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Vidas paralelas

Las dos corrientes de la izquierda latinoamericana tuvieron distinta suerte. Mientras Hugo Chávez consolidó su liderazgo, Lula da Silva tuvo que capotear los escándalos de corrupción.

Santiago Torrado<br>Periodista de SEMANA
12 de febrero de 2006

Cuando se le pregunta sobre su infancia, Luis Inacio Lula da Silva, el presidente de Brasil, contesta que su madre analfabeta "crió cinco hijos y tres hermanas que no tuvieron que prostituirse para sobrevivir. Pobres, pero honrados". Esa honradez hoy es cuestionada por sus opositores, tras un 2005 en el que los escándalos en el Partido de los Trabajadores (PT) hicieron temblar el gobierno. Aunque Lula consiguió capotear las acusaciones y declaró que se siente traicionado, para muchos es el responsable de un esquema de corrupción que financió su campaña y tumbó a varios de sus hombres. Como lo admitía Lula, el PT "va a necesitar muchos años para recuperar su credibilidad". En medio del ya célebre giro del continente -que se podría consolidar con la ola de elecciones el próximo año-, varios analistas han hablado de dos izquierdas. Una moderada, democrática y pragmática que hizo las paces con el mercado sin renunciar a la redistribución de la riqueza, personificada en Lula -y que incluiría a Ricardo Lagos en Chile, Néstor Kirchner en Argentina y Tabaré Vásquez en Uruguay-. Y otra radical -una "izquierda religiosa", como la definió Joaquín Villalobos en la edición de hace un año- representada por el eje Caracas-La Habana, personificada en los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro, respectivamente, con eco en Nicaragua, Bolivia y El Salvador, así como en movimientos sociales como los Piqueteros argentinos o los Sin tierra brasileros. En ese contexto, fue un año de contrastes en el que el ex coronel golpista venezolano consolidó un liderazgo regional jalonado por los petrodólares, mientras el ex obrero metalúrgico brasileño estuvo dedicado a enfrentar su propia crisis. Lejanos parecen los días en que el referendo revocatorio de 2004 amenazó la revolución bolivariana. Chávez se atornilló al poder y en 2005 endureció su retórica contra el gobierno de George W. Bush, al que acusó de ser el mayor terrorista del mundo. En agosto peleó con la DEA y amenazó Washington con hacerle "morder el polvo" si intentaba invadir Venezuela. Su influencia regional se hizo evidente. El 24 de julio, día del natalicio de Bolívar, lanzó Telesur, el canal latinoamericano creado para competir con CNN. Puso a disposición del continente 370.000 millones de barriles de petróleo a precios especiales. Llegó a adquirir deuda argentina, lo que lo acercó a Kirchner, y cerró el año como miembro de Mercosur. "Hay movimientos en Latinoamérica que lo ven como un modelo, como una fuente de financiación o como ambas", declaraba el ex canciller mexicano Jorge Castañeda para la portada de Newsweek. Pero, probablemente cuando más se notó el contraste entre Chávez y Lula fue en noviembre, en la Cumbre de las Américas, en Mar del Plata. El venezolano se convirtió en el protagonista de la anticumbre paralela al elevar su discurso antiimperialista y asegurar que llevaba una pala para enterrar el Alca. El brasileño también criticó el acuerdo, pero a favor de una negociación más igualitaria. "En un caso habla el charlatán de barriada; en el otro, el estadista", asegura en su libro Dos izquierdas el periodista venezolano Teodoro Petkoff -quien podría competir con Chávez en 2006-. El liderazgo de Lula se vio golpeado por el terremoto político que comenzó en junio con las denuncias de corrupción por el 'mensalao' -mediante el cual una agencia de publicidad les pagaba a los diputados para comprar apoyos- y la financiación irregular de su campaña, entre otros. Los escándalos fueron especialmente dañinos para un partido como el PT, que, además de los exitosos gobiernos locales, cimentó su reputación como defensor de la moralidad política tras su papel en la destitución por corrupción de Fernando Collor de Melo, en los 90. En septiembre, Lula salvó la gobernabilidad al imponer, por muy poco, su candidato a la presidencia de la Cámara, lo que le asegura evitar un juicio político. Pero sus lugartenientes no tuvieron tanta suerte. José Dirceu, su jefe de gabinete, renunció para defenderse desde la Cámara de Diputados. Pero en diciembre perdió sus derechos políticos hasta 2015. El otro funcionario estrella, Antonio Palocci, ministro de Economía, también se vio salpicado por las acusaciones pero, al respaldarlo, Lula se enfrentó a su propio partido: el PT le reclama mayor compromiso con el cambio social -lo que implica más gasto-. Aunque Lula aseguró que no iba a cambiar su política económica por motivos electorales, en el fondo está la reelección de octubre, cada vez más enredada -en las últimas encuestas es derrotado por el socialdemócrata José Serra-. Esa tensión interna de la izquierda no es exclusiva de Brasil. Para ella, una vez en el poder, es costoso conciliar posiciones y el ala política suele enfrentarse a la económica. La situación es parecida a lo que ocurría con el gobierno argentino, donde Kirchner veía a su ortodoxo ministro de economía, Roberto Lavagna -arquitecto de la recuperación económica heredado del gobierno Duhalde-, como un lastre inevitable. Tan pronto el gobierno se fortaleció en las legislativas de octubre, Kirchner decidió prescindir de sus servicios. Al mandatario argentino lo han agrupado con Lula en el sector de la izquierda pragmática, pero varios analistas anticipan que podría virar hacia un populismo más propio de Chávez. Así las cosas, el giro a la izquierda tendrá nuevos capítulos en 2006, un año lleno de elecciones en América Latina. Lula tratará de salvar su segundo mandato, mientras el triunfo de Chávez se da por descontado después de las legislativas de diciembre, en las que aseguró una mayoría apabullante ante el retiro de la oposición. Y la influencia del venezolano se podría proyectar a nuevos países. Al cierre de esta edición, los bolivianos se preparaban para votar con altas posibilidades para el líder cocalero Evo Morales, respaldado por Caracas. En México, Andrés Manuel López Obrador, que la derecha compara con el líder bolivariano, tiene una opción real de ganar la presidencia en julio. En Nicaragua, Perú y Ecuador, también podría subir la izquierda. Qué tanto seguirán sus gobiernos el camino de Chávez o el de Lula en caso de ganar será motivo de análisis en el resumen de 2006.