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Sin cambios a la vista

El nuevo presidente de Paraguay parece representar la continuidad en el país guaraní.

14 de junio de 1993


UN INVESTIGADOR PARAguayo sostenía antes de las eleeeiones del 9 de mayo pasado, que ellas serían el tercer y definitivo golpe contra el orden que regía desde 1954. El primero fue el cruento golpe de 1989 con que el general Andrés Rodríguez sacó al dictador Alfredo Stroessner -su suegro- de un sueño de poder que duró 35 años. El segundo fue la publicación de los "Archivos del Horror", que demostraron que esa dictadura fue tan sangrienta como sus pares del resto de América Latina. Y el tercero sería el triunfo electoral de alguien comprometido con el cambio.
Las expectativas eran buenas. El censo de votantes que Stroessner utilizó para ser reelegido en ocho veces consecutivas -y que le alcanzó a Rodríguez para legitimar su poder tres meses después del golpe-, fue limpiado de 500 mil nombres falsos. La presencia de observadores internacionales, entre ellos el ex presidente norteamericano Jimmy Carter y el seeretario general de la Organización de Estados Americanos Joao Baena Soares, y de firmas independientes de conteo de votos, parecían garantizar que los comicios permitieran una transición hacia adelante. Los tres candidatos más opcionados sostenían con mayor o menor énfasis que el orden imperante -la trilogía Fuerzas Armadas, la Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado y Gobierno- no podría sobrevivir.
Pero en la práctica, con el triunfo del candidato oficialista Jaime Wasmussy, del Partido Colorado, esa tesis ya no es tan cierta. Wasmussy, un ingeniero multimillonario de 54 años, hizo una gran fortuna al lado del hijo de Stroessner, mediante la contratación de las obras de la represa de Itaipú, la hidroeléctrica más grande del mundo, construída hace 20 años por Paraguay y Brasil sobre el río Paraná. Wasmussy sostiene que hará el cambio, pero sus condiciones no lo demuestran.
Durante los 34 años de hegemonía del Partido Colorado, la estructura del Estado llegó a confundirse con la de esa organización política, al punto que la mayoría de los mandos de las Fuerzas Armadas, lejos de no ser deliberantes, son afiliados al Partido. Durante toda la campaña los candidatos opositores se quejaron del uso de los recursos oficiales para favorecer a Wasmussy. Desde el proceso interno de escogencia del candidato de los colorados, se evidenció que las cosas no habían cambiado mucho. Esas primarias se vieron empañadas por denuncias de trampas propias de épocas que se creían superadas. En este caso el acusador fue el ex canciller Luis Manuel Argaña, quien había obtenido el primer lugar en el conteo inicial de votos, pero fue despojado de la candidatura por el fallo de un segundo tribunal partidario, que fue designado tras la renuncia del primero. Como parte responsable del desenlace se menciona la existencia de una amenaza de golpe de estado si Wasmussy no resultaba postulado.
Igual amenaza se presentó más tarde, cuando el candidato de la coalición Encuentro Nacional, Guillermo Caballero Vargas, fue señalado por las encuestas como principal opcionado para ganar. Faltando solo una semana para los comicios, el general Lino César Oviedo, comandante del Primer Cuerpo del Ejército, declaró que no aceptaría un gobierno de la oposición.
Esa fue la advertencia definitiva. Con ella, los oficialistas lograron mantener viva la alternativa de dictadura o anarquía que ha estado presente en los 182 años de vida independiente del país. Ese fantasma del desorden total ha sido manipulado por los gobernantes de ese país y ha dado lugar a autócratas legendarios, como Gaspar Rodríguez de Francia, revivido por el escritor Augusto Roa Bastos en su novela "Yo el supremo". El mismo Roa Bastos declaró, desde su exilio en París, que el resultado de las elecciones era en realidad el triunfo del miedo, "un miedo que ya se vio durante todo el período de Stroessner, un miedo que es la única expresión de la conciencia pública. Hay en mi país una tradición de poder absoluto ".
A parte de esas presiones, la victoria de Wasmussy fue relativamente limpia, pues en opinión de Esteban Caballero Carrizosa, director de "Saka''' una organización de conteo independiente, el fraude solo influyó en unos tres puntos lo que, comparado con la ventaja de siete, hace que no haya resultado significativo. De todos modos Laíno, quien con 32 por ciento de los votos quedó en segundo lugar, dijo que "si las condiciones hubieran sido las mismas, hubiéramos ganado".
Wasmussy es poco conocido incluso entre sus copartidarios y, aunque tiene un programa liberal -control de la inflación, privatización de algunas empresas estatales y favorecimiento de la inversión extranjera-, la mentalidad de los colorados tiende a un estado sobredimensionado que permita las prebendas políticas.
La gran esperanza está, sin embargo, en el Congreso, en el cual los colorados por primera vez no quedaron con mayoría absoluta. Pero para que se concrete una oposición verdadera, el nuevo presidente deberá demostrar la verdad de sus afirmaciones de que devolverá a los militares a sus cuarteles. Porque si ello no es así, quedará incólume la tradición de "Supremos" que ha gravitado sobre toda la historia del Paraguay.