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El primero de octubre el ‘dream team’ del papa posó para esta foto: el cardenal Francisco Javier Errazuriz Ossa, el obispo Marcello Semeraro, el cardenal Oswald Gracias, el cardenal Reinhard Marx, el papa Francisco, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, el cardenal Giuseppe Bertello, el cardenal Sean Patrick O'Malley, el cardenal George Pell y el cardenal Laurent Monsengwo Pasinya

RELIGIÓN

Hora cero en el Vaticano

Por primera vez en la historia, el papa eligió un consejo de ocho cardenales para asesorar sus reformas. Se reunieron para definir el nuevo rumbo de la Iglesia y convertir en hechos concretos las radicales frases de Francisco.

5 de octubre de 2013

Reformas, cambio, modernidad. Esas palabras retumban en el Vaticano desde que Francisco llegó al trono de San Pedro en marzo. Hasta ahora el mundo se sorprendía con las posiciones liberales y los gestos  a contracorriente del pontífice. 

Pero hasta esta semana el papa se movía en lo simbólico y lo retórico y aún no había empezado a reformar la Curia romana, el gobierno de la Iglesia; limpiar el oscuro Instituto de Obras Religiosas (IOR), el banco del Vaticano y discutir los puntos más incómodos como el rol de las mujeres en la jerarquía eclesiástica o el divorcio. 

Por eso, el miércoles se reunieron ocho prelados convocados para buscar un nuevo camino mientras Francisco sentenciaba: “La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los curas, los párrocos, los obispos están al servicio del pueblo de Dios”.

El consejo comenzó a trabajar en la Casa de Santa Marta en Roma, el hotel donde se aloja el papa, con Francisco motivándolos a hacer “consultas reales, no formales”. Desde hacía varios meses y en completo sigilo, este consejo de sabios preparaba el proceso, con una investigación profunda en los pecados más inconfesables de la Iglesia. 

Llegaron con más de 80 documentos y una noticia histórica: ese mismo día, por primera vez en sus 126 años de existencia, el IOR divulgó sus balances como respuesta a la presión del papa por más transparencia en una institución que ha sido el escenario de escándalos de corrupción y lavado de dinero.

Y es que Francisco muestra su voluntad de “educar y enseñar con ejemplo”. En una entrevista para la revista La Civiltà Católica, el papa Bergoglio habló de sus deseo de imitar a uno de sus jesuitas favoritos, el beato Pedro Fabro, uno de los primeros compañeros de San Ignacio, de quien admira “el diálogo con todos, aún con los más lejanos y con los adversarios”. 

A Francisco le gusta tomar sus decisiones con la ayuda de los demás, por eso cuando decidió formar el consejo cardenalicio escogió con cuidado los ocho sabios. Vienen de los cinco continentes, con pasados, formaciones y pensamientos distintos. 

El dream team de Bergoglio incluye el arzobispo Lauren Monsengwo Pasinya, defensor de la paz y ficha clave en el conflicto del Congo; el arzobispo de Mumbai, Oswald Gracias, líder de la diócesis más perseguida del subcontinente y experto jurista; el arzobispo de Múnich Reinhard Marx, el más joven del grupo con 60 años, conocedor y crítico de las obras de Karl Marx; el cardenal emérito de Chile, Javier Erráuriz, ingeniero de profesión; el arzobispo de Boston, Sean Patrick O’Malley, amigo de las redes sociales y comprometido contra la pederastia; el arzobispo de Australia, George Pell, el más conservador de la Curia y defensor de algunas de las ideas de Benedicto XVI; Giuseppe Bertello, con uno de los cargos más importantes de la Curia y mediador en el conflicto entre hutus y tutsis en Ruanda; y el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, hombre de confianza del papa. 

En tres días decisivos para el futuro de la Iglesia y en la intimidad de la biblioteca de la casa de Santa Marta, el G8 de los cardenales discutió sobre los tres frentes de cambio que quiere el papa. En primer lugar descentralizar el poder y reducir los costos de operación de la Curia y transformar el banco del Vaticano, para convertirlo tal vez en una institución dedicada a la caridad o incluso cerrarlo. 

El segundo eje es cambiar el poder dentro de la Iglesia e introducir pequeñas dosis de democracia en el Vaticano, un Estado medieval y absolutista. Así, se planea darle más peso a la asamblea de los obispos para acercarla al papa.

Pero la madre de todas las batallas es la reforma pastoral para remover viejas doctrinas y hablar de los temas que hoy por hoy le preocupan a los fieles, como el matrimonio. Porque como lo expresó el analista vaticano Gerard O’Connel, “hay muchísimos católicos que están divorciados o en segundas nupcias y que no pueden comulgar”. 

Aunque muchos esperan que esta reunión abra la puerta a temas más polémicos como el matrimonio homosexual, el celibato sacerdotal o el rol de las mujeres en la Iglesia, por ahora Francisco va a tomar las cosas con calma. Sabe que una institución tan grande y tan congelada en el tiempo se tiene que sacudir con cuidado. Y el primer paso es humanizarla.