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ANÁLISIS

Tras la muerte de Bin Laden, ¿qué viene para el mundo árabe?

Analistas coinciden que en Pakistán y Afganistán se sentirán más las consecuencias de la caída del jefe de Al-Qaeda, mientras que en la franja del Norte de África las repercusiones aún están por verse.

2 de mayo de 2011

La mayoría de los analistas califican la muerte de Osama bin Laden como una victoria simbólica de la guerra contra el terrorismo. Eso quiere decir que no habrá un redireccionamiento de la estrategia de Estados Unidos en Medio Oriente, a pesar de que hay quienes insisten en que ya no se justifica la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán.
 
Después de 10 años del atentado del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, llevado a cabo por Al-Qaeda, se cerró un capítulo, pero no el libro, de la guerra estadounidense contra esa organización y el “terrorismo internacional”. 
 
Para los familiares de las víctimas se trata de un acto de justicia tardía, luego de que dos presidentes (George W. Bush y Barack Obama) se hubieran comprometido con esa causa. Pero en el mundo musulmán, donde Bin Laden y el movimiento que generó producen la mayoría de sus víctimas, la muerte del líder representa algo muy diferente.
 
En general, el mundo islámico reaccionó con sorpresa y algo de recelo. Horas después de la confirmación de la muerte de Bin Laden, ningún Gobierno árabe había evaluado el fallecimiento del máximo representante de Al-Qaeda, salvo un pronunciamiento del portavoz de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Ghasan al Jatib.
 
Al Jatib dijo que era un “acontecimiento para la paz” y subrayó que “lo más importante es deshacernos de la ideología y las creencias radicales de Bin Laden”, según lo reportó la agencia de noticias EFE.
 
Y es que la posición frente a lo ocurrido y su relevancia no son homogéneas en el mundo árabe. Lo primero que advierte el experto en seguridad internacional de la Universidad del Rosario y colaborador de RazónPública.com, Mauricio Jaramillo, es que “el análisis de las repercusiones de la muerte de Bin Laden debe hacerse de manera separada”. País por país, o incluso, movimiento por movimiento.
 
Para los “moderados”
 
La figura de Bin Laden estaba fuertemente atada a la de un líder de una facción radical del Islam, que para muchos analistas religiosos es contraria a los principios contenidos en el Corán.
 
Por esta razón, el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Libanesa, Nasim Jury, dijo a Efe que la muerte de Bin Laden “significa el comienzo del fin de la interpretación errónea que hizo del Islam”.
 
Es en ese sentido, señala Jaramillo, es probable que en Egipto, Arabia Saudita o Mauritania, países que tradicionalmente se han enfrentado al “islamismo radical” -que para otros no es islamismo-, vean el hecho como algo positivo. Sin embargo, anotó que “un cosa es la posición de Estado y otra muy diferente la posición de la población”.
 
El analista recordó que en algunos casos, las poblaciones de esos países han protestado frente a operaciones militares en contra de grupos radicales. Por ejemplo, contra la operación ‘Plomo Fundido’, que fue la operación de Israel en la Franja de Gaza contra Hamás, cuestionada por el ataque contra civiles.
 
No obstante, países como Egipto y Túnez viven un momento de transición política de mucha importancia interna. Por esta razón, según Jaramillo, “están muy cautos”.
 
Así lo registró muy temprano el periódico The Guardian, de Reino Unido, que calificó como “silenciosa” la reacción de los medios en El Cairo.
 
Sobre las implicaciones que puede tener la muerte de Bin Laden, la mayoría de analistas considera que es probable que Al-Qaeda intente aprovechar la situación en los países del Norte de África en donde tiene presencia y busque agudizar las crisis para sacar provecho.
 
En un mensaje reciente, Ayman Al-Zawahiri, quien posiblemente será el sucesor de Bin Laden, dijo que los cambios de gobierno de Túnez y Egipto no significan que Estados Unidos y sus aliados hayan abandonado el poder de esos países, e instó a los musulmanes a alzarse contra “los invasores”.
 
Para los “radicales”

Para organizaciones radicales como Hamás (palestina) y Hezbollah (libanesa), Bin Laden y Al-Qaeda no representan sus intereses doctrinarios. En algunos casos, estas han cuestionado las posiciones políticas por considerarlas demasiado feudales.
 
No obstante, Ismail Haniyeh, director de la administración Hamás en la Franja de Gaza, calificó la muerte de Bin Laden como la de un “guerrero Santo”. “Condenamos el asesinato y la muerte de un guerrero árabe sagrado”, dijo Haniyeh. Esa posición contrastó con la de su rival, la Autoridad Palestina.
 
Para Jaramillo, esas organizaciones aunque no comparten las posiciones de Al-Qaeda, “la muerte de su líder sí podría radicalizar aún más sus posiciones, porque occidente los ha querido meter en un solo saco”.
 
El analista se refirió al hecho de que muchos líderes islámicos han interpretado la lucha de Washington contra el terrorismo como una cruzada contra el Islam. Eso explica que representantes de algunas de esas facciones se unan en torno a posiciones políticas contrarias a los intereses de Washington, como por ejemplo frente a la creación del Estado de Israel.
 
Otra implicación tiene la muerte de Bin Laden en Irán, país gobernado por los chiitas. Su presidente, Mahmud Ahmadineyad, en reiteradas ocasiones ha recordado que Bin Laden cooperó con Washington y fue hostil a los intereses de Teherán.
 
Y por parte de Al-Qaeda, las críticas al régimen de Ahmadineyad no han faltado. En una entrevista de hace unos años, el delegado de esa organización Al-Zawahiri dijo que “Irán Apuñaló por la Espalda a la Nación Islámica”, pues colaboró con Estados en “la invasión en Irak y Afganistán”.
 
Eso explica que el portavoz de la cancillería de ese país, Ramin Mehmanparast, haya dicho que Irán “espera que este acontecimiento ayude a establecer la paz y la seguridad en la región”. No obstante, insistió en que Washington y los aliados “ya no tienen excusas para mantener sus fuerzas en Oriente Medio con la excusa de luchar contra el terrorismo”.
 
Para Pakistán y Afganistán
 
Para Pakistán y Afganistán, las repercusiones de su la muerte del líder de Al Qaeda son más inmediatas. Desde hace diez años Bin Laden se encontraba refugiado en la zona fronteriza de esos países, lo que justificó una fuerte inversión de dinero de Estados Unidos con el fin de cazarlo.
 
Según fuentes oficiales, Washington canaliza 7.500 millones de dólares anuales a Pakistán. No obstante, ese país había sido criticado por la falta de logros de sus fuerzas armadas.
 
Uno de los aspectos que han salido a relucir tras el operativo es que Bin Laden fue ejecutado en Islamabad (la capital de Pakistán), en una zona residencial en la que también viven militares. Ese dato genera suspicacias sobre la posible connivencia de militares con los talibanes (grupo extremista que fue derrocado en Afganistán en 2001).
 
Por eso, para Mariano Aguirre, especialista en procesos de paz, el impacto más fuerte de la muerte de Bin Laden se verá en la agudización de la tensión de la relación de Estados Unidos y Pakistán, en el corto plazo.
 
Así lo afirmó en una entrevista con Radio Nederland, este lunes. “Las relaciones entre Pakistán y Estados Unidos se encuentran en un punto muy bajo. Washington da una cifra fabulosa de ayuda militar al año en Pakistán y no logra deja de ser territorio de retaguardia de los talibanes, por las complicidades del aparato de inteligencia”, indicó.

Sobre el hecho de que Bin Laden hubiera sido asesinado en Islamabad, Aguirre dijo: “ese es un golpe duro al prestigio de Pakistán. Estados Unidos está atrapado entre seguir apoyando a ese país o quitarle el apoyo”.

Uno de los temores que se cierne ante esa posibilidad es la estabilidad, sobre todo en la zona fronteriza, en donde el gobierno no tiene el pleno control. Además, entre los talibanes, la muerte de Bin Laden puede alentar más atentados terroristas y un reforzamiento de su posición. Según Jaramillo, “la muerte de un líder como Bin Laden se concibe como un mito fundador, que atiza aún más la posición radical del fundamentalismo islámico y el conflicto”.

A esto se suma el hecho de que en Afganistán, el presidente Hamid Karzai -apoyado por Estados Unidos- es bastante impopular y se ha visto acusado de fraude. Por esta razón, para Jaramillo, Afganistán “puede entrar en un crisis que profundice las divisiones que ya existen”.
 
Lo que ocurra en Afganistán incide directamente en Pakistán, pues para este último país, en criterio de los analistas, son mucho más confiables los talibanes que el propio Karzai. Es improbable que en la región, a pesar del llamado de algunas voces, las fuerzas del Ejército estadounidense se retiren.

Falta ver de qué manera reaccionará Al-Qaeda que, por ahora, ha dicho que no llorará la muerte de su líder y que vendrán más acciones contra quienes consideran “los infieles”, esto es, casi toda la cultura occidental y buena parte del propio mundo islámico.