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La sequía en Puerto Rico priva del servicio de agua cada vez más a la población. | Foto: EFE

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Puerto Rico sufre la peor sequía desde 1898

Tras la sequía que sofoca a la isla, ni el canto del coquí ha vuelto a escucharse, el anfibio que, junto a la salsa, caracteriza a Puerto Rico.

13 de agosto de 2015

A mediados de mayo del año en curso el Gobierno declaró un estado de emergencia anunciando el racionamiento del agua y el corte del servicio por un periodo de 48 horas. El pasado miércoles, sin embargo, la situación se puso color de hormiga brava: el gobierno amplió las restricciones de agua a nuevas poblaciones.

Según la empresa de aguas y drenaje de la isla caribeña, 180.000 usuarios recibirán agua cada tres días, por lo que ahora son 400.000 los que enfrentarán cortes de servicio durante las 48 horas. Entre los sectores más afectados se encuentran los pueblos de Trujillo Alto (noreste) y Guayama (sureste), que registraron los índices de lluvia más bajos en un siglo.

En lo que va del año ha llovido hasta 31 centímetros menos de lo habitual en San Juan (capital) y hasta 51 menos en las zonas de embalse: la represa de Carraízo en Trujillo Alto, principal fuente de agua del área metropolitana de San Juan, y La Plata, un depósito de agua de 4,05 kilómetros cuadrados situado entre los municipios de Naranjito, Toa Alta y Bayamón (centro norte de la isla).

La sequía es de tal dimensión que el presidente de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillado (AAA), Alberto Lázaro, anunció el pasado miércoles la ejecución de un plan piloto consistente en el sembrado de nubes de agua en las cuencas de los embalses por un periodo de tres meses, a cargo de la empresa Seeding Operations & Atmospheric Research (SOAR), contratada por la AAA. El proyecto conlleva un costo de 66.000 dólares mensuales.

Según Uroyoán Ramos, presidente de la Universidad de Puerto Rico –entidad responsable de la supervisión del proyecto–: “mediante la inyección del cloruro de calcio como ente catalítico, se formarán las gotas de agua, cayendo la lluvia donde nos hace falta”.

El proyecto está integrado por doctores de distintas sedes de la Universidad de Puerto Rico, quienes trabajarán en conjunto con la empresa estadounidense SOAR.