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Tesoro bajo fuego

Las riquezas culturales, históricas y arqueológicas de Irak son invaluables. Expertos de todo el mundo insisten en que su preservación es un deber con la humanidad.

30 de marzo de 2003

Hoy los ojos del mundo se vuelven hacia los destellos que las bombas inteligentes de la coalición angloamericana causan en las ciudades iraquíes. Hace unos 6.000 años los destellos eran producidos por la magnificencia de las culturas asiria, sumeria, acadia, babilonia, caldea, amorita, sasánida y abasíe, que hicieron del territorio de Irak la cuna de la civilización.

Mesopotamia (literalmente 'entre dos ríos') la llamaron los griegos por estar ubicada entre el Tigris y el Eufrates. En esta región florecieron Nínive y Babilonia, los principales centros urbanos de la antigüedad. Allí se encontraba Ur, la ciudad más antigua del mundo, cuna del patriarca Abraham, referente fundacional de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo: la cristiana, la judía y la musulmana.

También en esa región se dieron avances tecnológicos y culturales que en el resto del mundo fueron una novedad mucho tiempo después y cuando en el norte de Europa la gente todavía se cubría del frío con pieles de animal. La escritura, la agricultura, las primeras culturas urbanas, la primera burocracia administrativa, los ejércitos regulares, el primer marco legal para una sociedad, la rueda, el arado, la épica y el actual sistema de medición del tiempo, todos, son originarios de esos antiquísimos territorios.

Con la guerra todo ese legado corre el riesgo de desaparecer. Ese temor se ha convertido en las últimas semanas en el centro del debate académico en las principales universidades de Estados Unidos y Europa. Así mismo, varias organizaciones arqueológicas internacionales que abogan porque el patrimonio milenario de Irak sufra el menor daño posible durante el conflicto han comenzado a movilizarse.

El Instituto de Arqueología de Estados Unidos, por ejemplo, convocó a un centenar de científicos, historiadores, arqueólogos e investigadores para suscribir un mensaje a los líderes de los países de la alianza que participan en la confrontación para que no olviden su responsabilidad con la memoria histórica de toda la humanidad. "El extraordinario significado para el mundo de los monumentos, museos y sitios arqueológicos de Irak impone una obligación a todos los pueblos y gobiernos para protegerlos. En cualquier conflicto armado el patrimonio es puesto en riesgo, y es en circunstancias como estas cuando el peligro se hace más evidente", asegura la proclama.

La Asociación de Directores de Museos de Arte, la Escuela de Investigaciones Orientales de Estados Unidos y la Escuela de Arqueología de Gran Bretaña han iniciado acciones similares de sensibilización.

A su preocupación no le falta razón. Son muchos los monumentos históricos y arqueológicos que corren el riesgo de ser alcanzados como objetivo militar de los bombardeos de Estados Unidos. Zigurat, por ejemplo, uno de los templos emblemáticos de la ciudad Ur, está situado justo al lado de una base militar construida por Hussein en 1989. Las Tumbas Reales, con vestigios de más de 5.000 años de antigüedad, las ruinas de la ciudad portuaria de Eridu y la Muralla de Gilgamesh, entre otros monumentos, son vecinos de emplazamientos militares que Estados Unidos considera objetivos legítimos de sus aviones y misiles.

Ya en la primera Guerra del Golfo el patrimonio histórico de Irak sufrió las consecuencias devastadoras de la confrontación. En aquella ocasión 12 museos, seis bibliotecas centenarias y buena parte de las 10.000 piezas arqueológicas identificadas hasta ahora sufrieron los daños colaterales de los bombardeos y el avance de las tropas en tierra. Los daños más evidentes se produjeron en Basora -hoy de nuevo escenario de una de las más feroces batallas de la guerra-, donde los bombardeos aliados destruyeron las mezquitas de Al Kawaz y Al Maaqal.

Los monumentos que se salvaron de las bombas fueron posteriormente saqueados por miembros de las fuerzas aliadas o de guaqueros locales, como lo denunció en 1995 Federico Mayor Zaragoza, director general de la Unesco. Ese año la Interpol informó que unos 4.000 objetos desaparecidos de los museos iraquíes tras la guerra fueron a parar al mercado ilegal de antigüedades de los países desarrollados, donde son negociados por cifras astronómicas. En ese entonces muchas piezas fueron sacadas del país hacia Jordania y localizadas meses después en subastas de arte en Londres, París, Bruselas y Nueva York.

Otro temor que existe alrededor de la situación tiene que ver con el deterioro progresivo de la riqueza cultural iraquí tras 12 años de sanciones económicas. Joaquín Córdoba Zoilo, historiador de la Universidad Autónoma de Madrid, dijo a SEMANA que el bloqueo impuesto a Irak por la ONU "sirvió de pantalla protectora a los traficantes internacionales de antigüedades e impidió que las autoridades iraquíes pudieran defender el patrimonio que la historia ha dejado en sus manos a lo largo de siglos". Según Córdoba, esa responsabilidad debe ser enteramente asumida por el Consejo de Seguridad de la ONU.

A su vez Maguire Gibson, arqueólogo de la Universidad de Chicago, afirmó que en cualquier caso "la guerra y la arqueología no son una buena mezcla". Gibson dijo a SEMANA que "cuando un ejército está avanzando no tiene la capacidad de distinguir entre el patrimonio histórico y otras edificaciones, lo cual es un riesgo supremamente alto". Es por ello que el Consejo para la Política Cultural de Estados Unidos ha ofrecido mapas y expertos al general Tommy Franks, comandante de las operaciones militares en Irak, para evitar que los sitios históricos sean destruidos.

Y aunque para algunos historiadores y arqueólogos a Hussein puede que no le importen mucho estas delicadezas, lo cierto es que la Dirección de Antigüedades de Irak fue una de las primeras instituciones en reaccionar ante el estallido de la guerra. Con casi un mes de anticipación al inicio de los bombardeos miles de esculturas, inscripciones y artefactos de las culturas allí asentadas fueron transportados a escondites subterráneos. El Museo de Irak, junto al de El Cairo, el más importante de Oriente Medio, fue cerrado y su patrimonio trasladado lejos de Bagdad como una medida 'temporal y preventiva'. Hoy en día su paradero es desconocido.

De otro lado, los expertos reconocen que la riqueza histórica de Irak será una de las bases para reconstruir y poner a andar su maltrecha economía. Los ingresos que podría percibir Irak por cuenta de la industria turística y cultural ya es uno de los negocios que tiene en la mira Estados Unidos. Hasta el cierre de esta edición no se habían reportado errores de los bombarderos de Estados Unidos que hubiesen afectado parte del patrimonio iraquí, pero el miedo seguía latente a que cualquier falla le costará a la humanidad un trozo invaluable de su pasado.