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Votos y balas

Las elecciones parlamentarias de Rusia tuvieron un telón de fondo sangriento: la guerra de Chechenia.

17 de enero de 2000

Nunca antes se habló tan poco de las elecciones en medio de una campaña electoral como sucedió con las parlamentarias del 19 de diciembre en Rusia. Sumergidas bajo las noticias provenientes del Cáucaso las elecciones fueron un episodio más de la guerra, o la guerra un episodio más de la campaña electoral. Chechenia le ha permitido al primer ministro, Vladimir Putin, colocarse como uno de los favoritos para el año que viene, disociándose de la imagen perdedora, enferma e impotente del presidente Yeltsin, su principal promotor. Antes desconocido, ahora 77 por ciento aprueba la gestión de Putin, según datos del Centro de Investigación de la Opinión Publica, mientras que 91 por ciento desaprueba la gestión de Yeltsin.

Si bien al cierre de esta edición los resultados eran desconocidos una cosa es clara: Putin le dio todo su apoyo al bloque electoral Unidad, una agrupación de líderes regionales, que será su plataforma para las elecciones presidenciales. Si bien se espera que el Partido Comunista ratifique su posición de principal fuerza opositora se cree que Unidad se colocará como la segunda fuerza, desplazando a un tercer lugar al bloque Patria-Toda Rusia, del alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y del ex primer ministro Evguenni Primakov.

En este ambiente de intrigas preelectorales la guerra de Chechenia calza como anillo al dedo en los planes de Putin. Yuri Burtin, defensor de derechos humanos, tiene su interpretación de los hechos: “Para mí, dijo a SEMANA, todo entra en una sola hipótesis: los informes de la prensa occidental sobre las tarjetas de crédito otorgadas por la firma suiza Mabetex a la hija del presidente, sobre los millones en las cuentas de su nuero en bancos extranjeros, las sistemáticas acusaciones contra los funcionarios del Kremlin, el ataque de los wahabitas y chechenos en Daguestán, los atentados en Moscú, la creación de un cinturón de seguridad alrededor de Chechenia, los miles de refugiados, el nombramiento de Putin y su creciente rating y los claros síntomas de renacer de un régimen policial. Cada día tengo la impresión más fuerte de que la población de nuestro país es víctima de una provocación monstruosa que no tiene precedentes en la historia. Digo casi, porque una vez sucedió algo parecido, en 1934, cuando el acto terrorista del asesinato de Kirov fue usado por su organizador, Stalin, como motivo para el ‘gran terror”.

Aunque es difícil que todas las piezas del rompecabezas encajen tan fácilmente lo cierto es que, en las calles de Grozny, se está jugando el sillón presidencial del país más grande del mundo.