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En la mente del asesino de Las Vegas

Mucho dinero, un sinfín de armas, pocas preguntas y una vasta experiencia como apostador explican que un jubilado sesentón no haya levantado sospechas al planear la mayor matanza de la historia de Estados Unidos.

7 de octubre de 2017

Hasta el domingo a las 10:05 de la noche, Stephen Paddock, de 64 años, no había cometido delito alguno. Este aficionado a la música country y a pilotar aviones había llevado una vida banal. Hasta que comenzó a disparar contra una multitud en Las Vegas, solo había llamado la atención por su éxito en los negocios, su tendencia a jugar en los casinos y su carácter reservado y extraño.

“Era como vivir junto a nadie”, le dijo a The Washington Post Diane McKay, una de sus vecinas en Mesquite, el pueblo de jubilados millonarios donde Paddock se instaló hace un año con su esposa, Marilou Danley, con quien solía recorrer los 130 kilómetros hasta Las Vegas. “Ni siquiera era gruñón, nada”, agregó McKay al recordar que nunca habló con él. “Vivía recluido. Nunca lo conocimos”, dijo a su vez Harold Allred, quien también vivía a algunos metros de Sun City, el conjunto residencial donde residía Paddock.

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Sus vecinos no eran los únicos que pensaban así. “Era un tipo raro”, dijo a Los Angeles Times Martin J. Kravitz, el abogado de un hotel al que Paddock demandó tras un resbalón en 2012. “Llegó desaseado al tribunal, con un par de chanclas viejas. Me dio la impresión de que era sucio y descuidado”. Sin embargo, nunca dio señales de un comportamiento antisocial. “Todavía no hemos dado con nada que indique qué disparó el comportamiento de este individuo, qué lo llevó a producir tanto daño”, dijo el miércoles en una rueda de prensa el sheriff de la Policía de Las Vegas, Joe Lombardo.

Solo lo ha defendido su hermano Eric, el único familiar con quien tenía contacto. Según este, Paddock era un tipo común que “solo jugaba póquer, tomaba cruceros y comía burritos en Taco Bell. No era para nada fanático de las armas. No tenía antecedentes”. Y aunque es cierto, la agente Jill Snyder de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos reveló el miércoles que desde 1982 Paddock era un ávido comprador de armas, y que había acumulado un arsenal como para equipar a unos 50 hombres.

Esa tendencia se agudizó en los últimos meses. Desde octubre de 2016, Paddock adquirió 33 rifles semiautomáticos, de los cuales llevó 23 a Las Vegas junto con miles de cartuchos, varios dispositivos para lograr que sus fusiles dispararan cientos de balas por minuto,y unos 23 kilos de explosivos. Para el sheriff Lombardo, todo lo anterior apunta a que “llevaba una vida secreta”. Sin embargo, en estos años Paddock actuó dentro de la ley, pues Nevada es uno de los estados con una de las regulaciones de armas más laxas. De hecho, no se necesita tener permisos especiales para adquirir rifles, fusiles ni revólveres.

A eso se agrega que las tiendas que venden armas solo tienen que informar a las autoridades si una persona adquiere varias a la vez o si hace una compra ‘múltiple’, de dos en un lapso de cinco días hábiles. Y es muy probable que Paddock estuviera al tanto de esa situación. Como dijo en un comunicado Christopher Sullivan, el dueño de Guns and Guitars (una de las tiendas donde este compró su arsenal), “se verificaron los antecedentes y se siguieron los procedimientos, tal como lo disponen las leyes estatales y federales”.

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¿Se reabre el debate?

La facilidad con la que Paddock mató a 58 personas e hirió a otras 500 en el festival de música country Route 91 Harvest reactivó el debate sobre la venta de armas, que en Estados Unidos está protegida por la segunda enmienda de la Constitución. El jueves, la Asociación Nacional del Rifle (ANR) apoyó un proyecto del senador republicano John Cornyn para ilegalizar los bump stocks, dispositivos con los que Paddock alteró sus rifles semiautomáticos para que disparen cientos de balas por minuto.

Y eso apunta a un ligero cambio entre los conservadores estadounidenses. Pues tradicionalmente la ANR les ha dado a los congresistas republicanos cientos de millones de dólares para que estos impidan cualquier ley que regule la venta de armas. Ese sutil cambio de actitud se puede explicar por dos razones. Por un lado, el asesino no fue un extranjero ni un soldado de Estado Islámico, sino un estadounidense acomodado. Y por el otro, los amantes de la música country suelen concentrarse en los estados más conservadores, y la masacre ha marcado un cambio en la actitud en esas zonas. Como dijo Cale Keeter, uno de los cantantes del concierto, “toda mi vida he sido un defensor de la segunda enmienda. Hasta lo que pasó el domingo. No tengo palabras para describir lo equivocado que estaba”.

Frío y calculador

En su comunicado de prensa, Sullivan señaló que “nunca Paddock dio ninguna indicación ni razón para creer que era inestable o incapaz”. En efecto, varios testimonios apuntan a que era un tipo frío y calculador. “Era un fanático de las matemáticas”, le dijo a The Washington Post su hermano Eric. A su vez, un concuñado de Paddock que vive en Australia le señaló a The Guardian que este era una persona “muy inteligente, metódica, cautelosa y estratégica”, y lo describió como “alguien que planea y piensa minuciosamente sus acciones”.

En efecto, Paddock sabía que en Las Vegas varios elementos jugaban a su favor. Por un lado, es conocida como la Ciudad del Pecado porque nadie le pide explicaciones a quien tenga dinero para gastar en sus casinos o en sus atracciones. Por el otro, desde hace años él mismo era cliente consentido del Madalay Bay, que en varias ocasiones le ofreció bonos para apostar y noches gratis en suites de lujo como la que usó el domingo.

Paddock no solo conocía muy bien el terreno, sino que preparó minuciosamente su ataque. Una semana antes de la matanza, alquiló una habitación en el centro de Las Vegas, frente al área donde se desarrolló el festival Life is Beautiful. Pues aunque al principio se especuló con que ese podía ser el escenario para perpetrar la matanza, con el paso de los días cobró fuerza otra hipótesis, según la cual durante esa estadía estaba haciendo trabajo de campo para preparar la del domingo.

El asesino llegó al Madalay Bay el jueves 28 de septiembre y pidió una suite con una habitación anexa, desde la que tenía una vista despejada el área en la que se iba a desarrollar Route 91 Harvest. Consigo llevaba su armamento en diez maletas, sobre las que nadie hizo preguntas. Aunque los hoteles tienen prohibido ingresar armas a sus habitaciones, lo cierto es que en ningún lugar del mundo el check-in incluye requisar a los huéspedes ni sus equipajes. Desde ese día puso el letrero de ‘No molestar’, que las empleadas de los hoteles respetan, y el viernes gastó algunas decenas de miles de dólares en el casino del hotel. El día del ataque distribuyó varias cámaras por el corredor, y dentro de las habitaciones ubicó varios rifles adaptados para matar el mayor número de personas posible.

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El presidente Donald Trump escribió en su cuenta de Twitter que se trataba de una persona “muy enferma y demente” y que su ataque era un “acto de pura maldad”. Sin embargo, la situación podría ser más compleja. Aunque el padre de Paddock fue un exconvicto que estaba en la lista del FBI de los más buscados y “diagnosticado como psicópata”, su hijo no tenía antecedentes psiquiátricos. De hecho, el caso de este asesino se distingue del de otros no solo por la edad (suelen ser adolescentes u hombres jóvenes), sino también por el poco interés que mostró en su vida por la notoriedad. Pues además de su carácter reservado y de su vida casi fantasmal, no tuvo ninguna presencia en las redes sociales.

Al cierre de esta edición, las autoridades no tenían idea de cuáles podían ser sus motivaciones. Y es posible que nunca resuelvan el misterio. Como dijo a SEMANA Joel Dvoskin, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Arizona y autor de Using Social Science to Reduce Violent Offending, “incluso cuando estos criminales dejan una nota de suicidio, no podemos saber si eso es lo que estaban pensando o si eso es lo que querían que creyéramos que pensaban. Muchas veces, sencillamente están tratando de justificarse o de autoexaltarse”.

En ese sentido, lo único que se sabe es que un personaje con mucho dinero, una capacidad de cálculo apreciable y mucha calma y sangre fría tuvo todo a su favor para acabar con la vida de decenas de personas. Y aunque cualquiera que cometa un acto de esa naturaleza tiene que estar enfermo, lo cierto es que sus ventajas económicas y sociales son la verdadera clave de un horror que hoy por hoy es exclusivo de Estados Unidos.