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Siesta supersónica

5 de junio de 2000

Los bombarderos B-2 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos siguen causando sensación por sus características de invisibilidad al radar, sus ultrasofisticados instrumentos y su valor de 1.000 millones de dólares. Tan valiosos son que durante la campaña en Kosovo esos aviones volaban directamente desde una base en Estados Unidos hasta los Balcanes, descargaban su letal contenido y regresaban sin tocar tierra. Lo que nadie sabía, sin embargo, es que la clave de esa operación no fue ningún equipo de alta electrónica sino una simple silla perezosa de jardín de ocho dólares. Según la revista especializada británica Jane’s Defense Review, para soportar las jornadas de 30 horas los pilotos tomaban largas siestas por turnos en una silla acomodada detrás de los asientos de la cabina de mando.