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El mandatario encargado de Venezuela y candidato oficialista a la presidencia, Nicolás Maduro, en su primer día de campaña. | Foto: AP

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Venezuela: todo un canciller en campaña

A Maduro se le salió el ‘diplomático’ en la tarima. Allí Chávez era el rey de la recocha.

Catalina Lobo-Guerrero, corresponsal de SEMANA en Venezuela
2 de abril de 2013

Que Nicolás Maduro no es Chávez es el mensaje que no para de repetir la oposición. Para contrarrestarlo, el chavismo, y sobre todo el mismo Maduro, han salido al paso con otra fórmula: que Nicolás es el ‘hijo’ de Chávez. Por eso es simbólico que el candidato del oficialismo haya decidido empezar su recorrido de campaña oficial en Sabaneta, estado Barinas, pueblo que vio nacer al difunto presidente en una casa de bahareque con piso de tierra.

La casa original de los Chávez fue derribada y en su lugar hoy hay una escuela que inauguró el difunto mandatario el año pasado, y que tiene el nombre de Mamá Rosa, la abuela que lo crio. En la casa de enfrente, hoy pintada de rojo con rejas negras, fue donde Chávez pasó sus días de infancia, y en esa casa, fue dónde Nicolás Maduro decidió empezar su recorrido por Venezuela.

Llegó pasada las 10 de la mañana en un campero descapotado. A su lado, su compañera sentimental, la exdiputada Cilia Flores. Saludó brevemente a la gente que lo esperaba en la calle y se metió adentro de la casa que estaba invadida por cámaras de televisión, luces y personal de logística y seguridad. Desde temprano habían dado la orden a unas señoras que hicieron la limpieza que el único que podría entrar al baño, luego de asearlo y cambiarle un bombillo, era el "presidente" Maduro.

Pero Maduro no tuvo tiempo de entrar ni al baño. Al llegar a la casa empezaron a transmitir un programa de televisión, en compañía de los hermanos de Chávez, entre ellos Adán, quien es gobernador del estado Barinas. Allí, la familia lo reconoció como hermano y lo bautizó como “Nicolás Chávez Frías Maduro”. Y esa fue su presentación en sociedad al país como hijo del comandante.

Pero hijo de tigre no siempre sale pintado, y al menos en Barinas, donde la gente comentaba en la calle que “no hay nadie como Chávez”, la gente hizo sus comparaciones. “Los gigantes de la historia nacen en los pueblos”, decía Maduro en su programa, que se escuchaba por unos parlantes en la calle. Pero ese “pueblo”, según ellos mismos se definen, le gritaba desde la acera que saliera a darles la cara y a saludarlos. Algunos, agresivos y altaneros, empujaban a los soldados de la guardia nacional y presidencial que protegían la entrada de la casa.

Entre los que protestaban airadamente por el 'acto' de Maduro ante las cámaras, estaba Alfredo Aldana, exentrenador de beisbol y ex guardaespaldas de Chávez en su primera campaña, quien lucía una boina roja que cubría sus canas blancas.

La retirada



Más de una hora duró el programa y la gente afuera, apretujada, sudando de calor, con cartas en la mano para entregárselas a Maduro, se quedaron con las ganas. Al finalizar el show de televisión, se suponía que el candidato se montaría en un bus y él mismo conduciría desde Sabaneta hasta Barinas, a donde llegaría a una gran concentración a donde todos los barinenses estaban convidados.

Maduro salió de la casa, pero en vez de montarse en el bus, se montó de nuevo en el campero, lanzó un par de besos al aire y se fue. Luego, en algún momento de la caravana, Maduro tomó el volante del bus. “Es como el espíritu de la Navidad, llegó pero nadie lo vio”, dijo desilusionada una mujer mayor. Otro chavista lo excusó. "Es que él no es como Chávez que rompía los protocolos de seguridad, a Maduro le toca hacerle caso a los demás", dijo.

Sea cual sea la razón, las comparaciones aunque odiosas, fueron inevitables, y Maduro no salió bien parado ante los ojos de los habitantes de Sabaneta, acostumbrados a que Chávez los abrazara, los besara, y caminara con ellos por las calles.

De todas formas, muchos de los chavistas salieron corriendo para acompañarlo en la vía hasta Barinas, que recorre potreros sembrados con caña y vastas haciendas ganaderas. Entre ellas, una finca de la familia Chávez. La caravana de carros, pick ups, autobuses, tractores y camiones sonaba sus pitos sin parar y se movía al ritmo de las canciones chavistas.

Finalmente, llegó hasta Barinas, donde cerraron unas seis cuadras para la concentración. Allí no faltaban los vendedores ambulantes de gorras, camisetas, fotos y afiches de Chávez. Sí, de Chávez, entre una que otra de Chávez con Maduro. Y por supuesto, carritos que vendían chucherías, crispetas, y mucha cerveza, porque las manifestaciones políticas en Venezuela son toda una parranda callejera.

Ya no es lo mismo

Chávez era el rey de esa revolución ‘recochera’. La gente adoraba verlo en la tarima porque era un showman. Cantaba, bailaba, hacía chistes, y sus seguidores, ante todo, se lo gozaban en escena. Ir a una concentración de calle de Chávez era una obligación política para muchos, pero también era un entretenimiento.

La concentración de este martes de Maduro tenía todos los elementos para ser una buena manifestación, pero faltaba un elemento fundamental. Chávez era Chávez y Maduro es Maduro, y no hay lugar donde eso se evidencie más que en la tarima. Maduro pronunció su discurso detrás de un podio con micrófono doble. Sólo por unos breves minutos tomó el micrófono en la mano y salió hacia adelante, a acercarse a la gente.

Un asistente le cargaba una carpeta, le pasaba el pañuelo para secarse el sudor, una botella para que tomara sorbitos de agua y le recordaba "los puntos de la agenda", como si se tratara de una cumbre diplomática y no de una concentración callejera. Lucía incómodo en su guayabera azul clara y la cachucha tricolor.

Habló de la historia, de los enemigos del imperio, del legado de Chávez, y aprovechó para atacar a Henrique Capriles a quien bautizó hoy con el apodo de “caprichito, burguesito”. Y le dijo a los asistentes que por favor guardaran silencio porque tenía algo muy importante para decir: “Soñé con llegar a viejito al lado de él, (Chávez), respaldándolo en las buenas y en las malas” y añadió: “Yo soy hijo de Chávez”. Le gente aplaudió, pero él los regañó en tono de profesor: “Yo les aviso cuando pueden aplaudir”, dijo. Algunos se reían del mal chiste, pero otros no.

Prometió crear nuevas micro misiones, eficiencia y eficacia para combatir la corrupción y luego volvió al mismo argumento: él era el elegido de Chávez, y si a alguien le quedaba dudas, estaba el video para probarlo. Hizo que transmitieran el video en donde Chávez apareció por última vez nombrándolo como su candidato, si algo llegaba a sucederle.

Como si no hubiera sido suficiente, lo mandó a repetir. Y le encimó otro video, uno de Lula, recomendándole al pueblo de Venezuela, en portugués que nadie en la calle parecía entender y cuyos subtítulos no se alcanzaban a leer, a que votaran por Maduro.

Para terminar las recomendaciones, como si estuviera aspirando a un cargo diplomático, hizo subir a la tarima a la hija de Chávez, Maria Gabriela, y a un grupo de artistas, modelos, actores y deportistas que apoyan su candidatura aplaudirlo en la tarima.

Por último, trajo a un conjunto llanero y a los hermanos del difunto presidente que cantaron en homenaje a él la famosa canción ‘Linda Barinas’ que la gente cantó en coro emocionada. Y así, después de darse unos pasitos de joropo y decir adiós con la mano, el grandote Maduro se escabulló mientras la música llanera aún sonaba y partió en un carro blindado y escoltado hasta el aeropuerto.

Muchos de los asistentes que fueron a la marcha, entre ellos maestros y empleados oficiales a quienes les dieron el día libre para ir a la marcha, fueron a buscar los buses que los retornaría a su lugar de origen. Mientras esperaban, recibían almuerzo, bebidas, y firmaban, con nombre y cédula, las planillas de asistencia al "acto de campaña" del “hijo de Chávez” en Barinas.