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Bush han elevado el histórico enfrentamiento entre Washington y Teherán a un peligroso nivel

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¿Será capaz Bush?

La creciente tensión entre Washington y Teherán aumenta el riesgo de otro ataque militar en la región más volátil del planeta.

10 de febrero de 2007

Si Washington ataca a Irán, la represalia desataría una ola de atentados contra los intereses de Estados Unidos en todo el mundo. El ayatola Ali Jamenei, el líder supremo de la república islámica, hizo la advertencia el jueves pasado, en el capítulo más reciente de la creciente tensión con tintes prebélicos entre los dos países. Vientos de guerra soplan sobre Irán.

Las palabras de Jamenei llegaron como respuesta al endurecido tono del presidente George W. Bush contra el régimen iraní, al que acusa de desestabilizar Irak y de buscar armas nucleares. El ultimátum de la ONU para que Irán renuncie a su programa nuclear, que llegó acompañado de sanciones en diciembre, se cumple el 21 de este mes. Pero Teherán no ha dado marcha atrás y se espera que en el aniversario de la revolución islámica, el 11 de febrero, el radical presidente Mahmud Ahmadineyad anuncie avances en la tecnología nuclear iraní.

Y aunque Washington asegura preferir la salida diplomática, suele añadir que todas las opciones están sobre la mesa y sigue reforzando su presencia militar en el Golfo Pérsico. Al punto que en los últimos días un grupo de ONG británicas y varios ex militares norteamericanos han advertido de las desastrosas consecuencias que traería atacar Irán.

El debilitado gobierno de Bush debe lidiar con un Congreso dominado por la oposición y está empantanado en Irak, sin embargo el 40 por ciento de los estadounidenses (según una encuesta de Global Monitor) cree que el país entrará en guerra con la república islámica. Parece una locura abrir otro frente de batalla cuando la violencia en Irak luce incontenible. Pero el ambiente en Washington se parece en forma angustiosa al que reinaba antes de que atacaran a Saddam Hussein. "Estoy un poco preocupado de que esto sea otro Irak", dijo a The New York Times el presidente del comité de espionaje en el Senado, John Rockefeller. Un dato significativo, pues ese político hace parte del selecto grupo de estadounidenses con acceso a la información clasificada.

El gran Satán vs. el eje del mal

Un enfrentamiento militar sería la culminación del antagonismo que enfrenta a los dos países desde la victoria de la revolución islámica, en 1979, cuando Estados Unidos fue bautizado por el ayatola Jomeini como "el gran Satán". Irán, incluido por Bush en "eje del mal" en su discurso del Estado de la Unión de 2002, volvió a ser protagonista de esa alocución presidencial este año. Muchos esperaban que el tejano anunciara el giro en su política exterior que reclaman desde distintos frentes, incluida la comisión bipartidista para el estudio de Irak. Esta recomendaba reducir las tropas en Irak y dialogar con Irán y Siria para estabilizar el país.

Bush hizo lo contrario. Aumentó las tropas y endureció su discurso contra Teherán, al que acusó de entrenar parte de la insurgencia iraquí. "Enfrentamos peligros provenientes de extremistas chiítas, hostiles con Estados Unidos y decididos a dominar Oriente Medio. Se sabe que muchos reciben órdenes del régimen de Irán, que financia y arma terroristas como Hezbolá, un grupo que ocupa el segundo lugar después de Al Qaeda como responsable de la muerte de norteamericanos", aseguró.

Desde entonces, los incidentes abundan. Estados Unidos ha lanzado un par de operaciones contra funcionarios iraníes en Irak y cinco de ellos siguen bajo custodia. A eso se suma el secuestro en Bagdad, esta semana, de Jalal Sharafi, un diplomático iraní. Los secuestradores actuaron con el uniforme de una unidad del Ejército iraquí que trabaja bajo órdenes de Estados Unidos, y Teherán responsabilizó a Washington.

La mayoría de los iraquíes ve a Irán, de mayoría chiíta, como un gobierno amigo. Eso pone al gobierno del primer ministro chiíta Nuri Al Maliki, respaldado por Washington y Teherán, en una delicada situación, al punto que ha pedido públicamente a los dos países que resuelvan sus problemas fuera de Irak. Y para los pesimistas, el deseo de Al Maliki se podría cumplir en un futuro próximo.

Tambores de guerra

Los rumores de planes de ataque vienen de tiempo atrás. Hace tres años, The Washington Post reveló un plan conocido en los círculos militares como Tirannt (Theater Iran Near Term), concebido antes de 2003. En enero de 2005, un reportaje en The New Yorker de Seymour Hersh -el mismo periodista que destapó las torturas de Abu Ghraib- aseguraba que varios comandos secretos norteamericanos ya habían infiltrado Irán para marcar objetivos militares, y las especulaciones revivieron a finales de ese año en los diarios alemanes. Hace unos meses, Hersh publicó otro artículo donde se preguntaba si una administración herida estaría más dispuesta a atacar Irán.

Y las señales desbordan la retórica. El Pentágono anunció que reforzaría sus sistemas de misiles Patriot en Oriente Medio, y el portaviones John Stennis, acompañado de buques escolta, se dirige al Golfo Pérsico para unirse al Eisenhower. Cuando llegue a su destino será la primera ocasión desde la invasión a Irak en que dos portaviones norteamericanos coincidan en la región.

Nadie cree que Estados Unidos invadirá a Irán, pero sí que lanzaría un ataque aéreo contra las instalaciones nucleares. Los portaviones apoyan esa tesis. También cabría la posibilidad de una ofensiva originada en Israel. Recientemente, The Sunday Times sugirió que pilotos israelíes se han entrenado para atacar esos blancos y existe el antecedente de 1981, cuando aviones israelíes frustraron las ambiciones nucleares de Saddam con un solo ataque a un reactor cerca de Bagdad. Pero Teherán aprendió la lección. Para un efecto similar, tendrían que apuntar a una docena de objetivos, pues los blancos están desperdigados, bajo tierra o en medio de población civil. Además, Irán, con sus 70 millones de habitantes, no es Irak.

Teherán, que aspira a ser el poder dominante en la región, tiene un poderoso ejército y financia grupos extremistas, como Hezbola y Hamas, que podrían convertir Oriente Medio en un infierno. "Como retaliación, Irán podría atacar objetivos norteamericanos en Irak, o bloquear el estrecho de Ormuz y provocar una crisis del comercio mundial", dijo a SEMANA Azmat Hassan, experto de la Seton Hall University y ex canciller paquistaní. Por el estrecho pasa diariamente el 25 por ciento del petróleo que se consume en el mundo e Irán tiene más de 2.000 minas marítimas.

Los más cautos creen que Estados Unidos sólo quiere usar la amenaza del garrote como complemento de las sanciones económicas para que Teherán deje su altanería. Incluso en ese contexto, a muchos observadores les preocupa que en medio de la tensión, un error de cálculo pueda conducir a una guerra no planeada.

Lo paradójico es que las sanciones y el aislamiento, por no hablar de un eventual ataque, pueden ser contraproducentes para el deseo norteamericano de un cambio de régimen en Teherán. En medio del debate interno entre radicales y reformistas, las agresiones exacerban el sentimiento nacionalista y agrupan a los iraníes alrededor de la bandera. Ahmadineyad, cuya retórica está siendo ampliamente criticada en Irán, puede frotarse las manos a la espera de que su peor enemigo le lance un salvavidas que legitime su radicalismo.