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ORIENTE MEDIO

Volver a barajar

Ariel Sharon puso patas arriba la política en Israel al retirarse del Likud y formar un nuevo partido.

12 de febrero de 2006

El primer ministro Ariel Sharon ha sido desde su juventud un exponente de la derecha dura de su país. Por eso sorprendió al mundo cuando pateó el tablero de la política israelí al anunciar que abandona el Likud -el partido nacionalista que ayudó a fundar hace 30 años- para crear una nueva fuerza de centro. Como explicó The Economist, los observadores están explorando nuevas metáforas geológicas. El negociador palestino Saeb Erekat lo comparó con "la erupción de un volcán" y el diario Maariv lo catalogó como "un big bang político". No es para menos. Durante décadas la política israelí ha estado estancada entre halcones y palomas y, en los últimos años, congelada entre dos líderes: uno de 77 años, Sharon, y otro de 82, Shimon Peres. Pero en menos de dos semanas todo cambió. Peres perdió el liderazgo del Partido Laborista, de izquierda, ante Amir Peretz, un líder sindical de origen norafricano. Y el anuncio de Sharon desarmó el esquema bipartidista y precipitó elecciones anticipadas. El 28 de marzo tendrán lugar unos comicios inéditos: tres partidos con liderazgos renovados. Tras la retirada unilateral de Gaza, Sharon había enfrentado una oposición cada vez más intransigente en su partido, liderada por Benjamin Netanyahu, por lo que decidió hacer una apuesta audaz para mantener el poder. Y aunque los partidos de centro han sido un fracaso en Israel, Sharon parece tener claro dónde pone sus fichas. De entrada consiguió el apoyo de 15 parlamentarios (un independiente, un laborista y 13 disidentes del Likud) y las encuestas auguran a Kadima -o 'Avanzar'-, el nuevo partido, unos 30 escaños que lo convertirían en el más votado en el Knesset, el Parlamento israelí de 120 puestos. El Laborismo de Peretz tendría unos 25, mientras el Likud, radicalizado bajo Netanyahu, pasaría de los 40 puestos actuales a unos 15. La coalición más probable, para llegar a los 61 escaños, es la del nuevo partido de Sharon con el Laborismo, más algunos partidos minoritarios. Pero la decisión del primer ministro trasciende la coyuntura política. "Está destruyendo una alianza de mucho tiempo, que él mismo había creado, entre el nacionalismo secular y el religioso", explicó a SEMANA Peretz Kidron, traductor de las memorias de Yitzhak Rabin y columnista de Middle East International. Los problemas que Sharon enfrentaba en su partido son un reflejo de la sociedad, dividida entre los que se niegan a hacer concesiones a los palestinos y los que están dispuestos a sacrificar tierra por paz. "Aunque Sharon es un radical expansionista y un criminal de guerra, también es un pragmático. En el Likud la mayoría son ideólogos por razones religiosas o nacionalistas. Como ex comandante, Sharon quiere maximizar su avance estratégico, pero no tiene lazos sentimentales a pedazos de tierra por razones bíblicas. Estaba cansado de batallar contra las ideologías", explicó a SEMANA Stephen Zunes, experto en Oriente Medio de la Universidad de San Francisco. Si bien se trata del último paso de la transformación del mismo hombre considerado el padre de los asentamientos, el renovado Sharon no es una panacea para los palestinos. "Sharon tiene un arreglo diseñado unilateralmente para bajar los costos de la ocupación en términos de sangre y dinero, no para terminarla", explica Yoav Pelede, de la Universidad de Tel Aviv. El plan de desconexión cumple parcialmente la Hoja de Ruta, pero al mismo tiempo le apunta a consolidar la presencia israelí en el este de Jerusalén y parte de Cisjordania. "Busca imponer una solución estilo 'apartheid' basada en el muro mientras rechaza mayores compromisos territoriales, enfrentar el tema de los refugiados o el estatus de Jerusalén. No hay un giro. Sharon rechaza una solución negociada", opina Richard Falk, profesor de derecho internacional en Princeton. Su propósito es formalizar los límites de Israel en esas líneas, algo inaceptable para los palestinos. La estrategia de Sharon es relegar al laborismo a la izquierda, y al Likud a la derecha para conquistar el centro del espectro, pero en términos del proceso de paz, apunta a preservar el statu quo. Que todo cambie para que todo siga igual.