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Trago amargo

Sudáfrica regresa al panorama internacional tras el levantamiento de sanciones. Pero no todos están contentos.

12 de agosto de 1991

EN EL CURSO DE POCAS HOras, el gobierno sudafricano de
Frederick de Klerk se anotó su triunfos más importantes. El primero se dio a comienzos de la semana, cuando el Comité Olímpico Internacional decidió levantar su prohibición para los atletas sudafricanos. El segundo llegó dos días más tarde, cuando el presidente norteamericano George Bush eliminó la Ley antiapartheid, una disposición de 1986, que imponía sanciones económicas y comerciales al país más discriminatorio del planeta. El anuncio fue recibido en Pretoria con muestras de júbilo de la población blanca y de sus aliadas, las facciones conservadoras de la etnia zulu. Pero el Congreso Nacional Africano, con su recién elegido presidente Nelson Mandela, debió pasar un trago amargo. La razón es que, aun cuando se reconocen los esfuerzos de De Klerk para demoler las estructuras raciales del país, todavía los negros no pueden votar. Y por otra parte Mandela sigue rechazando la actitud permisiva de Pretoria ante la violencia contra sus miembros por el grupo Inkatha, del zulu Buthelezi. Pero lo cierto es que De Klerk se anotó un éxito personal insoslayable. La actitud de Bush demostró que en el mundo ha hecho carrera la idea de que el desmonte del apartheid es irreversible, así la Comunidad Europea -por el veto de Dinamarca- no haya querido reconocerlo. El triunfo de De Klerk se cifra en que logró convencer a sus conciudadanos blancos de que los privilegios que eventualmente podrían perder ante los negros, son ampliamente superados por el respeto recuperado ante la comunidad internacional.-