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En la plaza Maidan siguen los campamentos después de varios meses de revolución. | Foto: Foto: A.F.P.

CONFLICTO

¿Habrá salvación en Ucrania?

Los ucranianos votaban este domingo por un gobierno que los logre sacar de la crisis y evite la disolución del país. Pero las posibilidades son inciertas.

25 de mayo de 2014

Ucrania esperaba al cierre de esta edición el resultado de las elecciones del domingo con los nervios crispados. En el centro de Kiev, la plaza Maidan y la avenida Kreshatik siguen bloqueadas desde noviembre con carpas, llantas, palos, escudos. En el oriente, en Donetsk, centro de la agitación contra el gobierno de Kiev, frente a la administración regional, carpas, llantas, palos, escudos y hombres armados de Kalashnikovs. La escena parece la misma, pero su contenido no lo es. A menos de cien kilómetros de allí, las dos fuerzas chocan a diario.

En Maidan, Amina, de ojos azules y con el pelo oculto según las costumbres musulmanas, hace guardia con su traje de fatiga. Es de Chechenia, donde en las últimas dos décadas se han librado dos guerras contra el ejército ruso. Amina dice que, como ella, hay más chechenos en la plaza, y que “si hay guerra, muchos están dispuestos a venir para combatir a Rusia”. Cada carpa corresponde a un grupo armado diferente.

Entre tanto, en Kiev, la gente espera que las elecciones terminen con más de seis meses de crisis y sueñan con el futuro luminoso prometido por la Unión Europea, enterrando para siempre su pasado soviético. Esperan que el nuevo gobierno tenga la fuerza para hacer retornar a las regiones orientales, que desconfían de Europa y miran hacia Rusia. “Las elecciones no son la primera preocupación del pais, hay amenazas más grandes, como la división y la guerra civil”, dijo a Semana Evguen Magda, analista y profesor de historia de la Universidad de Kiev.

En Donetsk, la vida parece transcurrir normalmente en el centro de esta ciudad de un millón de habitantes: la gente pasea por la arbolada avenida Artem, y Lenin sigue mirando con calma desde lo alto de su estatua, pero bajo la superficie bulle la tensión. El jueves, el Soviet de Diputados de la “República Popular de Donetsk” aprobó a mano alzada una declaración para pedirle a Rusia y al presidente Vladimir Putin reconocer su independencia. El Soviet, formado por cerca de 150 delegados, sesiona desordenadamente, mientras que en la puerta señoras jubiladas reúnen fondos, en medio de las noticias de nuevos combates entre tropas ucranianas y grupos separatistas a pocos kilómetros.

Antes de las elecciones, Putin volvió a desconcertar a Occidente: retiró las tropas de la frontera, voceros de su gobierno dijeron que no van a reconocer el referéndum de independencia de Lugansk y de Donetsk, y afirmaron que esperan el resultado electoral para que haya una autoridad legítima en Kiev. Afirmaciones que fueron recibidas con escepticismo en la Unión Europea.

Pero la respuesta puede estar en la figura del virtual primero en las elecciones presidenciales, el multimillonario Petro Poroshenko, dueño de un imperio de fábricas de alimentación. Su vida personifica la historia reciente de Ucrania: el mercado central de los chocolates de Poroshenko era Rusia, hasta que este país le cerró sus fronteras, y reorientó sus negocios hacia la Unión Europea. Le dicen “el CEO de la revolución”, por ser el séptimo hombre más rico del país, que además posee el Canal 5 de televisión, plantas automotrices y astilleros.  Su cercana relación con el “oligarca” del gas Dmytro Firtash, detenido en Viena por un pedido de extradición de Estados Unidos, hace dudar de su compromiso en lucha contra la corrupción, más aún, cuando hace pocas semanas viajó a Viena para entrevistarse con el millonario en problemas.

Ese perfil de Poroshenko, sin embargo, hace que algunos piensen que Putin aceptaría de buen grado una presidencia suya. Sobre todo porque, a pesar del apoyo occidental, Poroshenko ha declarado que “sin diálogo con Rusia es imposible crear seguridad”.  Eso explicaría que Putin haya resuelto bajar la tensión, aceptar las elecciones presidenciales y demorar el reconocimiento que tanto le han pedido las repúblicas separatistas de Ucrania. De nuevo ganan fuerza las interpretaciones según las cuales, Putin ya se habría salido con la suya pues se quedó con Crimea y al menos ganó tiempo para que su objetivo de que, unida o nó, Ucrania permanezca bajo su esfera de influencia.