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BOSTON. A las 2:50 p.m. la maratón de esta ciudad se convirtió en un infierno. | Foto: .

ESTADOS UNIDOS

Volvió el miedo a Estados Unidos

El atentado de Boston, la carta envenenada para Obama y el estallido de una fábrica en Texas subieron la paranoia.

20 de abril de 2013

El miedo ha vuelto a instalarse en Estados Unidos. Doce años después de los atentados contra las Torres Gemelas en Manhattan, los norteamericanos sienten nuevamente el susto que despiertan los que buscan aterrorizar a la sociedad. 

El estallido el lunes pasado de dos bombas en Boston, la interceptación el martes de dos cartas con una sustancia venenosa dirigidas al presidente Barack Obama y a un senador, y la explosión el miércoles en Texas de una planta de fertilizantes, en la cual murieron al menos 12 personas, estremecieron al país. 

Si bien no hay una conexión entre los tres sucesos, la consecuencia fue una sola: el temor creciente. Pero no solo eso. Más allá de la angustia nacional, lo sucedido en esos días puede acarrear efectos en la vida pública y afectar seriamente dos de las reformas impulsadas con ahínco por el propio Obama. 

El episodio en Boston impactó duramente a los estadounidenses. Sucedió el lunes, día festivo en la localidad, a las 2:50 de la tarde. Pocos metros antes de la línea de meta de la maratón que desde 1897 se lleva a cabo anualmente en la ciudad, dos explosiones causaron la muerte de tres personas, una de las cuales era un niño de ocho años, y heridas a más de 100. 

Desde el 11 de septiembre no había habido un atentado tan sangriento en suelo gringo. Como los estallidos ocurrieron en la céntrica calle Boylston, a media cuadra de la vibrante plaza Copley y a un costado de la Biblioteca Pública de Boston, la más antigua de Estados Unidos, el pánico se extendió en segundos. El gobierno reaccionó enseguida. Obama se puso al frente del operativo y les envió un mensaje a los culpables. “Los encontraremos, y los llevaremos ante la Justicia”, dijo.

El jueves las investigaciones tomaron esa dirección. El FBI difundió un video con las imágenes de los dos sospechosos, un par de jóvenes de gorra puesta y mochila al hombro. Por la noche el cerco policial se estrechó y el transporte público en el área de Boston suspendió el servicio. 

En cuestión de horas se supo del paradero de los sindicados. Robaron una tienda 7-Eleven y luego un Mercedes-Benz, dispararon mortalmente contra un guardia del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y más tarde uno de ellos, para entonces identificado, Tamerlan Tsarvaev, de 26 años, perdió la vida a manos de la Policía. El otro, de nombre Dzhokhar Tsarvaev, de 19, logró huir. No había sido encontrado al cierre de esta edición, pero se presumía que se encontraba en Watertown, un suburbio de Boston próximo a Cambridge, otro suburbio donde funcionan MIT y la Universidad de Harvard.

El origen de la familia de ambos es la región rusa de Chechenia (ver recuadro). Tamerlan nació en Kirguistán, Dzhokhar en Daguestán y llegaron a Estados Unidos en 2003, según su tío Ruslan Tsarni que vive en el estado de Maryland y que contó cómo el menor adquirió recientemente la nacionalidad norteamericana. 

Dzhokhar participaba en el equipo de lucha libre de su colegio en Cambridge, se beneficiaba de una beca y sus amigos lo describen como un muchacho alegre, buen compañero, admirador del país que lo había acogido. 
Si el lunes de la semana pasada se había teñido de sangre en Boston, el susto de más muertes aumentó al día siguiente cuando en el Capitolio y la Casa Blanca se descubrieron dos cartas, una dirigida a Roger Wicker, senador republicano de Misisipi, y la otra al propio Obama, que contenían una sustancia venenosa.

Veinticuatro horas después las autoridades arrestaron en el estado de Tennessee al principal sospechoso, Paul Kevin Curtis, un imitador de Elvis Presley que alguna vez había sido contratado por Wicker para que tocara en una fiesta y que, de acuerdo con su esposa, padece un trastorno bipolar y afirma que lo espía el gobierno. 

Cuando la noticia de las cartas venenosas ocupaba los titulares de prensa, el miércoles a las ocho de la noche se produjo otra información estremecedora: la explosión en una planta de fertilizantes en el pueblo de West, de 2.800 habitantes en el estado de Texas, que se escuchó a 80 kilómetros de distancia y que dejó como mínimo 12 muertos y 200 heridos. 

La conflagración no solo impresionó a Estados Unidos por su potencia dañina sino por una coincidencia geográfica y cronológica: West se encuentra muy cerca de Waco, donde precisamente el 19 de abril de 1993 hubo 76 muertos en el intento de toma por la Policía del Centro Monte Carmel, donde se hallaba la secta de los davidianos encabezados por David Koresh, un pastor cristiano. Otro 19 de abril, el de 1995, tuvo lugar en Oklahoma la explosión de un camión bomba que segó la vida de 168 personas.

Pero los acontecimientos en Boston y en Washington no solamente han resucitado el miedo al terrorismo en la sociedad estadounidense, sino que tendrán efectos indudables en dos de los cambios políticos de mayor calado que viene impulsando Obama: la reforma migratoria y aquella para limitar la compra y el porte de armas. 

La reforma migratoria fue la principal bandera del presidente durante la campaña que lo condujo a la reelección en los comicios del pasado 6 de noviembre. El objetivo es darles papeles a 11 millones de inmigrantes indocumentados, hispanos casi todos y en su mayoría de origen mexicano. 

El plan ha avanzado con rapidez. Obama logró que ocho senadores, cuatro demócratas y cuatro republicanos, diseñaran una propuesta según la cual una persona sin papeles, si demuestra que carece de antecedentes penales y paga una multa y los impuestos atrasados, podría pedir un permiso de inmigrante temporal que, diez años después, le permitiría solicitar la codiciada Green Card, la tarjeta verde que acredita la residencia, paso inicial para recibir tres años después la nacionalidad y el pasaporte. La propuesta será sometida a votación en el Congreso dentro de dos meses, pero la circunstancia de que esta misma semana dos extranjeros, aunque chechenos y no hispanos, sean los sospechosos de las bombas de Boston puede dificultar el camino. 

“Es inevitable que esto afecte el proyecto de reforma”, le dijo a SEMANA el exasesor de Obama para Asuntos Latinoamericanos Dan Restrepo. “Los que se oponen a una reforma van a utilizar estos hechos para intentar frenarla –ya estaban utilizando el atentado como argumento–. Cómo vinieron los responsables al país, cuánto tiempo han estado aquí y por qué lo hicieron nos dirá mucho sobre la magnitud del impacto sobre la reforma migratoria”, agregó.

La nacionalidad de los hermanos Dzhokhar también podrá dañarle el caminado, incluso más que a la anterior, a la reforma para la compra y el porte de armas. Obama se embarcó de cuerpo y alma en esa iniciativa luego de la matanza de 26 personas, 20 de ellas niños, a mediados de diciembre en la localidad de Newtown, en el estado de Connecticut. El fin es que el Congreso expida una ley no solo para que se les pida los antecedentes penales a quienes compren armamento, sino para prohibir la venta de rifles de asalto. 

No es una postura fácil. En Estados Unidos hay muchos defensores de la Segunda Enmienda de la Constitución, que autoriza el uso de las armas, y también hay un lobby poderoso por parte de la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés). Eso explica por qué la semana pasada el proyecto de reforma se hundió prácticamente del todo al no lograr los 60 votos del total de 100 posibles en el Senado, por lo cual Obama declaró la votación como “una vergüenza para Washington”. Y lo grave es que, aunque existe la posibilidad de otra votación más adelante, atentados como el de Boston le dan alas a la NRA.

Como le dijo a SEMANA Eric Farnsworth, vicepresidente del think tank Consejo de las Américas y experto en seguridad nacional, “los hechos de Boston van a fortalecer la posición de la Asociación Nacional del Rifle, que asegura que la mejor forma de detener a una persona mala armada es con una persona buena, también armada”. Y añadió: “Los de la NRA pensarán, aunque sea una locura, que si alguien en la multitud hubiera tenido un arma, habría impedido que las bombas explotaran”.

¿Recobrará la calma la gente en Estados Unidos? Es probable. Acostumbrada como está a recibir amenazas de todo tipo, y víctima ya de atentados como los del 11 de septiembre, quizá la normalidad regrese poco a poco. Pero eso no oculta el susto de la semana pasada, ni espanta los peligros que enfrentan dos reformas políticas clave que ha planteado Obama y que sin duda les haría más vivible la vida a los gringos: una donde los indocumentados que se lo merecen podrían conseguir papeles y donde a un lunático no se le permitiría andar por la calle con un rifle de asalto, entrando a un colegio a matar niños a quemarropa. 

La conexión chechena

La nacionalidad de los terroristas de Boston puso al conflicto checheno en primer plano. ¿En qué consiste? 
El pueblo checheno, uno de los más antiguos del Cáucaso, ha mantenido un conflicto con Rusia desde el siglo XIX, cuando se convirtió en provincia del Imperio zarista. 

Después de una serie de tragedias, la parte mas cruenta de su historia llegó en los años noventa cuando se disolvió la Unión Soviética y los chechenos vieron la oportunidad de liberarse de los rusos. 

Pero Moscú no estaba dispuesto a aceptarlo, y cuando el general Dzhojar Dudaev declaró la independencia en 1991, se desató la violencia. Al principio Moscú no reaccionó, así que decenas de clanes, decididos a quedarse con la enorme riqueza de petróleo, se sumieron en una guerra civil. En 1994 el Kremlin lanzó una ofensiva en la que destruyó casi por completo el centro histórico de la capital Grozni. 

Lo que comenzó como una lucha separatista se convirtió pronto en una insurgencia con miras a establecer un estado islámico independiente. Derrotados y humillados, los rusos salieron del territorio y en 1996 firmaron un acuerdo de paz. 

Pero la violencia de los extremistas continuó y en 1999 vino lo peor: fuerzas chechenas intentaron establecer por la fuerza un Estado islámico en Daguestán y el entonces primer ministro ruso y futuro presidente Vladimir Putin aprovechó para lanzar la segunda guerra. Pocos meses después lo que quedaba de Grozni volvió a poder de los rusos, que instalaron un régimen títere.

Desde entonces los rebeldes, resueltos a alcanzar la independencia, han lanzado un sinnúmero de ataques como el asalto a un teatro de Moscú en 2002. Sin embargo, luego de ese episodio y a pesar de que la violencia no da tregua, hace años la zona no recibe la atención que quisiera. Tal vez hacer explotar dos bombas en un evento mundial como la Maratón de Boston era una manera de volver a lograrlo. Pero eso está por ser confirmado.