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Sueño lejano

El fracaso de Camp David siembra incertidumbre en Israel.

28 de agosto de 2000

El martes pasado el proceso de paz en el Medio Oriente entró en un camino incierto. Ese día el presidente norteamericano Bill Clinton dio por terminada, sin resultados, la reunión patrocinada por él en Camp David entre Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Palestina, y Ehud Barak, primer ministro de Israel. Las discrepancias frente a Jerusalén no permitieron un acuerdo definitivo y, por eso, nadie sabe cuál será el destino de la paz entre Israel y los palestinos.

Sin embargo el desastre no fue total. Richard Murphy, director de estudios del Medio Oriente del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, dijo a SEMANA que “a pesar de no haber llegado a un acuerdo, el hecho que hayan discutido el estatus de Jerusalén, algo impensable hace unos años, es un avance inmenso”. Otros creen que el debate demostró que no va a ser posible conciliar sobre Jerusalén y que ello puede llevar a la violencia.

Arafat y Barak regresaron a casa y encontraron dos situaciones opuestas. Arafat fue recibido como un héroe pues no cedió en exigir la soberanía sobre Jerusalén Oriental. Para Barak, en cambio, el recibimiento fue amargo. Desde la convocatoria de la cumbre el israelí tuvo que enfrentar una crisis que puso en entredicho su gobernabilidad. Y las concesiones hechas en la mesa de negociación, que aunque no comprometen al Estado hebreo pues la regla de la cumbre era que sólo se acordarían temas en bloque, fueron vistas por la oposición como debilidades y hasta como traición.

Según el propio Bill Clinton, Barak y su delegación fueron más flexibles. Al parecer los negociadores israelíes instaron a su contraparte a aceptar la propuesta norteamericana de un control municipal palestino sobre parte de Jerusalén Oriental. Pero el representante de la OLP en Jerusalén, Ziad Abu Ziad, dijo que “ningún líder árabe puede firmar un documento de concesiones sobre Jerusalén”.

Y es que Jerusalén, ciudad sagrada de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo, la judía, la musulmana y la cristiana, ha sido siempre la discrepancia clave entre israelíes y palestinos. Hace siete años el tratado de Oslo dejó el estatus de la ciudad y los puntos más difíciles para el final del proceso, pensando que entonces sería más fácil llegar a acuerdos. Pero la cumbre de Maryland demostró que no fue así.

Al final los participantes dijeron que habían llegado a un consenso en varios puntos generales que los compromete a continuar en busca de la paz, así como a abstenerse de tomar decisiones unilaterales que podrían conducir a la violencia. Sin embargo esa declaración, inspirada por los norteamericanos, diverge de lo dicho por Barak y Arafat a su regreso. “Si tenemos que ir a un enfrentamiento podremos mirar a nuestros hijos y decir que hicimos todo por evitarlo”, dijo Barak. Por su parte el líder de la Autoridad Palestina prometió a sus conciudadanos en tono desafiante que Jerusalén sería la capital del Estado Palestino.

Esa retórica doble es peligrosa. El tiempo está en contra de ambos pues Barak ya no tiene mayoría en el Parlamento y debe buscar una nueva coalición. Si el israelí no ve posibilidades de regresar a la mesa de negociación pronto buscará formar una mayoría de unidad que incluiría al partido opositor Likud. Si, por el contrario, vislumbra una nueva ronda de conversaciones, la coalición tendrá que ser tal que le permita negociar. Arafat, por su parte, tendrá que enfrentar la presión de su pueblo para que cumpla la fecha límite que él mismo estableció, el 12 de septiembre, para la proclamación del Estado Palestino. Y lo peor es que Ahmed Yassin, líder del movimiento extremista Hamas, hizo ya un llamado para librar una guerra santa, o jihad, contra Israel.

Finalmente, a Bill Clinton le restan sólo cinco meses en la presidencia y la imposibilidad de llegar a un acuerdo antes de enero pondría en duda todo el proceso. Como dijo a SEMANA Richard Murphy, “es poco probable que el nuevo presidente estadounidense apoye y se dedique a las negociaciones como lo ha hecho hasta ahora Clinton”. Así que, de nuevo, la paz en la región es un sueño lejano.