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UNA NUEVA ILUSION

Ante los tímidos alcances del Plan Brady, Estados Unidos lanza una nueva propuesta sobre la deuda externa.

30 de julio de 1990


Cuando el Pacto Mundial Cafetero se desvaneció hace un año, con él se fue el último bastión del más exitoso de los planes de ayuda de Estados Unidos para Latinoamérica: la Alianza para el Progreso. El Convenio Cafetero fue suscrito en 1962 bajo las directrices de la administración de John F.Kennedy para ayudar a los países productores y consumidores del grano. Ese cartel, para bien o para mal, había funcionado con ventajas prácticas y una que otra desventaja.

La misma Alianza para el Progreso ayudó a financiar uno de los más ambiciosos programas de vivienda en Colombia, Ciudad Kennedy, situada al sur de Bogotá, que aglutina una quinta parte de la población capitalina y que fue inaugurada por el desaparecido presidente norteamericano.

La desaparición del Pacto Cafetero marcaba un gran contraste en medio de la crisis económica de los países pobres. Se estaba a comienzos de 1989 y mientras se presenciaba el deceso de la Alianza para el Progreso, la administración del presidente Bush anunciaba el nacimiento del Plan Brady como la panacea. Un nuevo intento que se quedó en eso, cuando el mismo Bush lo declaró fracasado esta semana al lanzar un programa llamado Iniciativa para las Américas.

De nuevo la incertidumbre se adueñó de la región. La experiencia entrega todos los elementos para dudar de que la nueva iniciativa sea la cura para los males que aquejan a las naciones de este lado del mundo. Un repaso a la historia indica que en los años 70 Estados Unidos, más concentrado en la guerra del Vietnam o en resolver su crisis de credibilidad interna como el Watergate, poco o nada se preocupó del que ha considerado durante los últimos años su "patio trasero", América Latina.

Sin embargo, al comenzar la década pasada se dio cuenta de que la depresión económica que atravesaban los países latinoamericanos no sólo estaba afectando a los bancos prestamistas (principalmente norteamericanos) sino que la zona se había desestabilizado de tal forma que la situación política y económica era desesperada, por decir lo menos. La deuda se hacía impagable, comenzaron las moratorias y hasta los ceses de pagos, y tomó fuerza la posibilidad de que se formaran clubes de deudores.

Sin duda, esa clase de carteles tampoco interesa a los gobiernos norteamericanos. El caso de la deuda se debatió intensamente y mientras tanto las naciones ahogadas por sus obligaciones se debatían entre los golpes de estado, la inflación galopante y el pírrico crecimiento de su producción. Las circunstancias obligaron entonces a concluir que el caso no era sólo de deudores sino de acreedores.

Una moratoria general de los países del Tercer Mundo llevaría a la debacle del sistema financiero internacional. Surgió así la primera propuesta de las últimas conocidas para solucionar la crisis de la deuda. En 1985 el secretario del Tesoro de la administración Reagan, James A. Baker III, trazó los primeros lineamientos que pretendían otorgar nuevos créditos a los deudores para que con ello se oxigenaran las economías, bajo un "programa de crecimiento sostenido". Incluso se habló de convertir la deuda en capital (inversión).

Cinco años después, el famoso Plan Baker había sido un rotundo fracaso. La deuda siguió creciendo incontrolada y las naciones endeudadas no tenían con qué pagar a pesar de que sus economías, en la mayoría de los casos, habían sido sometidas a traumáticos programas de ajuste, con gran costo social para sus pobladores. La cura resultó peor que la enfermedad. Los escasos ejemplos llevaron a que algunos bancos norteamericanos se convirtieran en accionistas de empresas pesqueras en Perú.

La mejor forma de desarmar a los deudores en una negociación beneficiosa, fue tratar caso por caso el problema. En lugar de cartel de deudores nació un fuerte cartel de acreedores. Los bancos constituyeron las reservas necesarias para proteger sus créditos y se desenhuesaron de la llamada cartera mala, la que vendieron a bajos precios del mercado secundario. Los desembolsos de nuevos créditos se hicieron hacia los mayores deudores, Argentina, Brasil y México.
Las reprogramaciones de la deuda estuvieron al orden del día durante la última parte de la década pasada, pero los montos de las obligaciones no variaron y la relación deuda-exportaciones se hizo cada vez más irreconciliable. Los precios de los productos básicos que son el sustento de las economías frágiles siguieron cayendo sin que las naciones industrializadas hicieran nada para detenerlos.

Con el fin de la era Reagan se enterró el Plan Baker con más pena que gloria. Con el ascenso de George Bush, su secretario de Tesoro, Nicholas Brady lanzó en marzo de 1989 un plan novedoso, mucho más entrado en razón pero no menos imaginativo que el de Baker. Se basaba en los elementos esenciales de éste. Pero la fantasía ha sido corroborada con lo sucedido en torno a la deuda en los quince meses que lleva de vigencia.

De nuevo se hizo énfasis en que la salida del endeudamiento era un mayor crecimiento que daría una mayor capacidad de pago. Los resultados del año pasado fueron nuevamente desconcertantes. Hasta Colombia, que anteriormente venía creciendo a un ritmo aceptable, volvió a retroceder. Se habló también de llevar la deuda a sus términos reales, es decir valorarla a sus precios en el mercado secundario. Eso tampoco resultó.

La nueva Iniciativa para las Américas, lanzada la semana pasada por Bush, busca, ni más ni menos, tapar a tiempo el estruendoso fracaso del Plan Brady que estaba trazado a tres años, en principio. Pero casi con terca insistencia vuelve a basarse en instrumentos de los fracasos anteriores: libre comercio, deuda externa y más inversiones.

Sus lineamientos esenciales hablan del perdón de una porción de doce mil millones de dólares de las obligaciones de América Latina, de donaciones anuales de hasta trescientos millones de dólares y del mejoramiento del clima de inversión en la región. Quizá lo más novedoso del plan es la implantación de una zona de libre comercio "desde el puerto de Anchorage (Alaska) hasta la Tierra del Fuego (Argentina), según las palabras del mismo Bush.

Una eliminación de aranceles y de las múltiples barreras comerciales sería la fórmula principal. Pero como de eso tan bueno no dan tanto, a cambio las naciones latinoamericanas que quieran ser beneficiarias deben someterse a nuevos planes de ajuste, abrir sus puertas a la inversión extranjera y eliminar sus obstáculos a los productos extranjeros.

El primer análisis de los especialistas del sector externo colombiano deja una sombra de escepticismo. En las primeras horas de vida de la Iniciativa es muy apresurado hablar sobre algo cuyas intimidades no se conocen. Pero lo que sí es muy claro es que un "perdón" de doce mil millones de dólares frente a una deuda de Latinoamérica que sobrepasa los 450 mil millones de dólares, es pírrico.

Para completar, no se trata de una especie de amnistía con perdón y olvido, porque en realidad se convierte ese dinero en capital. Una empresa o entidad endeudada vuelve sus obligaciones en acciones para el banco acreedor. Con esta nueva situación, el panorama, en lugar de aclararse, se confunde de nuevo en la espera interminable de que haya una solución de fondo.

La realidad de la región no hace sino mostrar cada día que las cosas van de mal en peor. En Perú se dio un ejemplo claro: cientos de cultivadores de achiote, cuyo fruto, la bija, se emplea para preparar tinturas, están al borde de la quiebra. Ellos abandonaron el cultivo de la hoja de coca en un programa de sustitución de las Naciones Unidas. A la hora de vender su producto, Estados Unidos, su mercado principal, se niega a fijarles precios de garantía y tampoco otorga facilidades para su comercialización. Lo más seguro, según los observadores, es que para la próxima cosecha vuelvan a la coca.--

LA GRAN BATALLA
En la lucha contra el tráfico de drogas, los europeos están dispuestos a dar también su "Gran Batalla". Ese es el nombre que ha recibido el programa de reducción de aranceles con el cual la Comunidad Económica Europea planea ayudar a que los países que sufren el flagelo de la droga, puedan desarrollar adecuadamente sus economías.

La iniciativa se ha convertido en el caballito de batalla de la presidencia italiana de la Comunidad, y consistirá en una rebaja total de aranceles para los productos de exportación de países como Colombia, Perú y Bolivia, en Suramérica;,Birmania, Tailandia y Laos en Asia, y otros del continente africano. Legumbres, banano, flores, cacao, tabaco , uchuvas y otros productos podrán entrar al gran mercado europeo, libres de gravámenes.

La decisión, adoptada por el Consejo de Presidentes la semana pasada, deberá ser ratificada por el Consejo de Ministros de los 12 miembros de la Comunidad. Pero, según el primer ministro italiano Giulio Andreotti, uno de los promotores de la iniciativa, el apoyo político está asegurado.

El anuncio fue hecho con bombo y platillos en un acto especial en el Circo Massimo de Roma, en el que múltiples personalidades se reunieron para testimoniar su rechazo a las drogas. Aunque aún falta la reglamentación del plan, llamó la atención de los observadores que la CEE parece condicionar su ayuda solamente a que los países favorecidos se mantengan comprometidos en la lucha contra el narcotráfico, y que el enfoque está dirigido más a la sustitución de cultivos y a la solución de los problemas sociales -que son el terreno abonado para el flagelo- que a medidas de tipo represivo.