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UN HOMBRE LLAMADO CAVALLO

EL PRESIDENTE MENEN SE VE A GATAS PARA HACER VALER SU AUTORIDAD SOBRE EL SUPERMINISTRO DOMINGO CAVALLO

15 de abril de 1996

Hasta principios de febrero el argentino Domingo Cavallo despertaba la envidia de sus colegas en todo el mundo: no sólo porque pocos ministros de Economía pueden darse el lujo de permanecer cinco años en su puesto, sino porque se había convertido en un hombre casi más poderoso que su presidente, al punto de llegar a ser un elemento indispensable para la tranquilidad de los inversionistas. Con su Plan de Convertibilidad, Cavallo le dio estabilidad monetaria al país austral; por eso no resultaba descabellado que Cavallo pensara postularse a la presidencia en 1999, posibilidad que era admitida abiertamente por el mismo presidente Carlos Menem.Ese panorama se fue desinflando con el correr de las semanas, como si los sucesos de agosto del año pasado, cuando se enfrentó al primer mandatario y le ganó la partida, comenzaran a pasarle su cuenta de cobro. El 18 de febrero en un programa de televisión fue presentada la declaración de impuestos de Cavallo, que demostraba que el ministro estaba cobrando un sobresueldo y lo disfrazaba como un gasto protocolario por el que no pagaba impuestos. La reacción del funcionario fue asegurar que esas revelaciones eran una venganza del magnate de correos Alfredo Yabrán, por las denuncias sobre vínculos con la mafia que él hizo en agosto y que le acarrearon su primer enfrentamiento público con Menem.En una especie de efecto dominó, el 6 de marzo, en una entrevista radial, Menem destituyó a Haroldo Grisanti, cercano allegado de Cavallo y director de correos nacionales, acusado por contratación fraudulenta. Y al día siguiente sobrevino un nuevo golpe: Menem expidió un decreto mediante el cual la presidencia asumía el manejo de los correos y de la Comisión Nacional de Comunicaciones. El 13 de marzo dimitió otro cercano de Cavallo, Hugo Gaggero, jefe de la Dirección Nacional Impositiva, investigado por recibir sobornos de la empresa IBM. Los titulares del diario El Clarín no podían ser más elocuentes: "Menem echó por radio a un hombre de Cavallo", "Un gesto pensado para marcar la autoridad del presidente" y "Menem le recorta poder a Cavallo". Con esos antecedentes, los dos hombres se sentaron frente a frente en una reunión de gabinete el jueves pasado. El tema por tratar era el diseño de estrategias para la recuperación económica de Argentina. Menem insistió en reducir las tasas de interés para estimular a los empresarios. Cavallo, por su parte, señaló que para aumentar el empleo era necesario flexibilizar las normas de contratación. El ministro criticó a varios colegas y al mismo Menem, por negociar con los sindicatos bajo la presión de un paro general anunciado para el 26 de marzo. Después de un cruce de palabras, según El Clarín el presidente trató de cerrar el tema con una durísima sentencia: "El que no quiera estar en el gobierno ya sabe lo que tiene que hacer, que se vaya". A partir de ese momento los rumores sobre una posible renuncia de Cavallo se apoderaron de Buenos Aires. La Bolsa cayó en un 2 por ciento y en Wall Street los bonos Brady argentinos se fueron al piso. La situación sólo se estabilizó cuando la presidencia desmintió la salida de su ministro de Economía. En horas de la noche, en un gesto inusual, Cavallo le dio una mayor tranquilidad a los inversionistas. Señaló en una alocución televisada que el único que tiene el "liderazgo de la gente", es Menem.Para los analistas este episodio no deja de ser preocupante pues pone de manifiesto que el éxito del programa económico argentino sigue dependiendo de Cavallo. Y ante un hecho como el de la semana pasada, Menem no tuvo más remedio que conservarlo en su equipo y darle su respaldo, así sea una gigantesca piedra en el zapato.