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TODOS ESPERAN UN MILAGRO

Tras siete cirugías la vida del líder brasileño se extingue. Los políticos estudian cómo hacer la transición.

13 de mayo de 1985

Los partes médicos, en general, suelen tener una característica: rara vez caen en el alarmismo. Convencidos de que una frase pesimista, o incluso realista, puede agravar el cuadro clínico de una persona enferma, los facultativos se cuidan mucho al calificar el estado de sus pacientes. No otra cosa venían hacienda los cirujanos que atienden en estos días a Tancredo Neves, el Presidente electo del Brasil que no ha podido tomar posesión de su cargo dado que una grave complicación intestinal lo llevó de emergencia a una mesa de operaciones el 14 de marzo, la víspera de la instalación del primer gobierno civil tras 21 años de dictadura militar (ver SEMANA edición N°151). Sin embargo, el martes y viernes de la semana pasada, los médicos parecian haberse rendido ante una realidad tozuda que los obligaba a abandonar los eufemismos: el estado del mandatario, dijeron, había entrado en una fase "extremadamente grave" y sus posibilidades de sobrevivir eran sólo "de un 20 por ciento". Horas antes Neves había sido sometido a una traqueotomía, paradójicamente la más "simple" y "rápida" de las dramáticas operaciones practicadas últimamente en la humanidad del líder de 75 años.
Para drenar abscesos encontrados en su abdomen, el Presidente había sido intervenido el 4 de abril, después de haber sido operado cuatro veces antes (para remover una diverticulitis, para desbloquear los intestinos, para suturar una arteria rota allí mismo y para eliminar una hernia inguinal). La sexta fue la traqueotomía, maniobra que consistió en abrir un orificio en la base de la garganta, a la altura de la tráquea, para facilitar la respiración del paciente mediante una sonda. Con ésta, los médicos pudieron dispensar a Neves del incómodo tubo traqueal que le había sido introducido desde la operación del 14. No obstante, al delicado estado del abdomen que en forma recurrente desarrollaba nuevas infecciones, gracias a la presencia de la enterobacter cloacae, bacteria que en Brasil es llamada "el terror de los hospitales", se agregó una inflamación en la parte superior de los pulmones, haciendo que la situación se agravara notablemente. Luego vino la séptima intervención para retirar tres nuevos abscesos. De esa manera los sombrías engranajes de un eventual funeral fueron puestos en marcha en Sao Paulo y Brasilia (con avión presidencial incluido) y los diarios hicieron los titulares más pesimistas. Días antes un equivocado despacho de la agencia France Presse, originario de París, había anunciado la muerte del mandatario. Llevados por el "síndrome de la chiva" los reporteros redactaron un texto para usarlo en caso de muerte de Neves y por un accidente alguien accionó la memoria del computador donde se hallaba congelado el despacho. Dos minutos después, la agencia hizo la rectificación lo que no impidió que la cadena norteamericana ABC lanzara la noticia por la televisión y que igual suerte corrieran varias radioemisoras de Buenos Aires, Sao Paulo y Lisboa.
Millones de brasileños han seguido con inocultable pesar el desarrollo de la crisis temiendo que la próxima interrupción de la programación en radio o T.V. anuncie la dramática nueva: el fallecimiento de Tancredo. De hecho, cada una de las intervenciones quirúrgicas (la anterior era siempre la "última") fue un choque para la clase política hasta el punto que al anunciarse la cuarta operación, el presidente de la Cámara de Diputados, Ulysses Guimaraes, no pudo contener el llanto. "Um milagre" es la invocación de todos aquellos que ven en la difícil recuperacion de Neves la única vía para salir de la encrucijada política, económica y social en que se encuentra el país.
En Brasilia, mientras tanto, las cosas no son menos difíciles. El gobierno interino dirigido por José Sarney -vicepresidente en la fórmula de Neves y que asumió la presidencia a cambio de éste por la emergencia- decidió empezar a actuar. Sarney citó a una reunión del paralizado gabinete ministerial, con el propósito de iniciar la discusión de los programas de emergencia elaborados por los asesores del presidente electo. El hambre y el desempleo son los puntos focales de estos planes que culminan en propuestas para reducir precios en rubros como alimentos y servicios de salud, transporte y educación. El problema es que Sarney, por más que quiera apersonarse de la situación, no es el hombre capaz de mantener unido al heterogéneo equipo gubernamental estructurado por Tancredo, único líder con la suficiente autoridad política para mantener a flote la coalición política que le permitió ganar los comicios en el colegio electoral. De hecho, dos ministros ya se encuentran en pugna a raíz de plan de emergencia: el ministro de Hacienda, Francisco Dornelles, se opone a él,alegando que arruinaría su política antiinflacionaria, mientras que Joao Sayad, de Planeación, defiende la propuesta. La negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) también amenaza generar fricciones: mientras Neves dijo que las concesiones al FMI tendrían un límite: "la defensa de los intereses de los trabajadores y la supervivencia de las empresas nacionales" y que "más allá de eso, no negociaremos nada", otros proponen tener una actitud menos independiente.
Sarney ha dícho que seguirá las directrices del presidente electo pero hay dudas de que él pueda mantenerse al frente del gobierno. La verdad es que él llegó a esa posición gracias a una carambola del destino. Antes de las elecciones indirectas, él era el líder del hoy desintegrado Partido Democrático Social (PDS) apoyado por los militares. En ese momento, Sarney fungía como el mayor oponente de Neves y asi lo fue hasta que éste lo persuadió de pasarse a sus filas. De continuar Sarney con las riendas del poder (unos dicen que ello es posible según la Constitución, otros niegan esto) tal salida impopular no demoraria en hacer agua.
Ante ello ha comenzado a rumorarse que Ulysses Guimaraes, presidente de la Cámara de Diputados y presidente del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), podría hacerse cargo del gobierno. Por su lucha en favor de las elecciones directas y contra el estado de excepción, este veterano político, viejo amigo de Neves, goza de amplio apoyo popular y de mucha resistencia entre los militares más derechistas. Para lograr el recambio, Sarney tendría que renunciar y convocar a nuevas elecciones o pedir que el Congreso elija el nuevo mandatario. Por lo pronto los militares, por intermedio del general Leónidas Pires Goncalves, han dicho que respetarán el proceso. "Es la estabilización lo que nos va a dar primero la manutención de las instituciones, después, la paz social".