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TODOS CONTRA LA NASA

Espectaculares revelaciones parecen demostrar que el desastre del Challenger había sido anunciado meses antes

17 de marzo de 1986

Era previsible que después del accidente del Challenger, todas las miradas se voltearan hacia la hasta ahora inmaculada diosa de la tecnología americana: la NASA. Lo que nadie imaginó es que tanta agua sucia corriera bajo el puente, y que empezara a desbordarse tan rápido.
No habían transcurrido sino unas pocas horas después del accidente cuando las especulaciones de los "expertos", "antiguos oficiales de la NASA" y "asesores" hacían ya carrera, acogidas con beneplácito por los medios de comunicación, ávidos de respuestas que la NASA no podía aventurar.
Se requirió sin embargo la publicación en The New York Times, el mismo 9 de febrero, de un memorando interno de la agencia en el cual se había advertido desde julio del año pasado el potencial peligro de una catástrofe, debido a fallas en los cohetes auxiliares de propulsión, para que la posibilidad de una responsabilidad directa de la NASA en el accidente empezara a ser tomada en serio.
Ya para entonces había cogido fuerza la teoría de que una pluma de fuego producida en el cohete auxiliar derecho del Challenger por la ruptura de uno de los sellos de aislamiento de las paredes internas del cohete, había ocasionado la explosión del medio millón de galones de combustible del tanque externo.
La revelación, por tanto, del memorando, en el cual uno de los ingenieros de la NASA afirmaba que la seguridad del vuelo se hallaba comprometida por la potencial falla de los sellos y "la falla durante el lanzamiento sería sin duda alguna catastrófica", alborotó el avispero.
Inmediatamente se empezó a conocer la existencia de otros informes similares o complementarios, en los cuales se coincidía en señalar los sellos como el punto más crítico y vulnerable de los cohetes auxiliares.
Ya en 1982, entre una lista elaborada por la misma NASA de los aspectos más críticos de los cohetes, los sellos se señalaban en primer lugar. Fabricados en caucho sintético de alta resistencia, estos sellos consisten básicamente en anillos que se colocan en las uniones de las paredes, a manera de aislantes. En cada unión, van dos sellos, uno principal y otro de refuerzo. El documento de la NASA del 82 revela sin embargo que, bajo ciertas circunstancias, particularmente de alta presión, el sello de refuerzo puede quedar totalmente inhabilitado tras lo cual la más mínima falla en el sello principal daría origen a un orificio de escape. La falla en los sellos, señala el documento, podría tener como consecuencia "la pérdida de la misión, del perícolo y de la circulación, debido a la erupción metálica, el incendio y probablemente la explosión".
En diciembre de 1983, otro estudio elaborado por la Fuerza Aérea había concluido que las posibilidades de fallas en los cohetes auxiliares era de 1 a 35. Igualmente, entre las 14 posibles causas del accidente del Challenger, había catalogado las fallas en los cohetes auxiliares como la más factible. Reportes recientes de septiembre y diciembre de 1985 habían detectado así mismo erupciones menores en los anillos de los sellos.
A los problemas relacionados directamente con los sellos, parecen haberse sumado los generados por las excesivamente bajas temperaturas registradas el mismo día del lanzamiento. Según lo indicara Morton Thiocol, fabricante de los cohetes auxiliares, éstos no habían sido diseñados para usarse en temperaturas inferiores a los 4 grados centígrados, en los cuales se disminuye la resistencia del caucho con que están elaborados los sellos. La temperatura en Cabo Cañaveral el día del lanzamiento era cercana a los 6 grados centígrados bajo cero.
Durante toda la semana anterior, los responsables de las distintas fases de la operación del Challenger estuvieron rindiendo informes al panel de expertos nombrados por el presidente Ronald Reagan para investigar las causas del accidente. Las respuestas de los oficiales de la NASA a los múltiples interrogantes, sin embargo, aún siguen siendo poco precisas y en algunos casos hasta contradictorias. En lo concerniente a las muestras de erupción encontradas a finales del año anterior en algunos de los sellos, por ejemplo, el técnico responsable de los cohetes había asegurado al panel que no se habían presentado casos recientes. Pero los documentos conocidos más tarde demostraron lo contrario.
Los interrogantes que hasta ahora parecen quedar flotando en el ambiente a raíz de estos informes y contradicciones, son, por una parte, las preguntas sobre qué tanto control tenían realmente los altos oficiales de la NASA sobre el proyecto Challenger. Y por la otra, hasta dónde la gran expectativa y presión que existía sobre el proyecto podrían haber llevado a que se dejaran de lado consideraciones de seguridad que requerían una alta inversión en tiempo y en dinero, y cuyo aplazamiento no parecía representar peligro inmediato con miras a mantener el Challenger dentro del programa establecido y financieramente competitivo.--