Home

Mundo

Artículo

TIEMPO SIN VERTE

Tras años de ausencia, regresa la Unión Soviética a tratar de mediar en la región.

27 de marzo de 1989

El iceberg que separa a Israel de la URSS se está derritiendo lentamente. Después de 20 años de helaje, las puertas de la embajada soviética en El Cairo, presidida por el propio ministro de Relaciones Exteriores Edward Shevardnadze se abrieron para recibir a Moshe Arens, ministro de Asuntos Exteriores del Estado de Israel y pocas horas más tarde, al líder de la OLP, Yasser Arafat. Nadie cree que el encuentro de El Cairo entre los dos cancilleres resuelva 40 años de crisis en el Medio Oriente y 20 en las relaciones entre URSS e Israel. Y es tal vez por eso que el encuentro de El Cairo el miércoles 22 de febrero fue registrado con prudente optimismo. Aunque en política, se sabe, las señales son importantes.
La visita del ministro soviético a El Cairo era ya una primera señal del regreso, con gran estilo, de la Unión Soviética al panorama del Medio Oriente, después de la ruptura de los años setenta. Con el retiro del Ejército Rojo de Afganistán, Moscú cerró el capítulo que impedía su ingreso en el mundo árabe-musulmán. Ahora, puede comenzar a tejer los hilos de la diplomacia, sin esconder cadáveres dentro del armario, como dicen en Italia. Al mismo tiempo, la visita de Shevardnadze a El Cairo y el encuentro el mismo día con Arens y Arafat parecen enterrar definitivamente no sólo los acuerdos de Camp David auspiciados por Kissinger en 1979 por una "paz separada" entre Israel y Egipto, sino también el sueño israelí y en parte norteamericano de un Oriente Medio sin la Unión Soviética ni la Organización para la Liberación de Palestina.
Hoy Egipto es de nuevo el eje central del mundo árabe y ha tenido un rol importante en el vaivén diplomático que llevó a la histórica apertura de los norteamericanos a la OLP en noviembre pasado en Túnez. La ofensiva en Oriente Medio de la cancillería soviética, resulta todavía más eficaz si se compara a la falta de iniciativa norteamericana en estos momentos en la región, después del sorprendente anuncio de Arafat que reconocía las resoluciones 242 y 338, pronunciado en la ONU en Ginebra.
Por otra parte, Moscú parece tener en sus manos importantes piezas del dominó: involucra países árabes y europeos de todo tipo, exalta el papel de las Naciones Unidas, humillada durante la administración Reagan, y al mismo tiempo se mantiene cerca a Israel, con el que mantiene una intensa actividad diplomática además de que posee una clave crucial: la suerte y la visa de tres millones de hebreos soviéticos.
¿Qué llevará al intercambio de embajadores entre Jerusalén y Moscú? Lo dijo ya Gorbachov y lo repitió Shevardnadze a Arens: "El día de la inauguración de la conferencia internacional de paz sobre Medio Oriente, y no antes, se dará ese intercambio. Y es gracias a la intifada que se están dando todos estos encuentros en en El Cairo. Porque es justamente la intifada, la revuelta palestina en los territorios ocupados por Israel, la que está cambiando los factores del problema en esa zona caliente del mundo.
Mucha agua ha pasado bajo el puente desde cuando en diciembre de 1987, jóvenes palestinos comenzaron a tirar piedra contra los soldados de Israel. La OLP reconoció a Israel, nació el Estado de Palestina, Hussein de Jordania revisó sus ambiciones sobre la Cisjordania como también Assad en Siria. La diáspora, los judios que viven fuera de Israel, no son ya tan automáticamente alineados con Israel (o critican o callan) y el mismo Israel, cada vez más solo en su obstinación de no tratar con la OLP, comienza a dividirse en su interior. Un sondeo de opinión da como resultado que más del 50 por ciento de los israelíes están de acuerdo en llevar a cabo conversaciones directas con la OLP.
Con un cuadro asi, Moscú puede jugarse muchas cartas. Arafat, cada vez más fuerte, es optimista: "Estamos dispuestos a negociar directamente con Israel, en la Unión Soviética o en Estados Unidos", declaró inmediatamente después de su encuentro con Shevardnadze. Su optimismo en una paz cercana parece más fuerte que la cerrazón de los gobiernos y los fantasmas del pasado.