Home

Mundo

Artículo

VUELVE Y JUEGA

Un resonante avance de la izquierda y el retorno al poder del partido Colorado marcaron las recientes elecciones en Uruguay.

2 de enero de 1995

URUGUAY, SEGUN PREDIcen las encuestas, será otro país a partir del primero de marzo del próximo año, cuando asuma por segunda vez la presidencia Julio María Sanguinetti. Y no solo porque este viejo zorro de la política uruguaya repunta su segundo triunfo presidencial, sino porque, contrariando todas las expectativas, se produjeron resultados que no se esperaban.
En primer lugar, el sorprendente desempeño de la izquierda, que desde los tiempos de la dictadura había desaparecido casi del panorama político y que ahora, tras una coalición en la que participaron socialistas, comunistas, ex comunistas, democristianos y militantes de la coalición de izquierdas frente amplio-encuentro democrático, vuelve a la brega y con gran poder. En segundo lugar, la derrota del partido Blanco (nacionalista), que estaba en el poder y que, al parecer, lo perdió por la errada conducción de la economía. En tercer lugar, el repunte del partido Colorado y, de ahí en adelante, una caja de sorpresas que incluye el vislumbramiento de cambios en la política económica y social.
Sanguinetti ya se prepara para organizar una política de crédito, de devoluciones de impuestos, que establezca mecanismos para recuperar la competitividad a la industria y piensa afiliar definitivamente a su país al llamado Mercado Común del Sur, Mercosur. "Propongo, dijo, un Estado que defienda la producción en lugar de uno que mire indiferentelo que ocurreen el país".
La izquierda, por su parte, que logró con el arquitecto Mariano Arana conservar la alcaldía de Montevideo, anunció que centrará sus esfuerzos en promover un proceso de descentralización que permita contrarrestar las tendencias de centralismo político, económico y administrativo.
El problema, sin embargo, es que sin un pacto social el país podría seguir atrapado en una economía deprimida. El alto número de empleados públicos, que hoy son casi 300.000 y 600.000 pasivos, constituye una pesada carga para una población económicamente activa de 1.3 millones de personas. A esto se suma que el actual gobierno, presidido por Luis Lacalle, mantuvo una política antiexportadora que dejó un déficit en la balanza comercial de 900 millones de dólares.
Sea como fuere, algunos analistas también concluyen que la joven democracia uruguaya se asentó como un modelo político que ya no será desbancado por nuevas dictaduras. Pero no deja de ser paradójico para los observadores la manera como se elige en este país al presidente: cada uno de los partidos puede postular todos los candidatos que quiera, y el partido que obtenga más votación sumada entre sus candidatos es el que gana. Eso da lugar teóricamente a situaciones insólitas -que no se dieron esta vez-, como que un candidato que haya obtenido la mayoría, pero cuyo partido sea minoritario, vea triunfar al más votado de sus contrincantes de la acera de enfrente, aunque tenga muchos menos votos que él. O sea que en Uruguay, aunque parezca increíble, para ser presidente no se necesita haber ganado las elecciones.