera vez, inferior al porcentaje de descontentos; movilizar en nombre del "interés nacional" a los sectores desfavorables a la izquierda; y hacer frente a la ofensiva de la oposición, particularmente activa en estos últimos meses.
Respondiendo a los ataques del partido gaullista, que no ha vacilado en poner en duda la "legitimidad" del poder socialista, el presidente francés ha justificado el rigor y la austeridad de su "segunda etapa de gobierno (Ver SEMANA del 20 al 27 de julio), por la necesidad de luchar contra el cáncer de la inflación que socava, según él, las conquistas sociales logradas durante el primer año de su septenio.
Este objetivo, así como la apertura hacia los sectores que sin estar de acuerdo con el gobierno "desean servir al país porque lo quieren", se refleja ampliamente en el presupuesto de 1983.
La presión fiscal ha sido, en efecto, moderada. Las empresas cuyo capital se sitúa por encima de los 60 millones de pesos (un franco francés equivale a $ 7.13 pesos colombianos) se han visto exoneradas hasta 1985 del impuesto sobre los "instrumentos de trabajo". El límite de 30 millones de pesos, a partir del cual se paga un impuesto especial por "alta fortuna", ha sido ampliado a 32 millones. Los gastos de la administración del Estado, que representan unos 300 mil millones de pesos, han sido recortados en un 80%.
Estas disminuciones conciernen en particular a la creación de empleos en la administración, cuyo número pasará de 203.500 en 1981-82 a 13.000 en 1983.
En el campo social, el gobierno anunció el 29 de septiembre, dos series de medidas destinadas a financiar el déficit de la seguridad social. Una concierne a la organización y gestión de los hospitales y la segunda se basa esencialmente en la creación de nuevos impuestos al tabaco, los licores, la publicidad de productos farmacéuticos y el pago de 20 francos por día, por parte de personas hospitalizadas que hasta ahora gozaban de asistencia médica gratuita.
El presupuesto moderado de 1983, cuyo lema es "Gastar mejor antes de gastar más", debería incidir en la reducción de la inflación hasta alcanzar un 8%.

NO SON MAGOS
El primer ministro, que sin rodeos confesó que los franceses habían creído que los socialistas eran magos, estableció un plan para regularizar los precios y estudiar las modalidades que les permitan evolucionar sin caer de nuevo en la espiral inflacionaria.
Otro objeto de preocupación: la salud del franco. Para parar el proceso especulativo de la moneda iniciado el 15 de agosto, y en cuya defensa el Banco de Francia había empleado unos cien millones de pesos, el gobierno francés contrajo el más alto empréstito realizado por un país europeo: cuatro mil millones de dólares. La respuesta favorable de los medios financieros internacionales --49 bancos contabilizaron 5.700 millones de dólares--permitiría al gobierno evitar la tercera devaluación (el franco ha perdido cerca del 30% de su valor desde hace 18 meses) y luchar contra la "desconfianza" internacional que señalaba el ministro de Finanzas al declarar: "Estamos haciendo todo lo que se nos reprochaba no hacer antes. Hemos bloqueado los precios y los salarios, nos hemos resignado a hacer bajar provisionalmente el poder adquisitivo para frenar la inflación y el extranjero continúa desconfiando de nosotros."
El Gobierno espera que la estabilidad de la moneda y la reducción de la inflación repercutan favorablemente en la disminución del déficit comercial que superará este año los 90 mil millones de francos.
Estas perspectivas optimistas se basan, para el Gobierno, en los siguientes resultados: la inflación descenderá este año del 14% al 11%, el número de desempleados aunque aumentó a 11% no alcanzará las proporciones del año pasado (26%), y el ingreso de las familias será mantenido gracias a los subsidios del Estado.
A pesar de los resultados, la coalición de izquierda ha perdido en parte el capital de confianza que caracterizó el primer año de este gobierno. Su imagen se ha deteriorado entre las clases medias como lo demuestran las manifestaciones de médicos, comerciantes, abogados y empresarios medios y pequeños.
Los sindicatos obreros por su lado, siguen apoyando de manera crítica al Gobierno. El índice de paros nacionales es, en efecto, el más bajo desde 1975. Los conflictos locales han aumentado, en cambio, de 50%, en los últimos 6 meses, hasta alcanzar el promedio de los años precedentes.
Situado entre los gremios patronales que los acusan de "ir demasiado lejos" y los sindicatos obreros que reivindican "nuevas conquistas sociales", los socialistas mantendrán su política adoptando, según expresión del ministro de Finanzas, Jacques Delors, "el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad".
José Hernández (Corresponsal de SEMANA en Europa)