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UNA BUENA SEÑORA

Violeta de Chamorro trata de convencer a los gringos de que es ella quien manda en el país.

20 de mayo de 1991

Desde 1993, ningún nicaraguense recibía tantos honores en Washington. En su visita oficial de la semana pasada, la presidenta Violeta de Chamorro fue recibida por la plenaria del Congreso, algo que muy pocos jefes de Estado pueden contarle a sus nietos.
Pero detrás de los aplausos y de los besos que muchos congresistas le estamparon, se ocultaba la ambigüedad de Washington sobre el gobierno de Managua. Por un lado, el encanto maternal de la señora de Chamorro personifica las esperanzas de reconstrucción del país. Pero por el otro, persiste el fantasma del sandinismo, que sigue teniendo gran influencia en el manejo del país.
No se trata solamente de que el comandante sandinista Humberto Ortega siga siendo comandante del Ejército. También la demora en la privatización de la economía y las afirmaciones de que los sandinistas siguen proporcionando armas a las guerrillas salvadoreñas, juegan en contra de la señora de Chamorro. Ello explica la frialdad con que se recibió su solicitud de acelerar la ayuda a su país. Un apoyo que se fijó en 501 millones de dólares cuando llegó al poder, pero del que solamente se han desembolsado 207 millones.