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Vientos de guerra

El programa nuclear iraní tiene con los pelos de punta a más de uno en Occidente. Mientras la diplomacia parece fracasar, la idea de un ataque militar toma fuerza.

22 de abril de 2006

Que la mejor defensa es el ataque es una vieja frase que el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadineyad, parece tener entre ceja y ceja cada vez que piensa en Estados Unidos. La retórica explosiva del mandatario persa parece acrecentarse con cada día que pasa. Pero es que la tensión entre Washington y Teherán hace pensar a muchos lo impensable: que se acerca una nueva guerra en el Oriente Medio.

Estados Unidos acusa a Irán de estar en el proceso de producir una bomba atómica, algo que el gobierno de éste niega. Pero desde la invasión de ese país a Irak en 2003, ya muchos aseguraban que el siguiente objetivo sería su vecino del Oriente. La reiterada agresividad verbal del gobierno de George W. Bush con el régimen de los ayatolas recuerda la que se vivía poco antes de la segunda guerra del golfo, cuando Estados Unidos acusaba al régimen de Saddam Hussein de tener en su poder armas de destrucción masiva y lo declaraba amenaza terrorista. Y es que para los analistas, la tarea de democratización de Irak (por no hablar del aseguramiento de su petróleo) no puede estar completa si en la región queda incólume un régimen como el chiíta de Irán, que odia a Estados Unidos e Israel y al mismo tiempo tiene fuertes vínculos con la mayoría chiíta de Irak.

Ahmadineyad es un viejo militante del odio hacia Estados Unidos, el 'Gran Satán' de los iraníes desde 1953. En ese año, la CIA y los británicos orquestaron un golpe contra el popular primer ministro (elegido democráticamente), Mohammed Mossadeq, lo que dio como resultado 20 años de represión del sha Reza Pahlevi, y, paradójicamente, condujo a la revolución de los ayatolas en 1979. El actual régimen político religioso de Irán nació como rechazo al intervencionismo norteamericano, lo que hace que una aproximación de Teherán a un diálogo con Estados Unidos sea un imposible por definición.

El empecinamiento de Ahmadineyad con insistir en su derecho a tener un programa nuclear (lo que implica la posibilidad de tener una bomba atómica) es explicable a partir de la experiencia de Saddam Hussein, quien se desarmó con la esperanza de que lo dejaran tranquilo, pero al hacerlo, abrió las puertas a la invasión. El gobierno de Bush afirma que si Ahmadineyad desarrollara una bomba, sería un peligro para la paz mundial, al amenazar de muerte a Israel.

Pero por ahora el juego es ambiguo. Mientras de lo único que se puede acusar por el momento a Teherán es de utilizar una retórica desafiante y ofensiva, la Agencia Internacional de Energía Atómica (Aiea) no ha encontrado pruebas que demuestren que está tratando de obtener armamento nuclear. Lo que muchos se preguntan ahora es si el gobierno de Washington, como en Irak, está dispuesto a realizar un ataque militar sin haber agotado las vías diplomáticas, sin las pruebas necesarias y sin tener en cuenta la opinión de la ONU.

Las consecuencias serían impensables. Como dijo a SEMANA David MacMichael, un ex analista de la CIA que ayudó a revelar el escándalo de Irán-Contras, "si Estados Unidos ataca a Irán con base en evidencia cuestionable o simples sospechas, este sería el golpe final contra las Naciones Unidas y el sistema internacional construido después de la Segunda Guerra Mundial". Y es que como firmante del tratado de No Proliferación nuclear, Irán tiene el derecho a desarrollar energía de este tipo para emplearla con fines civiles.

Sin embargo, en su contra juega la desconfianza dentro de la comunidad internacional. Ésta se ha incrementado desde el año pasado, cuando se posesionó el conservador radical Ahmadineyad, que ha hecho declaraciones tan polémicas como que "Israel debe ser borrado del mapa".

¿Hasta dónde esa es una retórica agresiva usada como arma de defensa? Algunos creen que sólo así, con manifestaciones (ciertas o no) de confianza en su poder militar puede mantener a raya las amenazas. "No creo que los iraníes quieran desarrollar un arsenal nuclear, pero pienso que Ahmadineyad probablemente quiere estar en posición de hacerlo si su seguridad nacional lo requiere", explicó a SEMANA Muhammad Sahimi, autor del libro Desactivando a Irán con democracia.

Por eso, el gobierno iraní ha desoído las voces que le piden que suspenda su programa y permita la inspección de sus instalaciones por la Agencia Internacional de Energía Atómica (Aiea). Por el contrario, su retórica se hace cada vez más radical. La Guardia Revolucionaria anunció el éxito de las pruebas de un misil y un torpedo diseñados para hundir barcos y con capacidad de evitar radares y sonares. Ahmadineyad afirmó en un desafiante desfile militar que "el Ejército iraní cortará las manos a cualquier agresor y cubrirá de vergüenza al enemigo".

Y mientras el gobierno iraní amenaza, el de Estados Unidos no se queda atrás. Aunque Bush ha dicho que espera solucionar el problema por la vía diplomática, la semana pasada, cuando le preguntaron si pensaba atacar a Irán, respondió que "todas las opciones están sobre la mesa". Por su parte, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, llamó a Naciones Unidas a adoptar "medidas fuertes" contra ese país.

Por otro lado, como hace tres años sobre Irak, en el Consejo de Seguridad de la ONU no existe consenso. De los cinco miembros permanentes con derecho a veto (Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido y Rusia), dos, China y Rusia, se han mostrado contrarios a cualquier sanción a Irán. Esto porque China depende en gran medida del petróleo iraní y Rusia tiene contratos millonarios especialmente en suministros para la explotación petrolera.

Así las cosas, una salida diplomática se ve lejana. "Durante las negociaciones con la Unión Europea un acuerdo era alcanzable. Pero con la inflexible oposición de Estados Unidos para que Irán enriquezca uranio, aunque sea con fines pacíficos, llegar a un acuerdo es muy difícil. La única solución viable sería el diálogo directo entre Estados Unidos e Irán", afirmó a SEMANA Michael Spies, especialista en Irán del Comité de Abogados sobre Política Nuclear, que tiene su base en Nueva York.

Hay varios indicios que presagian que la cuenta regresiva del ataque unilateral ya está en marcha. Medios como The New Yorker, en un artículo del prestigioso periodista Seymour Hersch, y The Washington Post, aseguraron que las fuerzas armadas estadounidenses están adelantando un plan de ataque con misiles, una avanzada naval y un ataque terrestre. Incluso se habla del ataque con proyectiles nucleares de bajo poder contra los complejos militares y el arsenal atómico iraní.

Según lo reveló The Washington Post, un plan conocido en los círculos militares como Tirannt (Theater Iran Near Term), fue planeado antes de 2003. El londinense The Guardian informó que en 2004 Estados Unidos y el Reino Unido realizaron ejercicios conjuntos para ensayar una invasión sobre un territorio ficticio sobre el mar Caspio llamado 'Korona', y caracterizado por ser religioso y rico en petróleo. "Una acción de este tipo se limitaría a ataques aéreos sobre plantas nucleares, a la destrucción de la fuerza aérea y plataformas de misiles, así como maniobras navales en el Golfo Pérsico y el Estrecho de Hormuz", dijo MacMichael.

Pero aun una acción limitada provocaría el levantamiento popular en Oriente Medio, debido a la importancia simbólica de Irán. Este país patrocina grupos extremistas como el libanés Hezbolá o la Yihad islámica egipcia, que no tardarían en atacar. La semana pasada el periódico británico The Sunday Times afirmó que unos 40 mil hombres se inscribieron voluntariamente y con la mayor naturalidad para integrar ejércitos suicidas en Irán, dispuestos a realizar ataques contra blancos estadounidenses o británicos en caso de una agresión a su país.

La población chiíta de Irak se volcaría en masa contra los agresores. Israel quedaría aun más aislado y amenazado dentro del vecindario musulmán, y los precios del petróleo sobrepasarían rápidamente los 100 dólares por barril, luego de subir a 73 por la crisis de esta semana.

Con todo, para muchos una nueva guerra es sólo cuestión de tiempo, porque hace parte de un plan estratégico pensado por el Pentágono a largo plazo. Bajo esta óptica, Irán es un peldaño más de la avanzada estadounidense para asegurarse el petróleo de la región (después de Arabia Saudita, Irán tiene las mayores reservas del mundo), así como una buena posición en caso de que se desate lo que muchos han pronosticado por décadas: una confrontación entre Estados Unidos y China.

"Lo que está sucediendo no es más que la creación de condiciones necesarias para un avance masivo de Estados Unidos en la región limítrofe con el Caspio. Una nueva etapa de enfrentamiento con China y la preparación de una inevitable confrontación estadounidense con ese país", afirmaba en 2005 Leonid Shebarshin, ex jefe de la Primera Dirección Principal de la KGB soviética, en entrevista para la Revista Militar Rusa.

Si se revisa la lista de bases militares o de operaciones logísticas que poseen Estados Unidos en Oriente Medio y en Asia, efectivamente parece estar cerrándose un cerco alrededor de Irán y China. Bases en Irak, Omán, Qatar, Kuwait, Bahrein y Yemen estarían disponibles para el posible ataque sobre Irán. En cuanto a China, Estados Unidos ya se ha asegurado de llevar su presencia a vecinos como Afganistán, Kirguistán, Pakistán, Turkmenistán o Hong Kong (ver mapa). A lo que se le suman los recientes acercamientos con India, tras los cuales muchos ven un intento de Washington para equilibrar la creciente influencia china.

Por el momento, el mundo está a la espera del próximo 28 de abril, cuando la Aiea le entregará un informe crucial sobre el caso al Consejo de Seguridad de la ONU. Se espera que este sea el momento para tomar decisiones sobre Irán. Es posible que en caso de que se confirme que el país islámico está incumpliendo las normas internacionales, China y Rusia cambien su posición y accedan a aplicar sanciones económicas. Ese sería un desarrollo inquietante en un tema que se calienta cada dia más.