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Triunfo ‘sui generis’

A pesar de la victoria de Chirac se abren interrogantes sobre el ascenso de la extrema derecha en Europa.

13 de mayo de 2002

Nunca, desde que los presidentes son elegidos por sufragio universal en Francia, un candidato había ganado unas elecciones con un resultado tan avasallador como el que obtuvo el presidente conservador Jacques Chirac el 5 de mayo, con más de 25 millones de votos (cerca de 82 por ciento, contra 18 por ciento para el candidato de extrema derecha Jean-Marie Le Pen). Sin embargo este resultado, inimaginable hace unas semanas, no deja de ser paradójico pues nunca un presidente que aspirara a una reelección había recibido un apoyo tan poco entusiasta en la primera vuelta, por debajo del 20 por ciento. François Hollande, secretario general del Partido Socialista francés, dijo a SEMANA que Chirac no fue reelegido “por un programa, por un proyecto, por una política, como en 1995, sino por un simple mandato: hacer vivir las instituciones y rechazar el extremismo”. El triunfo del 5 de mayo fue el del ‘No’ a Le Pen, conocido por sus ideas antisemitas, xenófobas y antieuropeas. Los representantes de los partidos clásicos de derecha son conscientes de ello, por lo tanto se preparan para afrontar a la izquierda en las elecciones legislativas de junio. Chirac, en la urgencia, conformó un gobierno de ‘misión’, dirigido a mostrar en el mes que le queda hechos que le devuelvan credibilidad ante un electorado que puede optar por otros cinco años de cohabitación con los socialistas. El voto en la primera vuelta fue para muchos franceses una forma de protestar contra los partidos en el poder. El 20 por ciento votó por la extrema derecha, 10 por ciento por la extrema izquierda y 28 por ciento se abstuvo —un récord histórico—. Estaban convencidos de encontrar de nuevo a los dos principales candidatos, el presidente Chirac y el primer ministro socialista Lionel Jospin (hoy retirado de la política tras su fracaso electoral), el 5 de mayo. Pero un error de cálculo, motivado por las encuestas que daban por sentada la confrontación de los dos candidatos, hizo que muchos en Francia se despertaran al día siguiente de la primera vuelta con la sensación de haber tenido una pesadilla al confirmarse que Le Pen ocuparía el lugar de Jospin en la última etapa de la contienda electoral. Aunque el 18 por ciento obtenido por Le Pen el 5 de mayo haya estado por debajo de sus expectativas los seis millones de electores que le dieron su voz demostraron que las ideas de extrema derecha ganan en Francia, como en otros países de Europa, cada vez más terreno. Algo positivo se le puede reconocer, sin embargo, al terremoto electoral provocado por la ascensión del líder ultraderechista, y es haber sacado a los franceses de la apatía política. Como en mayo del 68, las calles volvieron a ser el escenario de manifestaciones para defender los valores de “libertad, igualdad y fraternidad” y la política volvió a ser tema de conversación en los cafés y en todos los lugares públicos y privados. Las elecciones legislativas serán para los franceses la ocasión de confirmar su rechazo a las ideas extremistas y elegir la orientación política del país para los próximos cinco años. O bien los electores le darán su apoyo al actual presidente (otorgándole una mayoría de derecha en la Asamblea), o bien se volverá a la fórmula de la cohabitación, en el caso de que la izquierda logre unir sus voces y reconstruirse políticamente después de la reciente derrota. Las elecciones presidenciales de 2002 serán recordadas, tanto por la sorpresa que creó la incursión de la extrema derecha en la segunda vuelta como por el triunfo surrealista de un presidente que tiene cuentas pendientes con la justicia por denuncias de corrupción.