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Victoria cantada

En un hecho sin precedentes en la historia británica un primer ministro laborista, Tony Blair, se dispone a ser reelegido., 46455

2 de julio de 2001

Apatía es tal vez la mejor palabra para definir la actitud de la gran mayoría de los británicos hacia las elecciones generales que tendrán lugar el jueves 7 de junio. El gran despliegue dado por la prensa al desarrollo del proceso electoral contrasta con la indiferencia del ciudadano del común, que da como seguros ga-

nadores a los laboristas liderados por el primer ministro Tony Blair.

Y es que hasta ahora todas las encuestas coinciden en afirmar que Blair derrotará al Partido Conservador, liderado por William Hague. Según los sondeos los laboristas podrían obtener una mayoría cercana al 50 por ciento, casi 20 puntos por encima de Hague. El tercer partido en discordia, el Liberal, liderado por Charles Kennedy, aparece con un 14 por ciento que, si bien no le sirve para acceder al poder, sí le puede aumentar su representación en el Parlamento en un hecho histórico para un tercer partido.

Adicionalmente, la falta de entusiasmo del electorado se puede explicar por el hecho de que hoy por hoy no hay entre los programas de conservadores y laboristas la brecha que existía hace unos años. Banderas que hasta hace un tiempo eran propias de la derecha, tales como la responsabilidad fiscal, la eficiencia y reducción del sector público, el incremento de la productividad o aun la lucha frontal contra el crimen, son hoy decididamente defendidas por los laboristas.

Tal como comentó a SEMANA George W. Jones, PhD en ciencia política de la Universidad de Oxford, “lo que el laborismo ha hecho es establecer unos valores socialdemócratas y adoptar los métodos exitosos de los conservadores para conseguirlos”. Y, a juzgar por las cifras, Blair ha podido conciliar un manejo ortodoxo de la economía con un incremento en el bienestar social de los británicos.

De ahí que por primera vez en sus 101 años de existencia los laboristas vayan tras la reelección sin tener que avergonzarse de su desempeño económico. Por el contrario, ese manejo es su mejor credencial. La inflación y el desempleo son los más bajos de la última generación, las finanzas públicas se encuentran en superávit y la independencia del Banco de Inglaterra (que el gobierno de Blair promovió como una de sus primeras medidas) ha permitido controlar las tasas de interés y generar un ambiente propicio para la inversión privada.

Por su parte, en el aspecto social, Blair se ha mantenido fiel a su promesa de fortalecer la educación y la salud pública e incrementó en 40.000 millons de libras esterlinas la inversión en dichos campos. Todo ello hace que, bajo Blair, el laborismo esté muy lejos de la imagen de ser un partido enemigo del sector privado e incapaz de generar crecimiento económico y bienestar para la población.

Con lo que hasta ahora ha hecho Blair le ha mostrado a la izquierda el camino no sólo para reconquistar el poder sino también, y tal vez más importante, para mantenerlo. Por eso, como señala Jones, “en Europa, donde los socialdemócratas están buscando el poder, mirarán el Reino Unido para tomar lecciones”.

Mientras los laboristas tienen mucho que celebrar los conservadores tienen más de un motivo para estar preocupados. El nuevo rostro de los laboristas y sus logros han puesto a los tories en duda sobre cómo deben enfrentarse a sus tradicionales rivales.

Los enfrentamientos entre la ‘línea blanda’ y la ‘línea dura’ del partido son el pan de cada día y es probable que dicha división se acentúe. En ese sentido Francisco Panizza, profesor de gobierno del London School of Economics, comentó a SEMANA que “existe una crisis de identidad en el Partido Conservador. Si se cumplen las proyecciones y el laborismo gana por la misma ventaja que ganó la vez pasada la crisis puede ser aun más profunda”.

En la búsqueda de un norte propio que lo diferencie de los laboristas, Hague ha tendido a endurecer su posición en algunos temas para enfatizar su carácter de partido de derecha y acercarse a la ex primera ministra Margaret Thatcher, quien sigue siendo una importante figura conservadora.

No es entonces extraño que en la recta final Hague haya tomado el tema del euro como caballo de batalla en un afán desesperado por cautivar la atención de los británicos y tomar distancia del gobierno. Lo propio ha sucedido con la acusaciónn de que la política laborista sobre los inmigrantes y los aspirantes a asilo es blanda y se requieren medidas más drásticas.

Sin embargo la estrategia adoptada es riesgosa y puede acentuar aún más la crisis. Jones señala que “mientras que los laboristas se han movido hacia el centro, los conservadores han renunciado a confrontar a los laboristas desde el centro y en vez de eso se han movido al extremo y se han vuelto impopulares porque a los británicos no les gustan los extremos ni de derecha ni de izquierda”.

Lo paradójico es que el rechazo decidido al euro, en el que los conservadores depositan sus esperanzas de poder dar una gran sorpresa electoral, no ha logrado constituirse en tema central de la agenda en estas elecciones. De forma muy hábil Blair consiguió ‘deseuropeizar’ las elecciones del 7 de junio y postergar el debate al asegurar que la adopción del euro en el Reino Unido deberá ser decidida en un referendo en el futuro.

Esta situación, sumada al hecho de que para la mayoría de los británicos el tema del euro es una discusión técnica que no despierta mayor interés, puede explicar porqué éste no es el as bajo la manga que los tories necesitan para tener algún chance de suceder a Blair. “El Partido Conservador ha tratado de hacer del euro una cuestión central. Sin embargo es una materia importante solamente para aquellos que ya están convencidos de votar por el Partido Conservador, por lo cual no va a ser un tema decisivo para el electorado”, puntualizo Panizza. Así, los conservadores parecen estar quedándose con el pecado y sin el género.

En últimas, pues, el panorama es halagador para los laboristas, preocupante para los conservadores y esperanzador para los liberales. Lo cual implica que estas elecciones pueden marcar una importante ruptura en el mapa político tradicional del Reino Unido. A su vez, están enseñando que a veces, en la política, las elecciones más aburridas resultan siendo las más importantes.