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Socialismo o... apertura

Fidel Castro anuncia la legalización de la tenencia de divisas, pero asegura que Cuba no renunciará a las conquistas del socialismo.

30 de agosto de 1993

HACIA MUCHO TIEMPO QUE no se esperaba con tanta expectativa un discurso del presidente de Cuba Fidel Castro. Los rumores se confirmaron en la noche del lunes 26 de julio, en la conmemoración de los 40 años del inicio de la campaña que terminó con la victoria de 1959. En el teatro Heredia de Santiago de Cuba, el líder entregó su discurso más difícil de los últimos años. En hora y media, Castro presentó a sus conciudadanos, entre otras, una medida que como ninguna otra de las tomadas en los últimos y desesperados años, parece contradecir los postulados mismos de la revolución: en adelante, los cubanos podrían tener legalmente divisas extranjeras, es decir, dólares.
Desde la perspectiva del mundo capitalista, resulta difícil entender la trascendencia de esa medida para los cubanos. Durante todos estos años, quienes fueran sorprendidos con dólares resultaban en alguna de las prisiones de la isla, por haber cometido un delito contra la economía. La base de esa penalización era clara: la tenencia de divisas significaba privilegios indebidos para una revolución basada en la igualdad absoluta en la prestación de servicios y en el acccso a los bienes de todas clases.
Los dólares que llegaban proccdentes de los familiares del extranjero debían ser cambiados al tipo de cambio oficial. Cada familia sólo podía recibir 900 dólares mensuales, pero según cálculos extraoficiales, unos 300 millones de dólares anuales entraban a la isla. Ese flujo de dólares ilegales fue uno de los factores estimulantes del enorme mercado negro que se desarrolló en la isla a medida que las condiciones económicas fueron deteriorándose. Por otro lado, el crecimiento de la industria turística creó un nuevo flujo con los ingresos de muchos empleados de hotelería.
Sin que la economía se "dolarice", la nueva medida busca captar esos millones de dólares al permitir que los cubanos los puedan utilizar en las tiendas establecidas para los diplomáticos y para los turistas, en espera de que se abran otras especialmente al efecto. Si se quiere hacer uso por fuera de ellas (algo muy improbable), los poseedores de divisas tendrán que venderlas al gobierno.
Castro hizo una relación de los desastres que la isla ha tenido que enfrentar, desde la caída del bloque comunista hasta la disminución de la producción azucarera, la "tormenta del siglo", la pérdida de precio de otras exportaciones como el níquel y los mariscos y la epidemia de neuritis óptica, para declarar que "la realidad nos obliga a hacer lo que de otra forma no hubiéramos hecho nunca". Admitió que "algunas medidas son antipáticas, pues crean privilegios y el pueblo cubano está acostumbrado a la igualdad y a la equidad". Pero sostuvo que el mayor flujo de divisas y el mantenimiento del control estatal de la economía, tendrá que redundar en beneficio de todos los cubanos. Pero entre tanto, los que no tienen parientes en Estados Unidos van a sentirse muy infelices.
RECOGER LOS RUBLOS
LOS RUSOS COMENZARON LA semana pasada con una noticia mala: por disposición del presidente del Banco Central, Viktor Gerashchenko, los rublos impresos antes de 1993 perderían su valor, y sólo 35 mil (unos 35 dólares) podrían ser cambiados. En una sociedad sin cuentas corrientes o tarjetas de crédito, las colas testimoniaron la incapacidad de los dirigentes para manejar sus asuntos sin recurrir a métodos stalinistas. Para muchos, sobre todo los ancianos, la medida significaba la pérdida de los ahorros de toda su vida.
Los más sorprendidos fueron Boris Yeltsin y el ministro de Finanzas Boris Fyodorov, quienes estaban fuera de Moscú. Para ellos el asunto era incomprensible: dos meses atrás, con la mediación del Fondo Monetario Internacional, Fyodorov y Gerashchenko (quien depende del Parlamento) habían llegado a un acuerdo para limitar el otorgamiento de créditos y la emisión.El acuerdo estaba dando frutos: la inflación había bajado al 16 por ciento mensual y el rublo se había estabilizado alrededor de mil por dólar, una condición indispensable para su convertibilidad.
Yeltsin amplió el monto a 100 mil rublos y el plazo hasta el final de agosto, pero el daño estaba hecho. No sólo la población culpó en general al "gobierno", sino los organismos internacionales de crédito miraron el asunto con desconfianza. Pero además, hasta entonces se aspiraba a que las repúblicas ex soviéticas que usan el rublo tuvieran una transición estable hacia su propia emisión, y ahora se espera que inunden el país con sus viejos rublos. Y los efectos son impredecibles.